¿Por qué amas a tu perro o a tu gato? La ciencia lo explica

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Especies "opuestas" desde la perspectiva humana durante toda la historia y cargadas de tópicos, varios estudios han intentado desgranar si existe alguna correlación entre las preferencias de una persona por tener como mascota un perro o un gato. Y sí, los tópicos aquí se cumplen en muchos casos, aunque con notables excepciones.


Leales versus independientes. Sociables contra sigilosos. Paseos por el parque o la comodidad del hogar. La "guerra" entre perros y gatos tiene bastante más de humana que de las disputas que pueda haber entre estos dos animales que, no obstante, al tener hábitos sociales distintos es normal que choquen en algún punto. Sin embargo nos hemos encargados de establecer una dicotomía clara entre los dos: ¿Eres más de perros o gatos? Una pregunta que para algunos autores supuso incluso durante un tiempo un buen punto de partida para trazar la personalidad de las personas. Como si preguntáramos a alguien si se considera conservador o progresista.

Lo cierto es que solo los dueños de sus mascotas tienen la respuesta correcta para saber qué animal es mejor como compañero. Dirán que es el suyo, y no sin razón, ya que existen pruebas empíricas de que los dueños y sus animales domésticos liberan de igual forma oxitocina -la llamada hormona de la felicidad- al verse tras un corto periodo de tiempo separados.


Sin embargo, campos como la psicología, y también la cada vez más abundante rama de la antrozoología -el estudio científico de la interacción humano-animal no humano-, han realizado en los últimos años diversos estudios para conocer hasta qué punto existen correlaciones entre las preferencias de una persona por tener un gato o un perro y su personalidad.

Tres estudios que confirman (casi) todos los tópicos


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Foto: Eduardo Arcos

Pero entrando en el meollo, ¿qué rasgos diferencian las personalidades de amantes de los gatos y de los perros? En 2010, un estudio realizado a 4.500 personas mediante un formulario elaborado por la Universidad de Texas, fue el primero en abordar de forma concreta esta cuestión.

El estudio, liderado por el psicólogo Sam Gosling, dividía en primer lugar a los encuestados entre amantes de los perros, amantes de los gatos, de las dos especies, o de ninguno. Las preguntas estaban basadas en el llamado modelo de los Cinco Grandes, un método de definición de la personalidad que divide sus rasgos en la extraversión (tendencia a ser sociable) openness o mentalidad abierta (afrontar bien los cambios, mentalidad más creativa...), responsabilidad y auto-organización (en el sentido de tener una mente ordenada para la consecución de tareas), afabilidad (la tendencia a ser altruista y confiada o más bien escéptico) y por último neuroticismo, que no hay que llevar al extremo de comportamientos neuróticos, si no más bien a tener más tendencia a preocuparse o cómo se sobrelleva la inestabilidad emocional.


Las respuestas del test de Golding dieron como resultado que los que se definían como “amantes de los perros” tienden a ser más sociables y extrovertidos, mientras que los “amantes de los gatos” son más reflexivos e introvertidos, son menos estables anímicamente, pero también tienen un pensamiento más abierto e imaginativo.

Hasta ahí el estudio parece dibujar el típico prototipo de dueño de un perro grande y vivaracho que quiere salir mucho a pasear por la persona más introspectiva que prefiere un gato que le haga compañía en casa. Un perfil para los amantes de los gatos que quizá es algo contradictorio con la última conclusión del estudio, que es que los dueños de los felinos están bastante más abiertos que los de los dueños de perros a tener nuevas experiencias. Todos estos resultados se daban por igual de forma independiente a la edad y el sexo de los encuestados.


“Una vez que conoces los resultados todos parecen cuadrar. Los perros son compañeros, juegan, se te suben encima, mientras que de los gatos tenemos la idea de que si bien también dan cariño, son más independientes”, argumentaba Gosling en una entrevista sobre este estudio con la CNN, quien matiza. “Pero estas categorías que tenemos en el subconsciente sobre las mascotas tampoco son completas. A fin de cuentas de invertir los resultados muchos dueños de animales también se habrían sentido identificados”, señala.

¿Los dueños de los gatos más dados a la cultura y los de los perros más competitivos?


