En una reciente conversación sobre ‘Mad Max’, concretamente en relación a los juegos de mundo abierto, me decía P. Roberto que una de las cosas más interesantes del ‘Sombras de Mordor’ es la posibilidad de que prácticamente en cualquier momento te pueden dar una paliza. De hecho, esta fue la frase exacta: “ya quisieran muchos otros de mundo abierto estar siempre a dos pasos de darte de hostias”.
En ‘Mad Max’, sin llegar hasta ese punto, también te pueden partir la cabeza en casi cualquier momento. Ir de un punto a otro en tu cochazo y que aparezcan unos cuantos chalados motorizados con la intención de barrerte de la faz de la Tierra es una situación de lo más común. Y se agradece. No hay nada peor que verse obligado a hacer recados de una punta a la otra del mapa sin que pase nada especialmente emocionante.
El Magnus Opus como último fin
A Max le quitan su Interceptor nada más empezar. Mal. Pero Max conoce a un estrafalario mecánico llamado Chumbucket que le dice “puedo ayudarte a reconstruir tu vehículo, a fabricar el Magnus Opus, el coche definitivo”. Bien. Max acepta el trato hasta tal punto que ese será su último fin, su principal objetivo, y por extensión el tuyo. Todo lo que haces en Mad Max es un medio para alcanzar ese fin. Todo.
Para lograrlo debes recoger chatarra, mucha chatarra. Si el juego se hubiera llamado 'Max el Chatarrero' habría sido igual de válido. La chatarra es la moneda del juego y con ella podrás ir mejorando tu coche hasta convertirlo en la máquina de guerra definitiva, pero también subir al propio Max para hacerlo más resistente, más fuerte, más barbudo. Lo que quieras.
Pero no te despistes: lo primero es el Magnus Opus. Le vas a poner un arpón, un rifle de francotirador, un parachoques infernal y yo qué sé cuántas burradas más. Hasta lanzallamas a los lados. Maldita sea, incluso vas a disponer de un montón de carrocerías distintas a tu alcance. Y de configuraciones conocidas como Arcángeles que necesitarán piezas específicas. Todo está pensado para que tu vehículo pase de ser un trasto de metal oxidado a la mayor amenaza sobre ruedas del páramo.
Combates entre vehículos y puñetazos en la cara
Los combates entre vehículos son rápidos, despiadados y furiosos. Desde el primer encuentro te darás cuenta de que nadie está para tonterías. Te van a embestir hasta destrozar tu coche, así que hazlo tú primero. Choca, dispárale a las ruedas o saca al conductor usando tu gancho. Haz lo que quieras. Y hazlo siempre a tope, a lo loco. El sistema de control es rudo, sí, no esperes hacerlo siempre bien y salir victorioso sin despeinarte.
De hecho en muchas ocasiones vas a zanjar estos combates a puñetazos. Si tu coche está a punto de explotar en mil pedazos lo mejor es bajar e intentar llevar la lucha a las manos sin acabar tontamente atropellado. El sistema de ‘Mad Max’ es prácticamente calcado al de los Arkham. Golpes contundentes y coreografías apoyadas por diversos avisos para esquivar y contraatacar. Funciona de maravilla y tiene algunos detalles para brutalizar estas ensaladas de puñetazos y patadas la mar de majos.
El páramo no es para debiluchos
Cuando uno se planta delante de un juego de mundo abierto suele saltar la misma duda: ¿será repetitivo? Es decir, ¿vas a hacer muchas veces cosas parecidas a lo largo de las 40 o 50 horas que te puede llevar acabar ‘Mad Max’? Sí, lo cual para muchos ya es sinónimo de juego malo y repetitivo. Lo que sucede en el título de Avalanche es que muchas de las misiones secundarias y de grindeo tienen la suficiente gracia como para resultar entretenidas. No todas. A estas alturas creo que ningún sandbox se libra de cierta repetición.
Aquí te subes a un globo, lo haces ascender, desvelas una nueva zona repleta de puntos calientes y luego puedes dirigirte a ellos para llevar a cabo misiones y recoger chatarra. Eso lo vas a llevar a cabo muchas veces, pero ‘Mad Max’ es lo suficientemente inteligente a la hora de recompensarte como para que lo que en otros juegos resulta demasiado repetitivo, aquí cuente con interesantes alicientes.
Todo esto entronca con el sistema de progresión doble principalmente porque necesitas recoger chatarra de donde sea. Tienes que construir tu coche y mejorarlo hasta convertirlo en una salvajada de metal, fuego y pinchos casi indestructible, pero también subir de nivel a Max. Y lo cierto es que ambos sistemas están muy bien resueltos. De hecho cada uno de ellos se divide en otros dos: los Arcángeles para el coche y las habilidades que otorga un personaje llamado Griffa a cambio de unos puntos que iremos acumulando.
Como decía antes, ‘Mad Max’ es especialmente hábil recompensando al jugador en un intento por esquivar el tedio y ofrecer siempre algo que te apetezca hacer, aunque sea ir a no sé qué base a partirle la cara a todos y volar por los aires sus instalaciones. En las fortalezas te cruzarás con personajes que desbloquearán misiones. Y también tienes a tu alcance un puñado de proyectos con los que construir objetos y mejorar dichas fortalezas.
Conclusión
Si no te gustan los juegos de mundo abierto difícilmente vas a engancharte a ‘Mad Max’, aunque le daría una oportunidad. Por otro lado, si te gustan pero algunos te resultan repetitivos, estás de enhorabuena porque Avalanche ha hecho un gran trabajo para darle variedad y diversión al asunto. ¿Es perfecto? No, pero es un buen juego, un buen sandbox. Es largo, ofrece muchas cosas por hacer y es agradecido con el jugador —y también duro— cuando tiene que serlo.
Mad Max
Plataformas PC, PS4 (versión analizada) y Xbox One
Multijugador No
Desarrollador Avalanche Studios
Compañía Warner Bros. Interactive Entertainment
Lanzamiento Ya disponible (04 de septiembre de 2015)
Precio 69,95 euros
Lo mejor
- El Magnus Opus
- Los combates entre vehículos
- El sistema de progresión
- Algunas misiones sí pueden resultar un poco repetitivas
- El control en determinadas situaciones podría ser mejor
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La noticia Análisis de Mad Max. Fuego, metal y mucha furia en la carretera fue publicada originalmente en Vidaextra por Alex CD .
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