Noticia “La Llegada” casi le habría encantado a Lovecraft, el padre del terror moderno

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A H.P. Lovecraft lo coronaron como el padre del terror moderno, de corte científico por muchas razones. Entonces, ¿qué tiene que ver este autor con nueva película, "La Llegada"? Todo.


Todavía fresca y en taquilla, la nueva película de Denis Villeneuve es un auténtico soplo de aire fresco en las historias de ciencia ficción que implican a los extraterrestres. Ya está bien de tanto pew pew, héroes ridículos y explosiones sin sentido. Porque los amantes de la ciencia ficción y las historias más profundas nos preguntamos: ¿qué ocurriría en una situación como la de la película? Y admitámoslo, la trama juega con esta idea de una forma magnífica. Una dirección y una puesta en escena que, probablemente, habría sorprendido incluso al padre del terror "que vino de las estrellas", Howard Phillips Lovecraft. ¿Habría disfrutado? ¿Habría votado positivo en las redes sociales? ¿O habría dejado una ácida y amargada crítica si hubiera tenido la oportunidad de comentar en una web? Advertimos de antemano que aquí comienzan los spoilers. Vamos a diseccionar prácticamente al completo la película. Así que no sigáis adelante, antes de haber disfrutado tanto del film como de los mitos de Cthulhu. Iä! He dicho.

"Lovecraftianismo" moderno


En realidad, para la importancia que tiene en la cultura actual, probablemente Lovecraft no posea la fama que se merece. Su influencia, desde finales del siglo XIX hasta casi mitad del XX fructificó una década después de su muerte. Pero, ¿influencia de qué? H. P. Lovecraft es considerado el padre conceptual del terror moderno, un terror que abandona lo sobrenatural de corte más fantástico y adopta el miedo por el universo terrible, absurdo y inabarcablemente grande, infinitamente más allá de la razón. El miedo al átomo, a los alienígenas, al tiempo, al destino inevitable, al vacío, al conocimiento prohibido, al sinsentido de la existencia... todo eso es Lovecraft.

El cosmicismo es la idea de que en realidad somos muy, muy, muy minúsculos en el universo

Por supuesto, no sólo se le debe esta temática a este autor. Junto con un prolífico círculo de amigos escritores (como Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, Robert Bloch, Frank Belknap Long, August Derleth), también conocidos como el Círculo de Lovecraft, trabajó estos temas. Entre todos crearon los "Mitos", una cosmogonía retorcida y funesta con una gran temática de telón de fondo: el cosmicismo. El cosmicismo es la idea de que en realidad somos muy, muy, muy minúsculos en el universo. Apenas un accidente de algo mucho más grande e incontrolable. ¿Os suena? Actualmente muchas de esas ideas están a flor de piel.

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H.P. Lovecraft y Frank Belknap Long en 1931


No solo en la ciencia ficción sino en la cultura pop. Desde el punto de vista de un simple lector y amante del horror, en general, las ideas lovecraftianas han calado en la sociedad, influyendo a todo tipo de autores, directores, filántropos, científicos, músicos... En muchos casos, por supuesto, se ha abandonado el terror típico de Lovecraft. En otros no, claro (¿alguien dijo "Alien"?). En cualquier caso, la visión clásica, con ciertos tintes románticos de los mitos de Cthulhu ha ido evolucionando a una especie de Lovecraftianismo moderno despojado del terror e impregnado en inquietud por el universo, el futuro y la tecnología. Pero "¿Y qué tiene todo esto que ver con La Llegada?", os preguntaréis. Todo, por supuesto.

¿Qué le hubiera gustado a Lovecraft?


Si Lovecraft hubiera podido sentarse a nuestro lado con un bol de palomitas, y suponiendo que sus "mitos" ya estuviesen bien afianzados, probablemente habría señalado algunos puntos que hacen clara referencia a las temáticas que más le gustaba tratar. Probablemente esta influencia tenga mucho que ver con su guionista, Eric Heisserer, quien ya ha jugado antes con otras temáticas lovecraftianas. Por si no lo has leído antes, te vuelvo a advertir que aquí llega una serie inconmensurable de spoilers. Y probablemente disfrutes más de esta lectura después de ver la película y leer un poco a Lovecraft. ¿Estás seguro de continuar? ¡Bien, vamos allá!

