Noticia 15 objetos que te recuerdan tu infancia (y hoy nadie usa)

Si estás leyendo esto, es porque seguro que perteneces a esa generación donde se encuentra lo analógico y lo digital. Fuiste de la generación del primer ordenador, y de la primera consola. A veces, encontramos algunos objetos que nos hacen sonreír de la forma más estúpida posible. También puede que saltemos de alegría, entre gritos que van desde “¡no me acordaba de esto!” a “¡Esto era la leche!” ¿La razón?Estas cosas nos recuerdan a esa época dorada: cuando éramos niños y todo era más fácil. Ahora nadie usa esas cosas, pero si los encontramos en nuestro armario, pasamos un buen rato.


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Walkman

Antes de que el discman se pusiese de moda, en nuestra casa había un walkman. Puede que no fuese nuestro, que lo comprara nuestro padre en un alarde de modernización, pero terminamos usándolo nosotros. Los más modernos tenían radio incorporada, y los cascos eran demasiado cutres. Pero a nosotros nos encantaba, porque podíamos llevarnos la música a otra parte.

Eso sí, este tipo de aparatos hacían que eligiésemos un cantante o grupo como nuestro favorito, porque solo podíamos meter una cinta, o cargábamos en nuestra mochila dos o tres más. Ahí sí que apreciábamos a un cantante al 100%, tanto en sus canciones buenas como en las malas, porque para pasar de canción teníamos que calcular más o menos los minutos que duraba.

Vamos, que el único avance que nos gustó del discman fue que podíamos pasar de una canción a otra. Porque el tema de ser “portátil” ya no era tan cómodo: ¡No te cabía en los bolsillos! ¿Y qué pasa si los niños de ahora se encuentran un walkman? Pues que te sientes viejo. Y si no, mira el vídeo.


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Colonia chispas

Todos los niños teníamos más o menos el mismo olor. Incluso algunos de las generaciones de los 80 y 70. Y todo se debía a esta colonia, que estaba en todas las casas: Chispas. Mítico regalo de cumpleaños, o por nuestro santo, no nos librábamos de esta fragancia nunca.

Aunque tampoco había donde elegir: para niños solo teníamos esto, o nos resignábamos a volver al Nenuco de los bebés. Luego sacaban más versiones, con distintas temáticas: más para niñas, de Astérix y otros personajes de cómic… aunque la esencia era la misma.


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Esos accesorios para el pelo

Los noventa fueron mágicos para las niñas, y gente con pelo largo, porque había accesorios para aburrir. Aunque lo de la foto parece un instrumento de tortura, realmente era una especie de diadema. Pero no nos engañemos: porque aunque el resultado era bueno, luego sufríamos un montón.

¿Ves esas terminaciones puntiagudas? En realidad sí dolían, si los llevábamos puestos mucho tiempo. Y ahí aprendimos lo que nos decían nuestras madres: “para estar guapa hay que sufrir”. Esto era lo peor, pero aparte teníamos un montón de pincitas de colores, tamaños y formas: que si con forma de estrella, de mariposa…

Cada día teníamos una oportunidad para enseñar eso tan molón que nos habían comprado en los “Todo a 100″, o en la mercería.


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VHS

Si tus padres son unos nostálgicos, es probable que aún tengas, por casa, o en un almacén, todas las películas de tu infancia en VHS. Sobre todo las de Disney: las veíamos una y otra vez. Y otra. Así, hasta que nuestros padres se hartaban y ponían la tele.

Después, descubrimos que podíamos grabar un programa si comprábamos cintas vírgenes. Fue todo un descubrimiento, y nuestro vídeo echaba humo, sobre todo cuando grabábamos, sin que nuestros padres se enterasen, una peli que no nos dejaban ver.

Y así nos sentíamos mayores.


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Encarta

Wikipedia es la pesadilla de todo profesor. Pero no muchos se acuerdan de que el antecesor de Wikipedia tenía un nombre: Encarta. Fue una época en la que prácticamente todos los trabajos estaban sacados de esta enciclopedia para el ordenador.

Pero no todos éramos tan afortunados, y muchos debíamos ir tirando de lo original: la enciclopedia en sí. Volúmenes y volúmenes de libros, que probablemente tengas aún en tu casa, absorbiendo polvo. Pero, eh, al final, de tanto buscar, y de tanto desesperarnos, la materia se nos quedaba grabada a fuego.


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Gameboy

Sí, que si la Nintendo 3DS, que si la PS Vita… tonterías. Lo que molaba en los noventa era tener una Game Boy. Era un mazacote de plástico, con una pantalla verde sobre la que se proyectaba, de una forma muy tenue, el videojuego. Botones A y B, y el de direcciones, más dos botones de inicio: el de”Select” era el que menos se usaba.

Después salió la versión más ligera, y luego ya comenzó el color. Pero esto era lo original, lo auténtico. Nada de Tetris a color, ni juegos de tenis realistas.

Gastábamos pilas y pilas, hasta que nuestras madres se hartaban, y la escondían durante unos días. Pero esto fue el origen de todo nuestro universo de consolas portátiles.


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Ese teléfono

De adolescentes teníamos que sufrir mucho, y nuestros padres, más. Sobre todo si éramos de esas que se pasaban al teléfono horas y horas con las amigas. Nada de estar andando por la casa, o escondernos en nuestro cuarto, sino que teníamos que estar enganchados al cable del teléfono.

