Noticia Las chucherías que comíamos en los 90

Eran los 90: había alguna guerra en un país lejano, no existía para nosotros Internet, y nada de eso nos importaba. Nos dedicábamos a intentar ser los más guays en el patio, a tener lo último en chorradillas del “Todo a 100″, y en gastarnos toda la paga en chucherías. Y ¿qué chucherías eran? Puede que no te acuerdes ahora, pero esto te servirá para refrescarte la memoria.


0200001-e1426642129449.jpg


Cantimploras

Eran de todos los colores, y de todos los sabores, pero probablemente tú te acordabas solo del sabor del azúcar. Aunque eran de sabores distintos, lo más seguro es que tú tendrías un preferido. Pero la sensación era única, sobre todo cuando cuando con los dientes eras tú el que abría la botella y empezabas a merendar con ese azúcar edulcorado.

No sé si a día de hoy lo siguen vendiendo, pero o lo han hecho más sano y lo han vendido como si fuera otra cosa, o desapareció del mercado. ¿Tú te acuerdas de los rascas que tenían premio en la etiqueta, por si te tocaba algo? Ay, bendita infancia donde nos preocupaba únicamente cómo rascar esa zona de la cantimplora.



P1010165-e1426642178381.jpg


Palotes

Había niños a los que no les gustaban los palotes. Pero, ¿qué clase de gente era esa? ¿Es hoy en día gente de fiar? Bueno, seguramente parezcan personas normales, pero dentro de ellas hay cosas que aún no entienden. ¡Con lo buenos que estaban estos dulces!

Los más comunes eran los de fresa, los que encontrábamos en las bolsas de chuches que nos regalaban por los cumpleaños, o estaban metidos todos en el mismo bote. Pero por si no lo recuerdas, también los había de otro tipo de sabores, y no eran los típicos.

Sí, había alguno de plátano, por ejemplo, pero también de sandía o tropical. Eso sí, de vez en cuando, se nos olvidaba alguno en el bolsillo del abrigo, o en una mochila, y al cabo de unos días, se ponía duro, y se podía utilizar casi para forzar una cerradura a base de golpes.



acc9dceabba56f54590654f9ea7a98d9-e1426642194748.jpg


Chicles Boomer

Si hay un icono de nuestra infancia, existe la gran probabilidad de que sean los chicles Boomer. Eran chicles normales, de toda la vida, pero los Boomer tenían algo especial, y es que, según recordamos nosotros, el sabor duraba horas y horas. Y no se ponía duro, como los chicles de ahora, y los que considerábamos “chicles de mayores”, sí, esos que apenas contenían azúcar y que eran como masticar cartón.

El cambio de la infancia a la adolescencia, o al ser adulto, lo marca cuando dejamos de comer estos chicles. Claro que con su cambio de imagen, y su desaparición del mercado, parece que todos hayamos crecido de golpe. De vez en cuando, podemos encontrar en alguna tienda alguno con el packaging o envoltorio de los nuevos.

Pero no lo neguemos, todos lo sabemos: si desapareció fue para acabar con esos sabores horribles a natillas o a galleta maría.



inset-127320-e1426642229891.jpg


Push-pop

Es uno de esos caramelos raros donde los haya. Un caramelo para chupar y guardar. Sí, suena estrambótico y fálico. Pero nos encantaba, y eh, no miréis con cara rara, porque también gustaba a los varones. Los sabores eran muy normales: fresa, sandía, cereza… y nos creíamos los reyes del patio solo por llevarlos en el cinturón.

A día de hoy, no hay nada que nos parezca más cutre que llevar algo colgado del cinturón (tener la funda de móvil ahí solo se reserva a empresarios antiguos y a vaqueros). Aunque la vida sería más divertida si todos lleváramos un Push Pop en el pantalón.

Claro que no había nada más raro que su funcionamiento: metes el dedo por detrás, para chuparlo por delante. El vídeo tampoco tiene desperdicio: “No me des a mí, dale al Push Pop. Cógele el gusto y guárdate el resto”. Es escalofriante.




mega-frizz-roll-juan-lópez-e1426642248758.jpg


Pastillas

Sí, la marca es de Fizzroll, aunque ahora seguro que hay cientos. Aún así, no los vendían en todas partes, y nos sentíamos afortunados si encontrábamos un paquete de este tipo. Era de lo más guay porque parecía medicina. Y más tarde, simulábamos que eran drogas.

