Noticia ¿Piensan los humanos de manera original? La ciencia dice lo contrario

¿Piensan los humanos de manera original? La ciencia dice lo contrario



Pese a la creencia general, lo cierto es que estudio revelan que los chimpancés son más racionales que los humanos.


Los chimpancés son los parientes animales más cercanos de los seres humanos, compartiendo hasta el 98 por ciento de nuestros genes. Y a pesar de que en la actualidad nuestros cuerpos exhiben rasgos diferentes a los de estos, la funcionalidad de sus manos y las expresiones faciales dejan evidencia del parentesco.

Pero curiosamente, tras muchos años de evolución, los chimpancés no son tan numerosos y siguen viviendo de manera salvaje, mientras que los seres humanos lograron establecerse en diferentes lugares del mundo y adaptarse a condiciones climáticas muy diversas.


No por nada luchan por perpetuar su existencia día a día. Y a pesar de sus conocidas limitaciones físicas, el ego de los seres humanos está bastante elevado. Podríamos pensar que esta colonización del planeta se debe a un nivel de inteligencia superior, a la originalidad de nuestra idiosincrasia, pero la ciencia parece estar aboliendo esta idea.

Un número creciente de científicos cognitivos y antropólogos ha empezado a apoyar la idea de que en lugar de la innovación, la imitación es lo que ha valido el éxito evolutivo de la humanidad: precisamente el hecho de no pensar por nosotros mismos. Así que en lugar de Homo Sapiens, traducido como “hombre que piensa”, podríamos ser en realidad Homo imitans: “hombre el imitador”.

Los chimpancés parecen más racionales que los humanos


Un estudio llevado a cabo por Victoria Horner y Andrew Whiten consistió en hacer el mismo experimento con dos grupos de sujetos de prueba: uno de niños entre tres y cinco años de edad, y uno de chimpancés.

A cada grupo se le mostró una caja mecánica con un regalo adentro bajo dos condiciones diferentes: una opaca y otra transparente. Los investigadores demostraron a ambos grupos cómo abrir la caja para obtener el regalo en su interior, pero también incluyeron un paso irrelevante de tocar la caja con un palo.

Los niños humanos copiaron cuidadosamente todos los pasos para abrir la caja, incluyendo el del golpe a la caja incluso sabiendo que el palo no brindaba ningún beneficio práctico en dicho objetivo. Dicho de manera sencilla, copiaron irracionalmente lo que habían visto, no únicamente aquello que les sería de utilidad para abrir la caja.


En cambio, los chimpancés solo imitaron en exceso en la condición opaca. En la condición transparente, pudiendo notar que tocar la caja con un palo era mecánicamente inútil, simplemente abrieron la caja con sus propias manos. Comparados con los niños humanos, los chimpancés fueron más racionales a la hora de elegir qué acciones imitar.

Y aunque los niños de este experimento eran bastante pequeños, otras investigaciones han arrojado resultados similares con niños mayores e incluso adultos: los humanos tienen más probabilidades de copiar las acciones de los demás sin pensar. También notaron que los bebés pequeños tienen menos probabilidades de copiar con precisión, incluso las acciones poco prácticas.

Cultura acumulativa


En su artículo en The Conversation, Connor Wood, un investigador de teología en la Universidad de Boston saca a la luz un término empleado por los antropólogos para referirse a la propensión humana a la sobreimitación: la cultura acumulativa, por medio de la cual se pueden desarrollar habilidades y tecnologías a largo plazo que se transmitan entre generaciones.

Para poder disfrutar de los avances tecnológicos y de pensamiento de la actualidad, los humanos debieron cometer muchos errores y ensayar muchas veces. Pero cuando vamos a la escuela, nos saltamos los detalles de la historia y nos enfocamos en lo verdaderamente importante en nuestra actualidad.


Pocas personas se interesan por conocer la razón detrás de cada paso que aprendemos. La mayoría los sigue ciegamente porque tiene algún tipo de fé o seguridad de que estos en realidad funcionarán.

“Ninguna persona podría comprender todas las razones prácticas detrás de cada paso para hacer una reverencia o tallar una canoa, y mucho menos transformar los minerales de tierras raras en iPhones. Pero mientras la gente copie con alta fidelidad, la tecnología se transmite”.

Algo así como la receta secreta de las abuelas. Con frecuencia vemos que estas quieren heredar sus conocimientos culinarios a sus hijos y nietos, de modo que estos puedan disfrutar de ellos también y quién sabe si obtener beneficios extras. La abuela no te enseñará los resultados de cada ensayo que hizo para perfeccionar su método, sino el método infalible.

Beneficios más allá del avance tecnológico


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Este tipo de rituales son importantes, no solo porque promueven el desarrollo tecnológico, por ejemplo, sino que también permite mantener a las masas aplacadas. Las buenas costumbres provienen principalmente de nuestra familiar: imitamos el comportamiento de nuestros padres, hacemos lo que nos recomiendan durante nuestra infancia.

Si las personas rechazan los comportamientos estipulados por las autoridades, puede que haya más problemas que en la actualidad. Si lo pensamos detenidamente, pocos son los humanos que piensan en el bien común. La mayoría sigue su instinto de sobrevivir, y parte de ello reside en su capacidad de imitar irracionalmente a otros, aunque esto no siempre nos resulte útil en dicho objetivo.

“En el fondo, los seres humanos no son innovadores valientes y autosuficientes, sino cuidadosos si se conforman con inteligencia. Realizamos e imitamos acciones aparentemente poco prácticas porque hacerlo es la clave para aprender habilidades culturales complejas y porque los rituales crean y sostienen las identidades culturales y la solidaridad de las que dependemos para sobrevivir. De hecho, copiar a otros es una forma poderosa de establecer una buena relación social. Por ejemplo, imitar el lenguaje corporal de otro puede inducirlo a que le guste y confíe más en usted”.

Pero en cambio, si pensamos un poco más las cosas, podríamos llegar a preguntarnos “¿qué utilidad tiene hacer esto que hace mi amigo?”. Entonces lo pensaríamos dos y tres veces antes de probar algo solo porque los demás lo hacen.

Cuéntanos entonces: ¿imitas o piensas? Cuando alguien vuelva a hablarte de la inteligencia superior de los seres humanos, probablemente te rías. Coméntale que somos lo que somos gracias a que nos imitamos.

Referencia:



Este artículo fue publicado originalmente en Tekcrispy

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