Noticia El “caso Betamax”, uno de los grandes procesos contra la piratería, cumple 30 años

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Con el lanzamiento del sistema de vídeo Betamax, Universal y Disney demandaron a Sony porque su sistema podría abrir las puertas a la piratería si se usaba con fines poco honestos. Tras un largo proceso judicial, Sony ganaría la demanda y, a pesar de los temores de la industria de los contenidos, el reproductor de vídeo no mató al cine.


La tecnología ha cambiado mucho en los últimos 30 años; sin embargo, hay creencias que se siguen manteniendo a pesar que los hechos digan todo lo contrario. En el año 1975, Sony revolucionó el mercado audiovisual al presentar su sistema de reproducción y grabación de vídeo, el famoso formato Betamax que, aunque no llegó a buen puerto, se convirtió en uno de los primeros puntos de conflicto entre el las compañías del sector de la tecnología y el lobby de los contenidos.

La industria de los contenidos vio en el vídeo doméstico una gran amenaza.

Tras múltiples anuncios, Sony sorprendió al mundo con un reproductor de vídeo doméstico que permitía a los usuarios grabar contenidos de la televisión y verlos con posterioridad. Ofrecer al usuario la posibilidad de grabar un programa de televisión o parte de una película (las cintas Betamax solamente ofrecían 60 minutos) mientras éste veía otra cosa en otro canal (o hacía otra actividad), terminaría calando bien entre los consumidores y la tecnología tuvo bastante aceptación.

Dejando a un lado el desastre estratégico de Sony con el licenciamiento del formato Betamax (solamente le abrió las puertas a Sanyo) y la gran oportunidad que le presentó a Panasonic con el VHS (que hizo todo lo contrario que Sony y abrió el formato a todos los fabricantes), el vídeo en formato Beta ostenta el honor de ser uno de los primeros grandes conflictos con el lobby de los contenidos y su persecución de la piratería.

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Joel en Flickr


Sony vs. Universal Studios y Disney


Universal Studios y Disney demandaron a Sony por su sistema de grabación de vídeo Betamax.

¿Y por qué se lanzaron al ataque Universal Studios y Disney? La respuesta a la pregunta es bastante simple; ambas compañías vieron en el reproductor de vídeo un "enemigo", una puerta abierta a la piratería. Básicamente, el vídeo permitía a los usuarios grabar contenidos que se emitían en televisión; por tanto, a criterio de Universal Studios y Disney, el vídeo infringía los derechos de emisión de películas y contenidos en la televisión porque el usuario podía grabarlos y, después, verlos cuando quisiera.

Aunque nos pueda sonar raro, en el momento que se anunció el Betamax, el Congreso de Estados Unidos estaba reformando la ley de derechos de autor así que la demanda, en cierta medida, buscaba llamar la atención de los legisladores y proteger aún más el sistema.

En 1976, ambas compañías interpusieron una demanda contra Sony y la hacían responsable de las infracciones de copyright que pudiesen hacer los usuarios de sus grabadores de vídeo. Dos años más tarde, el Tribunal del Distrito de California falló a favor de Sony y consideró que no había infracción en las grabaciones de uso doméstico porque la fuente era "de acceso público" (la televisión). Los demandantes apelaron la sentencia y consiguieron que la balanza se inclinase a su favor porque se reconoció que el Betamax se había diseñado para grabar y, por tanto, era en parte responsable de las violaciones de copyright que se pudieran ocasionar.

Sony ganó la batalla en 1984 en el Tribunal Supremo de Estados Unidos.

El caso llegaría al Tribunal Supremo y, aunque al principio los magistrados apoyaban la decisión del tribunal de apelaciones, la balanza se terminaría inclinando a favor de Sony por una razón muy interesante: aunque el grabador de vídeo pudiese usarse para infringir los derechos de autor, el uso principal del dispositivo era legítimo.

Con un balance de 5 votos a favor de Sony frente a 4 a favor de Universal Studios y Disney, el Tribunal Supremo de Estados Unidos falló a favor del reproductor de vídeo y consideró legal que los usuarios grabasen contenidos de la televisión para verlos más tarde. Ni Universal ni Disney pudieron demostrar que el uso principal del vídeo iba a ser la piratería así que, tras años de lucha en los tribunales, el 17 de enero de 1984 se puso fin al contencioso.

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Mark Hillary


El vídeo doméstico no mató el cine


Cuando se introdujo en el mercado el reproductor de vídeo, el lobby de los contenidos se aventuró a decir que la industria del cine estaba amenazada. La gente iba a grabar contenidos de la televisión, iban a tener cintas con los programas que se pasaban en la tele para verlos en diferido y, quizás, se iban a saltar la publicidad; por tanto, a los ojos del lobby, su universo se tambaleaba.

Ni la televisión ni el vídeo doméstico mataron el cine, abrieron nuevas fuentes de ingresos.

Sin embargo, ni la emisión de películas a través de la televisión ni el reproductor de vídeo doméstico han matado el cine. La realidad es muy distinta; por la televisión se pasan películas que hace tiempo que dejaron de estar en el circuito comercial de salas y las televisiones pagan por los derechos de emisión de las mismas.

Por tanto, aunque el lobby de los contenidos considerase una amenaza la televisión y el vídeo, la realidad es que terminó convirtiéndose en una fuente más de ingresos porque, al final, la cinta de vídeo se transformó en un formato más de distribución que, hasta la llegada del DVD, se usó para comercializar películas para que el usuario las pudiese ver en casa.

Gracias a la sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos, el reproductor de vídeo se convirtió en ese gran complemento de la televisión de nuestra casa con el que poder ver películas cuando nos apetecía. Sin el Betamax, seguramente, el entretenimiento en el hogar sería muy distinto y el reproductor de DVD, el Blu-ray o, incluso, el vídeo bajo demanda no existiría porque las películas solamente se podrían ver en el cine o en la televisión.

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Las cosas no han cambiado tanto


Han pasado 30 años desde la sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos que le dio la razón a Sony y, sin embargo, la actitud agorera del lobby de los contenidos no ha cambiado mucho. Hace 30 años, el vídeo era el mal; hoy en día, el mal es Internet.

Las cosas no han cambiado tanto en 30 años, el lobby de los contenidos ve en Internet su nuevo "mal".

Internet sigue provocando el mismo miedo que provocó Betamax en su día, se mira a la red con recelo y, sin embargo, es un gran vehículo para la promoción y distribución de contenidos. Netflix es una compañía que se apoya en Internet y funciona a la perfección; ofrece vídeo bajo demanda a través de la red y los usuarios pueden consumir películas y series en un modelo de pago por suscripción que, incluso, permite a Netflix producir sus propios contenidos.

Se acusa a Internet y la piratería como la causa que provoca que la gente no vaya al cine; sin embargo, de las 25 películas más taquilleras de todos los tiempos, 20 han sido estrenadas en los últimos 15 años. La gente va al cine pero, con el precio que tienen las entradas, nos obligan a ser mucho más selectivos con lo que consumimos y, cuando se han realizado rebajas en las entradas, el público ha respondido favorablemente.

El caso de Betamax le demostró al lobby de los contenidos que las batallas judiciales o las leyes proteccionistas no podían frenar la innovación; han pasado 30 años y parece que las cosas siguen sin cambiar mucho.

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