
Hoy mismo me he enterado de que han transcurrido nada más y nada menos que 25 años desde que Perfect Dark salió a la venta en Nintendo 64, y no puedo evitar sonreír al acordarme de este FPS de Rare tan legendario. Todavía tengo grabadas en la memoria aquellas tardes tan interminables que pasaba a los mandos, pero no con su campaña, sobre la que he de admitir que nunca llegué a terminar. El motivo fue simple: a mí lo que me interesaba de verdad era su multijugador.
Y es que esta obra tan sobresaliente no era otro título más que formaba parte de mi colección. Se volvió una rutina y hasta podría decir que un poco obsesión. Durante aquel verano del año 2000, el momento que más esperaba del día era terminar de comer, ir al dormitorio que compartía con mi hermano y encender la consola para pasarnos la tarde entera delante de la pantalla pegando tiros hasta la hora de la cena. Así día tras día mientras las horas volaban sin darnos cuenta y las risas eran lo que más se escuchaba de fondo.
Lo más gracioso de este asunto es que nunca me han entusiasmado los FPS enfocados al multijugador competitivo. Actualmente, en la mayoría de propuestas de este tipo, te encuentras con auténticos expertos a los que solo les basta con que te pongas a tiro durante medio segundo para volarte la tapa de los sesos con una sola bala. Sin embargo, el multijugador de Perfect Dark era exclusivamente local, así que el único oponente real que tenía a mi lado era mi hermano o mis primos en las reuniones familiares, al igual que otros tantos personajes controlados por la inteligencia artificial.
Ninguno de nosotros era tan matado como para no darte ni un segundo de respiro, pero el hecho de que hubiese otros adversarios en forma de bots, conocidos como Simulantes, le otorgaba al multijugador un toque más especial todavía. Se podría decir que en muchos aspectos se sentía como un juego adelantado a su tiempo, aunque hoy en día sea habitual personalizar las reglas, los mapas y otra serie de opciones en las partidas. No obstante, la experiencia que te daba este FPS era inigualable en aquel momento por la profundidad tan abismal con la que contaba.
La fórmula de su multijugador era excepcional y demostró que no necesitaba actualizaciones, contenidos descargables y otro tipo de contenidos para dar la impresión de ser inagotable. El llamado Simulador de Combate iba infinitamente más lejos que un simple modo versus: era un pozo repleto de posibilidades que dejaba a los jugadores volar su imaginación para crear batallas que se sentían únicas. Y es que podías jugar solo, con amigos, contra bots, en equipo, todos contra todos, etc.
No importabas cuántas veces jugaras, porque siempre encontrabas una nueva manera de pasar el rato, y eso es lo que sentíamos constantemente mi hermano y yo mientras nos sumergíamos en cada escenario junto con otros seis Simulantes. Lo curioso de estos oponentes es que disponían de un sistema basado en personalidades configurables que les otorgaba un carisma mucho más grande en comparación con el de otros NPCs más modernos. De esta manera, te podías topar con unos muy agresivos, miedosos, especializados en el combate cuerpo a cuerpo, en las armas de fuego o unos que ansiaban la venganza si les matabas, que desde luego se lo tomaban muy en serio.

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Tan solo bastaba con seleccionar su comportamiento, su nivel de dificultad y hasta su apariencia para que sintieras que en realidad tenías a otras tantas personas más tratando de hacerse con la victoria en sus diversos modos de juego. Porque esa es otra, la amplia variedad de objetivos por los que te podías decantar, desde el típico de ser el que más muertes alcanzaba y el de conquistar una zona del escenario a uno de capturar un maletín y hacer todo lo posible para que no lo arrebataran o aniquilar a un adversario en concreto de todos los que había.
Aun así, eso no era más que la punta del iceberg, porque donde brillaba con luz propia el multijugador era con sus opciones avanzadas para ajustar al milímetro cada aspecto de las partidas. Podías indicar que todas las armas mataran de un golpe, establecer munición infinita, eliminar el radar, ralentizar o acelerar el movimiento y también se podía modificar la función de las armas, dado que el arsenal que existía era descomunal y capaz de cambiarlo absolutamente todo. En definitiva, una locura que no hace más que reafirmar por qué este multijugador era tan único y excepcional.
Le llegamos a dedicar tantas horas que puedo afirmar sin ninguna duda que es uno de los juegos al que más nos hemos viciado en toda nuestra vida. Tal era el caso que los mapas nos los conocíamos al dedillo, con sus secretos, trampas, pasadizos y los lugares estratégicos para permanecer a salvo o llevarte por delante a cualquier contrincante. Es más, hasta uno de ellos nos hizo vivir una de las anécdotas más cómicas que llegué a perder la cuenta de cuántas veces la repetimos.

En el escenario Felicity, una evolución de Facility de GoldenEye, existía una sala con baños y puertas en las que te podías encerrar. Esta sala era un tanto diminuta y era brutal para esconderte detrás de las puertas y sorprender a los rivales. En cualquier caso, lo que nos gustaba cuando nos juntábamos cuatro personas era llenar todas las paredes de minas de control remoto, explotarlas todas a la vez y pegar un petardazo que sonaba como un bombazo de verdad. Eso sí, imagino que los personajes no sobrevivían a esta situación, pero lo cierto es que no lo podíamos comprobar porque la consola no soportaba un estruendo tan bestia al quedarse colgada, lo que obligaba a reiniciarla.
Aparte, otro recuerdo que guardo con cariño, por las risas sobre todo, era el hecho de que los personajes podían desarmarte a base de guantazos, aunque lo peor de todo es que eso mismo provocaba que te dejaran aturdido y con la visión muy borrosa. La máquina era tan experta en esta forma de luchar que, si establecíamos en las reglas que las armas de fuego eran inexistentes, siempre temíamos cuando se acercaba a nuestra posición, dado que nos dejaban tan cegatos que solo veíamos manchas a nuestro alrededor mientras nos crujían a mamporros sin poder remediarlo.
Esto no es más que dos de las muchas anécdotas que nos hizo vivir el juego y con la que los Simulantes demostraban ser dignos rivales. Actuaban de formas tan imprevisibles, y en ocasiones protagonizando situaciones realmente absurdas, que por eso las carcajadas eran tan habituales. No necesitábamos internet para competir y tampoco nos importaba ganar o perder. Con solo una Nintendo 64, un Expansion Pak y un par de mandos, la diversión estaba garantizada día sí y día también.

Me da igual que en estas más de dos décadas se hayan publicado otros shooters alucinantes, porque ninguno me ha atrapado de la misma manera. Quizás no era perfecto o para muchos existan propuestas mejores. En mi caso, tengo claro que esta obra de Rare tenía alma propia y que 25 años después sigo guardando con gran cariño todos los momentos que me hizo vivir. Porque hay juegos que al final acabas olvidando con el tiempo y otros que se quedan pegados a la memoria como una de las minas de Felicity. Y Perfect Dark puede presumir de ser uno de ellos con uno de los mejores modos multijugador de la historia.
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La noticia 25 años después, el vicio tan insano que me dejó el multijugador de Perfect Dark continúa siendo irrepetible fue publicada originalmente en Vida Extra por Sergio Cejas (Beld) .
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