Puede que si tenemos un día tonto, hagamos todavía ese tipo de ensoñaciones. Pero era gracioso: siempre teníamos algunas de un color favorito, y podríamos estudiar el comportamiento de los niños crecidos de los 90, según lo que hacían: los que dejaban sus favoritos para el final, o los que acababan con ellos antes.

El sabor era el mismo en casi todas las pildoritas, pero este fue el primero de los caramelos que simulaba ser un medicamento. Luego salieron otros, que tenían incluso el plastiquito de metal. Jo, qué mayores nos sentíamos.



demo.jpg


Peta-zetas

Los Peta Zetas eran lo mejor del mundo. Y el niño del dibujo del paquete lo explicaba más que bien, no porque se nos alargara el cuello, sino porque nuestra lengua se convertía en el escenario de un petardeo de azúcar. A día de hoy no sabemos de qué va esa reacción química, pero nos da igual: nos encanta cuando saltan.

Y los más audaces siempre cogíamos alguno de los granitos, que parecían granos grandes de sal, e intentábamos morderlos. Esos saltaban al instante, y era una sensación de lo más interesante. Y era así como pasaban nuestros días de colegio y nuestras horas de patio.



fresquito_dipper_licker.jpg


Fresquitos

Los Fresquitos eran lo mejor que habían inventado desde las cantimploras. Era una piruleta que había que mojar en eso que llamamos pica-pica, y aún no sabemos qué palabra utilizar, salvo esa. Sí, en la foto simplemente parece que lo toman los kinkis que buscan un subidón pero puede que nosotros también estuviéramos enganchados al azúcar.

Aunque los había de muchos sabores, al menos nosotros solo recordamos uno, el tradicional. ¿Acaso aquí se vendieron los otros? No sabemos, pero ahora mismo tenemos ganas de ir al primer chino que encontremos y buscar estos caramelos.



fini_boom_liquid_display_gum-e1426642315629.jpg


Bombas

En España, siempre nos hemos caracterizado a cumplir entregas y plazos, y a desafiar al resto con una frase que empieza por “a que no te atreves a…” o en su versión adulta de “No hay cojones de…”. Bueno, puede que este fuese el primer reto de nuestras vidas.

Porque si te acuerdas, este caramelo era lo más amargo que te podías encontrar. Era casi imposible no hacer ninguna mueca cuando te metías eso en la boca. Pero te compensaba el hecho de encontrar después, al terminar el caramelo, un chicle con un liquidito que era aún más dulce y que ese sí te encantaba.



aspitos.jpg


Aspitos

Los Aspitos eran de lo mejor. Pasaban desapercibidos en las tiendas, y seguramente los comíamos cuando venían en una de esas bolsas que repartían los niños en su cumpleaños (salvo aquellos que cumplían en vacaciones, claro). En cualquier caso, estaban hechos de maíz, y eran de lo mejor.

Había, incluso de varios sabores: uno normal, y otro con regusto a jamón. Si te acuerdas de estos últimos, no te sonará a chino cuando te digo que el sabor de ese último era muy parecido al de los monchitos, esos granos de arroz inflado tan saladitos, que tanto nos gustaban.

¿Siguen vendiendo estas cosas?



zipzicle1-680x388.jpg


Flashes

Y por último, lo que nosotros llamábamos Flashes. Puede que nos dijeran en algún momento de nuestra infancia, que solo era agua con color y azúcar. Pero para nosotros era mucho más: esos colores radiactivos, eran mágicos. Y no sabemos por qué nos gustaban tanto, pero lo adorábamos.

De hecho, se siguen vendiendo de diferentes marcas, y es más, y por eso ponemos la foto: ahora lo que se lleva es comprar el plástico para que las madres, es decir, esas niñas de los 90 (al menos algunas) que ya son madres, han decidido darles a sus hijos esa alternativa sana, la de poner en los plastiquitos zumo de fresa, o de lo que fuese.

La sensación es la misma, aunque no del todo. Porque de lo que nos acordábamos nosotros era de esa emoción al abrirlo, y la de hacernos daño porque el plástico ese parecía más bien un cuchillo afilado de carnicero.


La entrada Las chucherías que comíamos en los 90 aparece primero en Ocio.

Continúar leyendo...