La estética retorcidamente pulcra


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Recuerdo perfectamente el primer momento en el que se me puso el vello de punta viendo la película. La cámara sigue al Helicóptero hacia un hormigueante campamento. Mientras sobrevuela aparece de fondo la imponente estructura del "casco" (o "shell"), de casi 500 metros. Una estructura geométricamente incómoda, que parece lisa y perfecta pero lo es todo menos eso. Es una especie de elipsoide con volumen, que engaña a la vista. Y su superficie, que parece perfectamente lisa es en realidad rugosa e irregular. La música combina perfectamente con el: una música extraña, que te taladra suavemente el cerebro mientras te recorre el espinazo. En la imagen, en la melodía, es todo maravillosamente pintoresco; pero a la vez está todo mal. Todo tan perfecto que toca el otro extremo, el de lo absolutamente incorrecto. Una sensación que rezuman los textos de Lovecraft, sus ideas, por todos lados. Esto se repite en toda la película: en la mirada triste de Louis, en "Abbott y Costello", en la estructura de las naves, en los mensajes, en los sonidos... En todo.

Una Geometría y física de otros mundos


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Detalle de un cartel de 'La llegada' - Paramount, FilmNation, Lava Bear Films, 21 Laps Entertainment


Un saltito y de pronto lo que es arriba se vuelve adelante. Abajo, atrás. O un lateral. En el "casco" depende de qué posición tomes durante la entrada a la sala donde se comunican con los alienígenas. La gravedad varía progresivamente, de forma natural. Las leyes de la física que conocemos en nuestro planeta dejan de tener sentido y alcanzan un nivel casi onírico. Más adelante, los propios heptápodos flotan como si calamares fueran en una atmósfera por completo gaseosa. Como en agua, pero sin agua. Mientras tanto, la nave y sus atributos son geométricamente inquietantes. Exactamente igual que en R'lyeh, la ciudad sumergida donde Cthulhu, el devorador de estrellas, yace esperando a que converjan los eones extraños. Una geometría vasta e irregular, que se pierde en detalles como el suelo cristalizado, en la misteriosa cámara negra que probablemente contenga el cuerpo del moribundo heptápodo. Exactamente igual que con los perros de Tíndalos, creación de Belknap, que residen en los ángulos del tiempo y no en las curvas, como nosotros. Por no hablar de los propios alienígenas, a los que vamos a dedicarle una sección aparte.

Unos Alienígenas muy extraterrestres


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Nada de parecerse a humanos, ni boca, ni ojos, ni brazos, ni piernas... Nada

Valga la odiosa redundancia, pero los heptápodos de La Llegada son muy, muy alienígenas. Hablamos de criaturas con simetría combinada heptamérica (con siete brazos) y bilateral (que se pueden partir por la mitad, como nosotros). Su forma de andar, combinando cinco patas contra dos, con manos como estrellas de mar con siete puntas, está fuera de las posibilidades de este planeta, por ahora. Por otro lado, esa capacidad de desplazarse como un calamar... es genial. Aunque un poco vista en la ciencia ficción actual. Sin embargo, se remonta a las ideas de Lovecraft. La gran mayoría de los alienígenas imaginados por el autor tenían mucho de criaturas de las profundidades marinas, de hongos y de seres emparentados lejanamente con los animales. Nada de bipedismo; ni ojos, ni boca ni brazos, ni piernas... Los alienígenas de Lovecraft son como los de La Llegada, totalmente diferentes a cualquier cosa que podamos conocer. Ominosos y extraños. Con formas no identificables de anatomía y sonidos que nos vuelven locos. De hecho, el momento en el que queda patente la influencia lovecraftiana (intencionada o no) es cuando Louise pone la mano contra el cristal y una forma de estrella marina de 7 puntas se pega en respuesta. Una imagen que casi recuerda a la composición en la que se ve a Lovecraft junto a un "Antiguo", la raza "protagonista" de En las montañas de la locura. Eso por no mencionar a Cthulhu, una referencia excesivamente fácil. Estoy segurísimo de que este punto, Lovecraft lo habría tomado como un guiño casi personal.

Las intenciones nada claras


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¿Qué demonios quieren los heptápodos? De eso va la película, ¿no? Al final parece que la protagonista llega a dilucidarlo, gracias a la última conversación. Sin embargo, lo que queda patente desde el comienzo es que las intenciones no son nada claras. ¿Quieren darnos un arma? ¿Que escojamos un arma? ¿Que les demos un arma? ¿Jugar al dominó y echar unas cañas? A pesar de que al final parece resolverse ese punto, la conversación deja pendiente otras mil millones de cuestiones. ¿Que volverán dentro de mucho tiempo porque necesitarán la ayuda de los humanos? Pero, ¿por qué? ¿Qué puede ser tan grande que nos necesiten a nosotros? Y ¿para qué? ¿Qué demonios tenemos que hacer con lo que sea que nos han dado? Como en las historias de terror del "Abuelo", los extraterrestres están mucho más allá de nuestro entendimiento. Se rebajan a nuestras habilidades comunicativas para tratar de elevarnos una pizca. Porque es como si tratásemos de explicarle física cuántica a nuestro perro. Pero mucho más complejo. Hablar con una raza terriblemente superior en todos los aspectos tendría, probablemente, ese efecto en nosotros: dejarnos confusos y sin tener demasiado claro qué está pasando y por qué. Lovecraft lo imaginaba así, y así lo reflejaba en sus obras.

