Noticia 5 rincones turísticos que esconden cicatrices de guerra (I)

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Hace 75 años llegaba a su fin una de las contiendas más cruentas de nuestra reciente historia. La Guerra Civil dejó a su paso heridas difíciles de curar. Éste es nuestro paseo turístico por algunas cicatrices olvidadas en la memoria colectiva.


No conoces por completo Barcelona hasta que no sientes el vértigo en el búnker del Carmel. En lo alto del turó de la Rovira podemos disfrutar de las vistas más impresionantes de la capital catalana. Ver atardecer desde este extraño balcón es un espectáculo increíble, ya que puedes distinguir, entre las luces rojizas y amarillas, la Sagrada Familia, el Parc Güell, y al fondo, el mar Mediterráneo.

Cuando se cumplen 75 años del final de la Guerra Civil española, muchos de los rincones turísticos más visitados del país esconden cicatrices de la contienda. El búnker del Carmel es sinónimo de la desesperación de una ciudad que, asfixiada por las bombas, decidió construir la defensa antiaérea con cuatro baterías de cañones.

El barrio del Carmel, junto con el búnker de Sant Pere Màrtir, fue elegido para proteger a la ciudad de los constantes bombardeos. Los cañones, visibles hasta la década de los cincuenta, dieron paso a centenares de barracas. Éstas serían derribadas durante los preparativos de los Juegos Olímpicos de 1992. El turó de la Rovira, transformado en un decadente balcón de hormigón, es el primer símbolo de una gran lista de rincones marcados por la Guerra Civil.

El Parque del Capricho y la Posición Jaca


Si Barcelona sufrió más de doscientos ataques aéreos durante la contienda, en Madrid la batalla fue especialmente cruenta en la zona de Ciudad Universitaria. Era obligatorio, por tanto, situar el enclave militar republicano en una zona alejada del frente bélico.La Posición Jaca estaba alejada de la contienda de Ciudad Universitaria

Ésta fue la razón por la que el Gobierno de la República eligió el parque del Capricho, rincón histórico de Madrid junto con el Retiro y el Campo del Moro. Construido en el siglo XVIII, su propiedad había ido pasando de manos, desde el conde de Priego a la familia del duque de Osuna, siendo adquirido finalmente por los joyeros Bauer.

Tras el estallido de la Guerra Civil, el parque del Capricho fue incautado y en 1937, se establecieron los primeros enclaves castrenses, más conocidos como Posición Jaca. ¿Los motivos? La superficie de más de un centenar de hectáreas, su situación alejada de Ciudad Universitaria -se localiza en el noreste de Madrid, cerca del aeropuerto de Barajas-, así como su masa arbolada, que permitía camuflar los movimientos republicanos de las bombas nacionales.

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JRxpo (Flickr)


El coronel Casado dirigió el golpe de estado y la rendición de Madrid desde este parque Las construcciones existentes en el Capricho se emplearon al principio como sanatorio y asilo. El edificio más emblemático del parque, sin embargo, estaba bajo el suelo. Con una profundidad de entre 14 y 16 metros, y capacidad para resistir bombas de hasta 100 kilogramos, este refugio antiaéreo es actualmente una de las mejores fortificaciones conservadas de la Guerra Civil.

Por este motivo, en 2013 se planteó construir aquí un museo histórico. Y es que la Posición Jaca fue testigo de los sucesos cruciales que determinaron el fin de la Guerra Civil. En el parque del Capricho, el coronel Casado dirigió los tratos secretos para la rendición de Madrid al ejército de Franco.

Sus argucias fueron respondidas por el Partido Comunista y los afines al último presidente del Gobierno, Juan Negrín, que tomarían la Posición Jaca el 7 de marzo de 1939. Casado volvió a recuperar el control del Cuartel General del Ejército Republicano del Centro sólo un día después. Su golpe de estado, apoyado por el socialista Julian Besteiro y algunos líderes anarquistas, fue clave en la rendición republicana. Unas semanas después, Franco daba por terminada la contienda en el famoso último parte de Guerra del 1 de abril.

Las cajas del Prado, de Madrid a Valencia


Las Torres de Serranos son una de las puertas de la antigua muralla cristiana de la ciudad de Valencia. Construidas por Pere Balaguer, sirvieron como prisión de nobles y caballeros hasta finales del siglo XIX. Durante la Guerra Civil, sin embargo, esta antigua fortaleza gótica fue testigo de la operación impulsada por la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico en julio de 1936.El gobierno republicano salvó más de 2.000 obras del Museo del Prado

La después conocida como Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional decidió en los primeros meses de la contienda el traslado inicial de 42 obras -la mayoría del Museo del Prado- a las Torres de Serranos. Algunos de los cuadros evacuados eran lienzos de Velázquez, el Greco, Goya o Tintoretto. La operación republicana logró al final salvar más de 2.000 cuadros, la casi totalidad de la colección real de tapices y miles de libros, documentos y objetos histórico-artísticos.