Bueno, más o menos como ahora cuando nuestros móviles están enchufados.


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Nokia 3310

Algunos eran del Alcatel One Touch Easy, pero después llegó la fiebre del Nokia 3310, que ha llegado a estar mitificado por los adultos de ahora. Sobre todo cuando vemos que a la mínima, se rompe nuestra pantalla del smartphone, o directamente se rompe el teléfono.

Nuestros padres no eran partidarios de que tuviéramos un móvil, pero al final, cuando ya teníamos 15 años, se daban por vencidos, y nos regalaban uno, seguramente el Nokia 3310. El Nokia 3310 era a prueba de bombas, de niños y de dos pisos de altura. Como mucho, se le abría la tapa de la batería, pero no mucho más. Y podíamos perder el

Fue el inicio de los SMS de 160 caracteres, y por tanto, del lenguaje SMS, que se creía que iba a acabar con la ortografía. Pero también supuso varias horas jugando a la Serpiente, mientras esperábamos ESE SMS.


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Tamagotchi

Fue ese animalito digital que nos trajeron los Reyes Magos. Nuestros padres y profesores no sabían que íbamos a estar tan enganchados como para no separarnos de él ni un minuto, pero debían haberlo previsto, porque ya de serie venía con cadenita incluida.

Intentábamos siempre que el bichejo negro se convirtiera en ese angelito, pero seguimos creyendo que eso era una leyenda urbana, porque siempre se convertía en un monstruito de labios en forma de morcilla. Cuando íbamos a clase se silenciaba, pero llegó un punto en el que los profesores los prohibían, y los requisaban. Y nosotros solo esperábamos que no murieran por eso.

Además, muchos padres tenían miedo, y se arrepentían de haberlo comprado, porque saltaron noticias de niños en Japón que se suicidaban cuando sus mascotas morían.


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El boli de colores

Había muchas formas de ser el rey del colegio. Podías ser un chico popular, ser el mejor en deportes, o podías tener las cosas más chulas en clase. Y una de las cosas que más destacaban era, precisamente, tener uno de esos bolígrafos con muchos colores.

Cuanto más gordo y más colores, mejor que mejor. Es verdad que al final solo utilizábamos un par, pero siempre quedábamos como los más guays. Por eso, nos preguntamos si existe alguien en el mundo, que haya terminado por completo todos los colores de ese bolígrafo.


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Estuche

Sí, también tener un estuche con botones era de guays, o que al menos sabías buscar las cosas más asombrosas de las papelerías. Había tanto para niñas, como para niños, y la verdad es que nos encantaba, el primer día, cuando dábamos a todos los botones y no sabíamos para qué era para cada uno.

Que si un compartimento secreto, que si un sitio especial para sacar punta y no ir a la papelera (aunque eso era una desventaja, ya que aprovechábamos la papelera para hacer mini reuniones de mafiosos.

Después de un par de días nos aburríamos, pero la alegría del primer día era lo mejor.


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Pinypon

Esto ya es muy infantil, pero teníamos que decirlo. Los Pinypon eran los juguetes de nuestra infancia, inexpresivos, con el pelo rubio y azul. No sabíamos cuál era cuál, pero eran nuestro juguete más básico, antes de pasar a los Playmobil.

Si vas ahora a una juguetería, puedes encontrar todavía juguetes de esta marca… pero en su versión más choni. Ojos grandes, distintos cortes de pelo, y mucho más expresivo. ¿Nos gustan? No. Absolutamente no. Vale, uno tiene que adaptarse a los tiempo, pero… esto es demasiado para nuestro gusto de los 90.


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Solitario

El solitario es uno de esos juegos que teníamos en el ordenador de forma predeterminada. A veces no terminábamos el juego y nos aburríamos, pero solíamos ponerlo en el nivel más fácil para ver este fascinante efecto que se producía cuando terminábamos la partida con éxito.

No es un bug, ni un fallo en el ordenador, era la baraja que saltaba de un lado para otro. Además, nos creíamos también muy guays cuando cambiábamos la foto de la baraja a ese dibujo de palmeras.


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Tazos

Teníamos que meter, sí o sí, los tazos. Eran LOS juguetes. Si los niños de las generaciones anteriores jugaban con canicas, y nosotros también empezamos con ello, desaparecieron cuando los tazos empezaron a aparecer en las bolsas de patatas fritas.

Había de los Looney Tunes, de Pokemon… y otros que no tenían temática. Nos encantaban, y nos apostábamos de todo cuando jugábamos una partida.

Llegamos a tener una gran colección, que nuestra madre tiró, y a día de hoy todavía sentimos una gran pena por ello.


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Ratón de bola

Si hay algo que representa nuestra generación, fue el uso del primer ordenador. Tal vez un Windows 95. Y con el ordenador, venían su pantalla gigante, con ese gran culo, y los periféricos más estándares que jamás podríamos imaginar.

Y por supuesto, el ratón de bola. Nos fascinaba la bola del ratón. ¿Por qué pesaba? ¿De qué estaba hecho? Nos gustaba jugar sacarla del ratón, y jugar con ella un rato. Es un recuerdo que debimos guardar.

Ahora si le das la vuelta al ratón, solo ves una luz roja. Y ya no es tan divertido.




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