El tiempo infinito


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Una de las cuestiones recursivas en los textos de Lovecraft es el tiempo. El tiempo era una cuestión tan enorme como el propio espacio o las leyes universales que rigen las cosas. Para el autor, el universo era absurdo, una especie de incoherencia cósmica en la que el orden (y nosotros mismos) solo es un accidente. Un accidente que no está preparado para lo que le depara el universo. El tiempo juega a favor de este aspecto. "Y aún en los extraños eones venideros, incluso la muerte puede morir" (sic). En los mitos, no hay un inicio, ni un final. Bueno, sí lo hay, un final que siempre parece paralelo a la línea de tiempo real. Porque llegar al final supone eso, el fin. Y nada más. Mientras tanto, sin embargo, se puede jugar con el tiempo cíclico, viajar hacia adelante, hacia atrás... ¿cambiar cosas? Tal vez solo estudiarlas. Como le ocurre a la Gran Raza de Yith, que viaja atrás y adelante en el tiempo, con sus mentes, introduciéndose en otros cuerpos con los que se intercambian. Diferentes especies de diferentes épocas son así estudiadas en los mitos, creando la gran biblioteca Pknakótica. Los heptápodos, y finalmente la propia Louise, también hacen esto, investigando y viajando suavemente en el tiempo. No mediante grandes fogonazos, personajes extraños en la sombra y máquinas del tiempo. No. Con la mente, como algo natural. Como algo infinito. Como el tiempo.

La locura


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Fuente: DaShadeE | Deviation


El gran tema presente en todos y cada uno de los escritos de Lovecraft, bien directo, bien como un sabor de fondo, que se paladea, es la locura. La locura en los mitos es casi una fuerza del destino que conduce a los personajes. De hecho, los grandes poderes fácticos universales, el propio hado, la muerte, la física, las razas... todos son devorados por la locura universal, incomprensible incluso para sus propios dioses que son víctimas consumidas por ella. Pero a pesar de ser algo tan fuerte, la manifestación en sus textos comienza siempre de manera muy sutil. Desde las palabras de Alhazred hasta las ratas en las paredes, la locura está a la vuelta de la esquina. Y puede ser la perdición o la bendición. Todo depende de cómo afrontemos la realidad. Exactamente igual que lo que le ocurre a Louise. La protagonista se enfrenta en más de una ocasión a la locura. Locura porque se enfrenta a cosas que no puede racionalizar: como viajar en el tiempo con la mente. O la muerte de su hija. O saber qué va a pasar. O la presencia de dos enormes extraterrestres a los que no entiende... También se refleja en la locura causada por el miedo entre los militares y en las naciones, que se disponen a atacar. Todos inmersos en un frenesí propio de una experiencia que les sobrepasa de lleno. Pero aquí es donde se acaban las similitudes. Pues la locura de La Llegada es de un corte mucho más melancólico, agridulce. Nada que ver con la locura instintiva, visceral y amarga de Lovecraft. Una locura que aunque resultase un alivio, hablamos de un alivio oscuro, el de la nada y la muerte.

¿Por qué sólo "casi" le hubiera gustado?


Bueno, como decíamos, aquí se terminan los paralelismos. Porque sinceramente, si Lovecraft hubiera sido el guionista es bastante probable que hubiera habido mucha más sangre, vísceras y terror en el film. La obra al completo del autor está dirigida por y para el terror. No un terror chabacano y de susto fácil. Sino más bien el terror angustioso procedente de Poe, de los grabados de Doré; del comienzo de la Guerra; de la inquietud científica y la apertura de puertas desconocidas hasta la fecha. A Lovecraft no le gustaba la sangre (al más puro estilo Clive Barker) sino que era visceralmente natural. Su descripción de las cosas resultaba repulsiva por la naturalidad que tenía lo que "pintaba".

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H. P. Lovecraft en todo su esplendor.


Por el contrario, La Llegada busca más allá del conflicto con los alienígenas y expone una imagen mucho más benevolente. La imagen de una humanidad que acaba de dar el primer paso de su evolución, de un futuro probablemente mejor. Otro aspecto que tal vez hubiera incomodado a Lovecraft es ese protagonismo humano (¡y encima con una mujer!), ya que el autor, además de misógino y ligeramente racista era profundamente asocial. O eso dicen. De hecho, en todos sus escritos, los seres humanos son el elemento conductor. Pero no los protagonistas. En realidad, el protagonismo lo tiene siempre algo mucho más grande y oscuro, que nos observa desde lejos con ojos ciegos. Un terror que vine más allá del firmamento.

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