Noticia Morir con humanidad: lo que hemos aprendido de la primera ola y lo que queda por mejorar

Noelia es neurocirujana y vive con sus hijos en Noruega. El resto de su familia está en España y hace unas semanas les golpeó de lleno la pandemia. Su padre y su hermano, con síndrome de Down, ingresaron en la UCI del Hospital Comarcal Santa Ana de Motril (Granada) con respiración asistida, su hermana estaba muy grave en planta y su madre, confinada en casa. Todos con prueba positiva de covid-19.

Noelia vino a Granada y, gracias al personal de la UCI, pudo estar presente cuando a su hermano le retiraron el respirador. “Pude darle la calma de una cara conocida y la posibilidad de expresarse con sus gestos hasta que lo trasladaron a planta”, cuenta a SINC. Agradece mucho a los médicos que lo trasladaran a la misma habitación que su hermana.

“La experiencia de estar a su lado en su trayectoria final ha supuesto para mí y para mi familia la gota de paz que necesitábamos para despedirlo con dignidad”, afirma Noelia

Lamentablemente, su padre falleció tras 17 días ingresado en la UCI. Su madre, que dio negativo en covid-19 poco antes de que muriera su marido, pudo acompañarlo en sus últimos momentos, y también Noelia. “La experiencia de estar a su lado en su trayectoria final ha supuesto para mí y para mi familia la gota de paz que necesitábamos para despedirlo con dignidad”, afirma.

Tanto ella como su madre contaron con equipos de protección individual (EPI) en todo momento y se sintieron seguras, aunque Noelia, dada su profesión, tiene asumido el riesgo de infección que conlleva su día a día. “El miedo al contagio no fue un impedimento para hacer lo que creí correcto: masajearle sus dedos hinchados, contarle cómo evolucionaba el niño de la casa, ponerle la canción que más le emocionaba o transmitirle que mi madre estaba en casa esperando que todo saliera lo mejor posible pero que aún no podía visitarlo”, describe.

Tras las miles de familias que no pudieron acompañar a sus familiares fallecidos en la primera ola, hoy casos como el de Noelia son más comunes en nuestro país. Lo confirman los expertos consultados por SINC. “En general, en esta segunda ola se ha intentado que, en estos momentos tan difíciles, los pacientes estén bien informados y se les permitan las visitas de sus familiares para despedirse”, señala a SINC María Cruz Martín Delgado, expresidenta de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC).


Según la especialista esto requiere ciertas precauciones, como tener los circuitos de visitas establecidos para hacerlo con la máxima seguridad y disponer de equipos de protección individual para los familiares.



Las conclusiones fueron demoledoras: el 52,4 % afirmó haber encontrado algún paciente fallecido al entrar en su habitación. En cuanto a las despedidas, en los casos con covid-19 casi la mitad no pudo despedirse de sus familiares. Esa proporción era menor (cercana al 20 %) en pacientes sin la enfermedad. No han repetido el estudio en esta segunda ola.

“A los pacientes con covid-19 te decían que entraras a lo estrictamente necesario, pero cuando hablamos de cuidar todo es estrictamente necesario”, aduce el vicepresidente de SECPAL, que muestra frustración en sus palabras porque, aunque hacen lo que pueden, “nunca es suficiente”.

Huella psicológica en los sanitarios​


¿Cómo afecta al personal sanitario haber tenido que sustituir a los familiares en esos momentos tan duros? En el plan de desescalada publicado en julio por las sociedades de medicina intensiva, los especialistas aseguran que la falta de comunicación entre pacientes y familiares aumentó el estrés y la ansiedad de los profesionales sanitarios.

Junto al estrés físico debido a la alta carga de trabajo, el estrés psicólogo les ha golpeado de lleno, propiciado por diferentes motivos, entre ellos, la soledad y el aislamiento de los pacientes, la dificultad para ofrecer los mejores cuidados, incluidos los del final de la vida, y la exposición al dolor y a la muerte.

Una investigación publicada en JAMA Network Open reveló que en más de 1.200 profesionales sanitarios de China que trataron a pacientes con SARS-CoV-2 al inicio de la pandemia, la mitad mostró ansiedad y depresión, más de un 70 % sufrió estrés y casi un 35 % padeció insomnio. En España, otro estudio mostró que más del 70 % de los sanitarios confirmó haber sufrido un impacto psicológico grave en ese período.

“Durante estos meses hemos visto una elevada mortalidad en muchas unidades y en plantas de hospitalización lo que ha llevado a que muchos profesionales vivieran situaciones muy estresantes que han ocasionado sufrimiento moral, cuidados percibidos como inapropiados y fatiga por compasión”, recalca la expresidenta de la SEMICYUC. “Todo ello puede llevar a medio y largo plazo a un desgaste profesional”, sostiene.

Los especialistas consideran “un imperativo ético” proporcionar cuidados paliativos de alta calidad para todos los pacientes que tienen probabilidades de morir, con independencia de la edad. Eso incluye que las familias visiten y participen en las decisiones de salud de sus seres queridos y es algo que ningún virus debería volver a arrebatar.


Este artículo fue publicado originalmente en Agencia Sinc

El artículo Morir con humanidad: lo que hemos aprendido de la primera ola y lo que queda por mejorar se publicó en Hipertextual.

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