A lo largo de mi eterna aventura por The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom he querido visitar emplazamientos clave de Hyrule. Hatelia y Kakariko eran lugares a los que necesitaba volver, pues guardaba muy buen recuerdo de lo sucedido en tan apacibles villas. Sin embargo, guardo un gran cariño de Arkadia, el pequeño pueblo situado en la región de Akkala.
Para llegar hasta la región bordeé todo el mapa en una improvisada lancha a motor con dos tablones; suficiente como para toparme con una zona que no ha cambiado demasiado. Y es que la vida en Arkadia es pacífica, tranquila y tan solo se ve alterada por la aparición de artilugios zonnan que no paran de caer desde el cielo.
Eso sí, antes de llegar al encuentro de Karid me topé con una explanada edificable donde me encuentro con Karanthe, un empleado de Construcciones Karid que me explica que puedo crear mi propia casa en ese punto utilizando sencillos módulos. El problema es que el propietario bigotudo está ensimismado en otras tareas, por lo que no tiene tiempo para forrarse cobrándome un dineral para ofrecerme un techo bajo el que refugiarme.
Al llegar a Arkadia me entero de lo que está sucediendo: Karid y Kaenne han tenido una preciosa hija que ya ha crecido, aunque con la peculiar circunstancia de que las mujeres de la tribu Gerudo se la llevarán para criarla en su ciudadela. Una costumbre quizás demasiado cruel, pero no soy quién para juzgar las tradiciones de cada sociedad.
Kariele es una niña que no tiene miedo de irse de casa, pero Karid teme por separarse de su jovencita, así que toma la inteligente decisión de construir un globo para que pueda llegar hasta el desierto sin problemas. La cría quiere reunirse con su padre en la Zona de construcción, a la cual hay que llegar utilizando un moderno monorraíl y es aquí donde me topé con el tipo más rastrero de todo Hyrule.
Hagg es un impresentable, un avaro y un tipo cuya codicia no conoce límite alguno. Por algún motivo que no logro entender, intenta cobrar 20 rupias a cualquiera que use el transporte y no solo eso, sino que busca beneficiarse de todas las formas posibles. Por ejemplo, tiene una roca verde que pertenece a un santuario cercano y no pretende el muy idiota cobrarme 100 rupias por quedármela. Menos mal que llega la mujer para poner orden y dejármela en 50, pero eso no es lo más inadmisible.
Lo peor es que no permite bajar a Kariele en el monorráil; a una niña, a una persona a la que le tienes que sonreír y dejarle continuar porque de no ser por su padre tendrías que vivir en un árbol. Tras este gesto de ingratitud que resuelvo tapándole la visión con un tablón, al fin consigo que Karid termine el globo entregándole un buen puñado de solirios. Las vistas regresando a Arkadia son preciosas y lo mejor es que el empresario consigue aprender que debe confiar en su hija. Yo la volveré a ver en cuanto pise tierras arenosas, pero es momento de remangarme.
Y es que al fin puedo construir mi casa de ensueño, ya que la de Hatelia ha quedado un poco en fuera de juego. Kaenne me comenta que me hará un jugoso descuento para dejarme la parcela en 1.500 rupias, las cuales pago de buena gana ya que cuento con 5.700 de ellas. Esta entrada para la casa me da derecho a dos módulos que puedo colocar con la Ultramano y son los más básicos de todo el universo. Apenas una simple entrada y un dormitorio abierto al exterior, por lo que me toca ponerle solución.
El límite de módulos a colocar es de 15, ya que imagino que a partir de 16 la Nintendo Switch comenzará a quebrar la realidad con un agujero de gusano. Sin pensar demasiado en las consecuencias para mi economía, decido gastar en todo lo que necesito. Me hago con un salón amueblado, una cocina, una efigie, un expositor de armas, una estancia para colocar un cuadro y un espacio triangular que conecte estas dos últimas estancias.
A su vez, al segundo piso se accede por fuera y he colocado en el tejado un simpático jardín y el dormitorio. Todo muy cuco y muy bonito, aunque es un pelín engorroso manejar objetos de un tamaño tan grande en The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom. Además, es una lástima que la orientación de ciertos módulos sea siempre igual, junto al hecho de que su estructura no sea configurable.
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En cualquier caso, ya tengo donde caerme muerto, aunque me he quedado con apenas 700 rupias tras haber colocado un total de nueve módulos. Supongo que tendré que volver a recurrir a la gerudo que paga un dineral por los minerales, pero el gasto ha merecido la pena, aunque uno de mis vecinos será el imbécil de Hagg. Solo faltaría poder alquilar mi casa, aunque algo me dice que Nintendo no va a incluir esa función en un parche.
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La noticia Al fin tengo la casa de mis sueños en Zelda: Tears of the Kingdom, a pesar de que soy vecino del tipo más ruin de todo Hyrule fue publicada originalmente en Vida Extra por Juan Sanmartín .
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