El 16 de noviembre de 1939, el Museo del Prado sufrió un ataque aéreo con nueve bombas que incendiaron los tejados del edificio, y tres artefactos más en sus inmediaciones. Milagrosamente, sólo una obra fue dañada. Los bombardeos sobre el Prado aceleraron las operaciones de evacuación, por lo que el Gobierno de la República nombró a la escritora María Teresa León, esposa de Rafael Alberti, como responsable de los traslados. Gracias a ella, lograron salvar la mitad de los cuadros del museo.

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Wikivalenc (Wikimedia)


El traslado de las obras a Valencia supuso un punto de inflexión a nivel mundial. Fue durante la Guerra Civil cuando la Oficina Internacional de Museos decidió cambiar las medidas a adoptar para conservar obras de arte en el caso de conflicto bélico. La evacuación total empezó a ser considerada como mejor solución que la protección in situ planteada hasta 1936.

El tesoro artístico nacional, salvaguardado en las Torres de Serranos y en menor medida en la iglesia del Patriarca de Valencia, fue finalmente trasladado a Ginebra tras un breve paso por Cataluña. El acuerdo entre la II República y la Sociedad de Naciones, firmado en el castillo de Sant Ferran de Figueres, permitió el transporte final de las obras a Suiza. Durante esos días, la Legión Cóndor alemana no cesó de bombardear la población gerundense.

"Dadle café, mucho café"


Esas fueron las palabras, según el historiador Ian Gibson, elegidas por Queipo del Llano para dictar la sentencia de muerte del poeta Federico García Lorca. La frase no era casual, pues "café" aludía al acrónimo de "Camaradas Arriba Falange Española", un grito que solían repetir los sublevados en los fusilamientos.

Queipo del Llano fue uno de los cabecillas del golpe de estado de 1936, junto al general Mola y al general Sanjurjo. Conocedor del levantamiento del Ejército previsto para el 17 de julio, el teniente general ordena a su familia madrileña que se traslade a Málaga en vísperas de la sublevación militar contra la II República. El golpista se hizo también famoso por sus discursos en Unión Radio Sevilla:


"Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen"

Los restos de Queipo del Llano se encuentran enterrados en uno de los lugares más emblemáticos de Sevilla, la basílica de la Macarena. Construida en 1941, hoy es la sede de la hermandad del mismo nombre, que sale en procesión el Viernes Santo luciendo el fajín del militar falangista, a pesar de las críticas de las asociaciones por la memoria histórica.

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EmDee (Wikimedia)


Unos metros más allá del templo católico, se levantan las murallas de la ciudad. Resulta tristemente irónico. Una pequeña placa recuerda las decenas de fusilamientos que allí ocurrieron, ordenados por Queipo del Llano. Esta zona de la muralla sevillana es una de las cuatro puertas que se conservan de la cerca militar que rodeaba a la capital andaluza, junto con la puerta de Córdoba, el postigo del Aceite y los Reales Alcázares.

Un campo de concentración convertido en parador nacional


Francisco de Quevedo fue uno de los primeros inquilinos de la prisión leonesa de San Marcos, transformada luego en convento y que actualmente alberga uno de los paradores nacionales más lujosos de España. En 1938, tras la caída de Asturias, más de 7.000 hombres y 300 mujeres llegaron a vivir hacinados en condiciones infrahumanas.

Más de 20.000 personas pasaron por la cárcel de San MarcosDesde 1936 a 1940 veinte mil personas pasaron por esta cárcel. Muchos no salieron vivos de sus muros. Otros lo hicieron de camino al cementerio de León para ser fusilados, como el alcalde Miguel Castaño o Juan Rodríguez Lozano, abuelo del ex-presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Quien visita el hostal, sin embargo, debe buscar en su interior las huellas de la Guerra Civil y la represión franquista. Ése fue el caso de un ciudadano alemán que denunció a Booking por no avisar del trágico pasado del parador.

San Marcos fue testigo del horror. En el Archivo General Militar de Ávila consta como uno de los 72 campos de concentración repartidos en España. Las vivencias, narradas en primera persona por el escritor Victoriano Crémer, describen las terribles condiciones de los presos, que debían sufrir el frío y la humedad característicos de la ciudad, junto al hacinamiento, las palizas y el hambre propios de la tortura a la que se vieron sometidos.

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Bjørn Christian Tørrissen (Wikimedia)


Setenta y cinco años después del final de la Guerra Civil, la mayor parte de las ciudades españolas guarda todavía los horrores de la contienda y la represión en sus calles y principales monumentos. Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o León son sólo ejemplos de un pasado difícil de olvidar.

Estos rincones, como escribiera Miguel Hernández, están pintados, no vacíos, de los colores de las grandes pasiones y desgracias. El paso de los años y la amnesia colectiva les han hecho regresar del llanto. Tal vez el odio se amortigüe detrás de la ventana. Será la garra suave, la de las heridas no curadas por el tiempo y la desmemoria. Mientras tanto, dejadnos la esperanza.

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