Noticia [Análisis] OPUS: Rocket of Whispers

Por Elodie Mellado:

Tras lanzar el año pasado Opus: The Day We Found Earth, la desarrolladora china Sigono completa en Nintendo Switch su díptico sobre las estrellas con el port de Opus: Rocket of Whispers, la entrega que puso en el mapa la saga además de ser la más premiada y reconocida tanto a nivel de crítica como de público. En Rocket of Whispers la modesta propuesta de ciencia ficción que nos proponía Brian Lee, creador del juego, acaba por explotar en un videojuego con un empaque formal y técnico mucho más madurado y reposado. En esta ocasión, no encarnaremos a un simpático robot, si no todo lo contrario, seremos un humano enfadado con un mundo que ya no existe.

Si en su anterior trabajo nos lanzaban a explorar el vasto universo y sus estrellas, en esta ocasión el terreno será mucho más mundano y con los pies en la Tierra. Pero pongamos contexto. Estamos en un mundo post-apocalíptico, acabado. De los seres humanos solo quedan recuerdos, esparcidos por la nieve de los terrenos que transitaremos. Una plaga mortífera ha diezmado la humanidad, ahora atrapada en vaporosos cuerpos de espíritus que esperan volver al espacio, y nosotros somos John, una de las pocas personas capaces de cumplir sus deseos y atormentado por este mismo hecho. Para este viaje de vuelta, los espíritus necesitan un cohete en el que viajar, un más que posible nexo de unión con aquel que transportaba al pequeño robot Emeth. John lo ha perdido todo, su fe en la humanidad, en la vida y en la existencia, hasta que llega Fei, una bruja que ha sido criogenizada y la única que parece saber cómo construir un cohete. Sí, en Rocket of Whispers hay brujas, pero no en el sentido occidental de la palabra, con magia y poderes, más bien es una especie de sacerdotisa con la capacidad de convocar a los espíritus y enviarlos a través del cohete.

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Al igual que en The Day We Found Earth, las relaciones interpersonales entre los protagonistas lo son todo en el juego, donde aquí tambiénn son dos. John debe confiar en Fei a pesar de los muchos fallos que presentan sus cohetes, pues es la única que puede liberarle de la carga que suponen los espíritus para él, que constantemente lo avasallan con lamentos y súplicas para dar descanso a su alma. Una vez más, el formato aprovechado para desarrollar esta relación son sencillas cutscenes, aunque mejor elaboradas que su antecesor, y continuas conversaciones siempre que acabamos nuestras tareas diarias, que es donde se engloba el gameplay del juego. La temporalidad es extremadamente importante en Rocket of Whispers. Todos los días, John es el encargado de explorar los alrededores para traerle las piezas necesarias a Fei. Empezaremos con un contador que marca las ocho, y éste irá avanzando a medida que nos desplacemos o consumamos el tiempo interactuando con el entorno.

Rocket of Whispers es un videojuego muchísimo más ambicioso que su predecesor, que nos plantea una especie de metroidvania de vista cenital donde la exploración es el eje vertebrador de la historia. En nuestros constantes paseos encontraremos materiales, objetos antiguos y recuerdos de los muertos, que podremos decidir reparar para entregárselos a los espíritus que vagan por el mapeado y darles así algo de paz. John podrá entablar conversación con ellos, y en este viaje también personal deberá debatirse entre el odio y el entendimiento hacia aquellos que le atormentan con que les devuelva a casa. A través de esta exploración, podremos hacer una reconstrucción mental de las vidas y gentes que vivían en esos pueblos, así como sus tradiciones y costumbres, ampliamente ligadas al mundo de lo espiritual.

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Una vez acabe nuestra jornada, que hasta podría tildarse de laboral con sus respectivas horas marcadas, volveremos a la Opus Factory, donde tendremos la oportunidad de charlar con Fei, reconstruir algunos objetos que hayamos encontrado o fabricar otros nuevos que nos abrirán caminos bloqueados en el mapa. Por ejemplo, no podremos cruzar la nieve sin unas botas y no podremos alejarnos mucho de nuestro base de operaciones sin una tienda de campaña con la que pasar la noche.

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A pesar de que la decisión de la vista cenital quizá se deba a una cuestión puramente técnica y económica, me parece curioso que en la anterior entrega exploráramos el espacio con un telescopio y en esta veamos al personaje desde arriba, en el tiro de cámara más divino posible, mientras este pequeño humano al que nosotros controlamos se esfuerza por sobrevivir en una vida decididamente penosa. Hay mucha más oscuridad en esta segunda parte, pero también muchísimo más espiritualismo. Si en la primera nos cuestionábamos el alma de la máquina, aquí claramente se especifica la existencia de algo superior a nuestros cuerpos añadiendo un elemento místico que no por ello renuncia a esa base de ciencia ficción que parece el nexo de unión entre estos dos Opus. Cuenta Brian Lee que OPUS, en el contexto de la alquimia, se refiere al proceso de crear la Piedra Filosofal, que a su vez está conectado con la mortalidad y la trascendencia, dos conceptos que impregnan cada rincón del videojuego de Sigono, ya sea a través de los ojos de un humano o una máquina. ¿Qué es la vida? Pero sobre todo, ¿qué es el alma? Dos preguntas imposibles a las que OPUS, por supuesto, no intenta dar respuesta, pero que intensifica nuestra curiosidad por saber, o entrever, qué se esconde detrás de ellas. En definitiva, un pequeño gran videojuego que sabe muy bien quién es y, sobre todo, qué puede ofrecer. Modesto pero meditado, y sin duda, con muchísima alma.

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Información que puede interesarte:

  1. El precio de Rocket of Whispers es de 8,99 euros.
  2. No tiene funcionalidad con la pantalla táctil.
  3. Los textos no vienen traducidos al castellano pero son de un inglés que cualquier usuario medio podrá entender.


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