Imprimir una foto puede parecer algo fácil. Sin embargo, en ocasiones los resultados no son exactamente como nosotros esperamos ¿qué debemos hacer?
Tras finalizar un carrete de 36 fotografías llegaba ese emotivo momento del revelado. No sabíamos exactamente lo que pasaría y qué imágenes íbamos a obtener, pero ahí es donde residía la magia del proceso. Después del positivado y la proyección, ahí estaba, después de ajustar ISO, velocidad de obturación y apertura, aquella era nuestra creación.
Antes imprimir una foto tenía un significado diferente al de ahora, hemos pasado de realizar una impresión para comprobar los resultados a hacerla con instantáneas muy puntuales, solo con aquellas más relevantes. Ya no debemos tener las imágenes en papel para verlas y eso ha provocado que no tengamos la necesidad de imprimirlas. Se ahorra dinero, pero para una gran mayoría también se ha perdido el que era uno de los encantos de la fotografía.
Corepics VOF| Shutterstock
Cada vez lo hacemos menos, pero es cierto que en muchas ocasiones deseamos tener en papel alguna foto especial. Por ello, antes de hacerlo tendríamos que seguir ciertos pasos para asegurarnos unos buenos resultados a posteriori.
Para imprimir una foto se debe preparar el archivo, y puede que por falta de costumbre obviemos cosas esenciales. Los ajustes a tener en cuenta son múltiples, ya sean aquellos relacionados con las características del color de la imagen o incluso los de la propia impresora.
Ajustar tamaño
No es lo mismo imprimir una imagen en 10x15 que a 40x30 centímetros. El espacio que abarca es diferente y por lo tanto también mostrará más o menos cantidad de nuestra instantánea.
Por ello, lo recomendable es saber de antemano el tamaño en el que será impresa la fotografía para ajustar exactamente aquello que saldrá en papel. Mi método es acudir a Photoshop, abrir la foto, e ir al menú de imagen – tamaño de imagen.
Así, nos aparecerá un cuadro mediante el que podemos redimensionar el tamaño del documento hasta que se ajuste a las medidas que deseamos. Lo ideal es modificar las medidas a centímetros y variarlas en función de lo que queramos.
Si nos fijamos, los valores correspondientes a la altura y la anchura se encuentran enlazados, por lo que si modificamos uno automáticamente se alterará el otro. Siempre podemos anular este proceso haciendo click sobre el candado que se nos muestra, pero también deformaríamos la imagen. Asimismo, tenemos varios ajustes para remuestrear la foto, siendo recomendable bicúbica más suavizada para ampliaciones y bicúbica más enfocada para reducciones.
Puntos por pulgada
Si nos hemos fijado, en el mismo cuadro que nos aparecía en el punto anterior también existía un apartado para la resolución. No debemos confundirnos, no se trata del tamaño de la imagen, sino de la densidad de puntos por pulgada que tendrá la fotografía impresa. Es decir, cuanto más tamaño tenga nuestra imagen, más densidad de puntos deberá tener para que ésta se aprecie correctamente.
Esto no tiene ningún efecto cuando observamos la instantánea en la pantalla de un ordenador, ya que la diferencia entre una imagen con 72ppp y 300ppp reside únicamente en las dimensiones de píxeles. Sin embargo, esto no ocurre al imprimir una foto, donde los puntos por pulgada definen la calidad de esa imagen.
Pero, ¿qué valor debemos poner? Dependerá de las dimensiones de la imagen, pero con 300ppp suele ser suficiente para la mayoría de fotografías impresas.
Preparar el perfil de color
No ajustar bien el perfil de color puede provocar que la tonalidad de nuestra imagen impresa sea diferente a la que vemos en pantalla. Por ello, el perfil de color de la imagen y el de la impresora debe ser el mismo. De lo contrario, la impresora intentará aplicar el color que más se corresponde dentro de su gama tonal, siendo en algunos casos muy diferente al de la imagen real.
Esto tiene una sencilla explicación. Imaginad una caja de lápices compuesta por diferentes colores, a la cual llamaremos sRGB, mientras que en una segunda caja existen todavía más lápices y por lo tanto también más colores para nuestro dibujo, a la que apodamos como Adobe RGB. Mientras que con la primera caja nos limitamos a una gama, con la segunda tenemos más variedades de tonos.
En el caso de no saber el perfil de color de la impresora, lo adecuado es convertir nuestra imagen (edición – convertir en perfil) en sRGB, puesto que suele ser el estándar de la mayoría de establecimientos.
Acabado del papel
Marco Prati | Shutterstock
Este puede ser un punto más obvio, pero también a tener en cuenta. Los resultados serán diferentes en función de si el papel elegido es brillo o mate. Mientras que con el primero obtenemos una imagen más viva y contrastada, con el segundo se suelen representar colores más reales y se evitan los reflejos en el papel. Todo es cuestión de gustos. No obstante, también es importante medir el calibre del papel. Se trata del grosor que tendrá la foto, algo que también afecta a su peso y capacidad de conservación.
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