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Foto: Dariusz Sankowski

Un estudio posterior de 2014, realizado por Denise Guastello, profesora de psicología en la Universidad de Carroll, en Wisconsin, confirmaba buena parte de las correlaciones que se habían dado anteriormente, pero las añadía al entorno. Los dueños de los perros son más abiertos, sí, pero también vivían mayoritariamente en zonas rurales o casas con jardín, mientras que el dueño de gato era mayoritariamente urbanita. Este estudio incluía además un test de inteligencia y personalidad que añadía las cualidades de sarcástico y de tener una mayor cultura general a los proclives a tener un felino. ¿Significa esto que los dueños de los gatos son más listos? Lógicamente no, pero los autores del informe ligaban estos resultados también al entorno. El dueño de un gato, dado su carácter más hogareño e introvertido, “tal vez está más en casa leyendo un libro, ya que tu gato no tiene que salir a dar un paseo”, comentaba Guastello en un artículo en LiveScience.

Por último, el tercer estudio importante en este campo de personalidad gatuna o perruna se llevó a cabo en Melbourne hace solo un año y medio. En él la conclusión más novedosa es que los dueños de perros tienen una mente más dirigida a la estratificación social, a pesar que hay distintos rasgos -quizá similar a los que hay en una manada- y también a ser más competitivos, mientras que los amantes de los gatos son un tanto más anárquicos. Este mismo informe incidía en sus conclusiones que las personas tendemos a buscar animales que se aproximen a nuestra forma de vida. Algo que tiene sentido bajo el argumento del dueño del gato urbanita e introspectivo, y el dueño del perro más social.

Sin embargo, y como suele pasar con muchos estudios ligados a la psicología y la sociología, todos estas conclusiones no se pueden dar como categóricas. En un reciente artículo en Psychology Today, la Doctora Susan Krauss cuestionaba la metodología de algunas de estas encuestas por demasiado generalistas. Además, Krauss también incide en una idea lógica: no se puede meter en el mismo saco a una persona que tiene un perro de unos pocos kilos con la actividad y hábitos que conlleva y a las personas que tienen un mastín o un perro de tamaño medio y grande.

Conocer de dónde vienen perros y gatos también nos puede ayudar


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Foto: Andrew Pons

En este sentido, quizá para entender bien muchos de los tópicos que se asocian con perros y gatos y también con las costumbres de sus dueños es importante saber el origen de la relación de estos compañeros con los humanos. Como es sabido todas las razas de perros domésticos, Canis lupus familiaris, son una subespecie del lobo, Canis lupus. Un animal que caza y se sociabiliza en manada, además con unos rasgos jerárquicos muy marcados. De ahí que quien tenga un perro debe socializarlo desde cachorro, y que por ende también se le asocie una personalidad más abierta. Por contra, los gatos que tenemos en casa, Felis silvestris catus, es una subespecie del gato montés euroasiático o silvestre, Felis silvestris, un animal con hábitos más solitarios a excepción de su época de cría, y que a diferencia de los lobos, que pueden recorrer kilómetros en busca de una presa, asocia su vida más a un espacio concreto que controla y domina.


Se calcula que la domesticación de los perros ocurrió en algún momento entre 20.000 y 15.000 años atrás, cuando los humanos comenzamos a tener asentamientos más o menos estables, y se produjo una simbiosis productiva para ambas especies. Los perros (lobos en aquel momento) podían comer lo que desdeñaban los humanos de sus cacerías, mientras que el hombre podía aprovecharse de la protección que le proporcionaban los animales. Bastante más tarde se dio la domesticación de los gatos, que diversos estudios sitúan en China, Chipre o Egipto entre los 8.000 y los 5.000 años antes de la actualidad. Su cercanía al hombre se dio cuando se comenzaron a manejar grandes cosechas, que al ser almacenadas atraían a los roedores. Allí, el gato y su gran talento cazador, se convirtió en el otro mejor amigo del hombre.

Quizá en esta distancia temporal en la domesticación tan notable y en los hábitos dispares de ambos animales estén también muchas de las respuestas a las diferencias que achacamos a perros, gatos, y sus dueños.

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