Noticia ‘The Old Guard’: una adaptación que, sin querer, traiciona al cómic original

La adaptación de The Old Guard, conocido cómic del mismo nombre creado por Greg Rucka y Leandro Fernández para la editorial Image Comics, tenía todas las de ganar en su llegada a la televisión. No solo Netflix le brindó una total libertad a Rucka — que se encargó de escribir la historia para formato cinematográfico — para adaptar la historia tal y como lo imaginó, sino que además la producción contaría con un elenco de lujo para llevar las complicadas vivencias de un grupo de guerreros inmortales.

Por algún motivo, la combinación no fue suficiente. El film dirigido por Gina Prince-Bythewood ha cosechado desde su estreno críticas mixtas por su ritmo desigual, guion blando y una torpe puesta en escena. También por las apreciables diferencias en puntos críticos con el material de origen. ¿Cómo puede explicarse la disparidad entre ambas historias? ¿Qué provocó las decisiones creativas debatibles sobre la trama, que todavía sorprenden a los fanáticos del cómic original?

Una mirada superficial a una historia compleja



La historia sigue las líneas argumentales del primer volumen de la serie Opening Fire, que narra la dura y complicada existencia de un grupo de cuatro guerreros inmortales —o casi, como hace hincapié el guion de Rucka a cada tanto— cuya misión es la de proteger a nuestro mundo. Liderados por Andy/Andromache the Scythian (Charlize Theron), todos tienen la particularidad de ser prácticamente imposibles de matar, salvo ciertas excepciones. Desde las guerras napoleónicas, el número de mercenarios ha sido el mismo, hasta que cada miembro comienza a soñar con un quinto, la marine estadounidense Nile Freeman (KiKi Layne), que después de ser degollada en medio de una maniobra en Afganistán, despierta en un hospital de campaña, ilesa.

Rucka toma la arriesgada decisión de combinar las líneas de la trama fundamental del volumen y combinarlas con las del segundo, aún en progreso, creando una historia incompleta. La combinación resulta en pequeños saltos temporales innecesarios — que, de hecho, el texto del cómic evita con cuidado — y la extraña sensación de que la película cuenta dos historias a la vez sin que se decida por una particular para narrar de manera completa.


Por un lado, el grupo de Andy tiene la extraña misión de permanecer oculto a la vez que intenta encontrar al nuevo miembro del equipo, todo en mitad de persecuciones extravagantes y una puesta en escena que desmerece la brillante línea narrativa de su homónimo en cómic.

Según el propio Rucka se trata de una búsqueda para profundizar la historia y llevarla a un nuevo nivel en pantalla. Según sus propias palabras, al escribir el guion notó que el personaje de Nile era una excusa para que el resto de los miembros de la vieja orden de inmortales pudieran explicar al posible lector su naturaleza. Pero en pantalla, el recurso no podía funcionar con tanta facilidad.

Intentó dotar a todos los personajes de una tridimensionalidad de la que carecen en la primera parte de la historia. A pesar de las buenas intenciones, la notoria intención de cruzar líneas narrativas de diversa índole y explicar la extrañísima naturaleza del grupo de mercenarios con fragmentos de información incompletos no resulta de todo efectiva. De hecho, aunque el argumento no parece depender de Nile o de Andy para comprenderse, la narración de un lado y de otro termina por convertir a la película en una confusa mezcla de tonos, ritmos y al final, una poco efectiva mirada a la idea central del film.

Grandes temas en silencio



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THE OLD GUARD (2020) - clockwise from top: Matthias Schoenaerts ("Booker’), Charlize Theron ("Andy"), Luca Marinelli ("Nicky”).
Photo Credit: AIMEE SPINKS/NETFLIX ©2020

Por supuesto, el tema de la inclusión está presente en la película, lo que por supuesto es un tema complicado para comprender el escenario al completo en contraste con el cómic. El escritor cambió la raza de Nile y la de Copley, el agente de la CIA interpretado por Chiwetel Ejiofor, que está en búsqueda de la Orden con la intención de encontrar y posteriormente lucrarse, del secreto de la inmortalidad. Y aunque no es un cambio especialmente significativo en el ámbito cinematográfico, lo es a nivel argumental en la medida en que cada personaje en el cómic es un reflejo irónico de cierta parte de la sociedad y cultura que representa. De modo que el grupo étnico al que pertenecen sus personajes principales tienen un peso fundamental para comprender sus decisiones y orígenes, en especial de cara al enigma que les proporciona su longevidad, una idea que la película pasa por alto y su versión gráfica mantiene en un cuidado equilibrio argumental.


También el villano Merrick cambió: de ser un colosal e hipermusculado estereotipo de malvado sin otra intención que ser desagradable y que codicia la inmortalidad en beneficio propio, se convierte para el film en un farmacéutico multimillonario interpretado por Harry Melling (Dudley Dursley en la saga de Harry Potter), que simboliza la cultura de masas y la crueldad virtual contemporánea. Pero el intento de Rucka por llevar la extraña versión del bien y del mal encarnado en una eternidad de luchas no tiene la misma efectividad que en el cómic, por lo que Merrick termina por ser una excusa en la ambición de nuestra cultura en la búsqueda de la juventud y la belleza.

The Old Guard: un camino a ninguna parte


El punto más significativo de los cambios del cómic a la televisión es quizás minimizar el tema del tráfico de personas y la esclavitud, ambos tópicos de primordial importancia para el argumento original.

Aunque el punto se explora una vez, en la trama parece sugerir cierta continuidad temporal que se hace mucho menos efectiva en la película, en la que el nudo argumental parece incidental y sin demasiada relación con el resto de la historia. En el segundo volumen del cómic, los mercenarios vuelven en busca de “esclavistas” y es obvio que este dilema atemporal sobre la libertad y la dignidad de las víctimas es de enorme interés al momento de analizar de Old Guard como un todo en conjunto.

De hecho, todo lo relacionado con la esclavitud es una forma de brindar tridimensionalidad a los personajes: en el cuarto número de Opening Fire, la historia de Andy retrocede 200 años para mostrar su relación romántica con Aquiles, un esclavo de quién se enamora y a quien ve envejecer. La relación es la excusa de Rucka para explorar y profundizar en la psique de su poderoso personaje principal, sino también para hacer unas cuantas críticas veladas relacionadas con el miedo, el tiempo y la forma en que el prejuicio es un elemento de violencia tan antiguo como el hombre.

Por supuesto, la historia se incluye, pero desde una perspectiva tan simple que en The Old Guard resulta un adorno exótico sin verdadero valor que plantea una serie de interrogantes sin mayor sustancia.

El problema radica en que la elevada edad de los personajes hace imprescindible la narración exhaustiva de su mundo intelectual, aunque solo sea por el hecho de brindar dimensión histórica a la inmortalidad, algo que la película no hace y que desdeña en favor de los rasgos más extraordinarios y visibles. Al final, resulta desconcertante la forma en la que Rucka simplificó su historia en beneficio de hacerla quizás más consumible. Una mirada dolorosa sobre un producto más elaborado, que quizás sea uno de los puntos más bajos de una narración irregular.

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