No puedo evitar sentir una atracción irrefrenable por las historias postapocalípticas, los futuros distópicos donde se fue todo al traste y se queda un mundo gris y frío en el que hay que sobrevivir como uno bien pueda. Pero más allá de la enfermedad/guerra/monstruo que haya provocado el desastre, me causa especial interés como reaccionan los personajes ante esa situación de peligro inminente: ¿Cómo se sobrevive en un mundo así? ¿Qué valor tiene la moral o la ética en las condiciones de vida o muerte?
Por eso me encanta The Walking Dead (el cómic, la serie no la he visto mucho); o Hijos de los hombres, de Alfonso Cuarón. Y por eso desde un primer momento me llamó la atención The Final Station cuando confirmó su lanzamiento en Nintendo Switch, porque creo que bebe mucho de este tipo de obras. El juego de Do My Best Games nos lleva a un universo donde la humanidad ha sufrido hace un siglo una catástrofe llamada “La Visita” y cuando por fin todo parece estar recuperado, parece que se avecina una segunda visita … pero nosotros estamos en medio.
Enciendan motores
Eres un maquinista de un pequeño tren de cercanías, compuesto por la cabina de mando y un vagón. Al llegar a una de tus paradas, todo el mundo ha desaparecido (o casi) y en su lugar te encuentras a una serie de criaturas oscuras con los ojos blancos que se acercan a ti con no muy buenas intenciones. En este mundo, en cada parada nuestro tren se quedará automáticamente bloqueado hasta que encontremos una llave de acceso para poder llegar a la próxima estación. Por lo tanto, tendremos que ir parada a parada, consiguiendo suministros, comida y rescatando supervivientes que nos proporcionarán diferentes recompensas si conseguimos llevarlos vivos a la próxima estación segura. A lo largo de la historia, el ejército y el gobierno nos confiará a nosotros la tarea de llevar en nuestro tren importantes mercancías para conseguir la erradicación de la enfermedad que parece estar convirtiendo a todos en estas criaturas violentas.
Esta es la premisa de The Final Station, que si bien puede parecer poco original, lo cierto es que no sería justo encasillarla en la línea de “juegos de zombis“. Desgraciadamente este género se ha convertido en un topicazo temático, pero The Final Station consigue tener un estilo tan único (o por lo menos peculiar) en la mayoría de sus aspectos (estético, jugable y sonoro) que se convierte en una obra atípica, a pesar de sus claras referencias narrativas.
Jugablemente, The Last Station es una experimentación terriblemente curiosa y que funciona a la perfección. El juego está dividido en 2 partes claramente diferenciadas: cuando estamos viajando en el tren, y cuando estamos explorando las diferentes estaciones y sus alrededores. En el tren el juego se adapta al género de gestión de recursos, teniendo que administrar nuestro tiempo para arreglar las diferentes averías del tren(mediante pequeños minijuegos sencillos), para hablar con otros maquinistas mediante un chat en nuestra cabina y así conocer un poco más lo que está ocurriendo en otros lugares; para utilizar nuestros suministros para crear munición o botiquines; y para mantener a nuestros pasajeros con vida. Los iremos encontrando en las zonas de exploración, y les podemos invitar a subir a nuestro tren (casi todos aceptan, no olvidemos que son supervivientes de una catástrofe humanitaria). Si llegan vivos a la estación segura más cercana (normalmente ciudades o pueblecillos donde la enfermedad aún no ha llegado) nos recompensarán con dinero, munición, suministros o mejoras para nuestras armas.
El juego plantea aquí un dilema interesante, ya que para que estos individuos lleguen vivos a su destino, tendremos que utilizar con ellos nuestro botiquines y las porciones de comida (estas a nosotros no nos hacen falta, pero también son limitadas); por lo que tendremos que elegir: si queremos salvar a un personaje desvalido, pero que no nos va a dar ninguna recompensa jugosa; salvar a un personaje arrogante y estúpido, pero que nos dará una gran cantidad de munición; o simplemente aprovisionarnos con todos los botiquines posibles para nosotros y dejar morir a nuestros pasajeros. Lo cierto es que la duda ética/moral que plantea el título fácilmente se resuelve: vamos a optar por quien nos de mejores recompensas, y realmente no sé si es el mensaje que busca transmitir el juego (el egoísmo del ser humano) o simplemente es una respuesta fallida a su planteamiento.
Explorando la muerte
Las partes de exploración se caracterizan por pasar a ser un shooter/survival horror en la que tendremos que cruzar por estaciones, casas, edificios, oficinas, minas , aparcamientos y demás lugares infestados de criaturas. En estas fases, tendremos un objetivo principal: encontrar la llave que abra la terminal de la estación y volver para irnos en nuestro tren. Sin embargo, y sin dejar de ser unos mapeados muy lineales, lo cierto es que tiene cierto componente de exploración que nos permitirá encontrar suministros (para crear materiales en nuestra cabina), comida (para mantener alimentados a los pasajeros), munición, y armas (solo 3 en todo el juego: pistola, escopeta y posteriormente la pistola es cambiada por un subfusil). Si lo que queremos es ahorrar munición, también podemos pegar unos buenos derechazos de los cuales hasta se puede cargar la potencia, dando verdaderos mamporros a los enemigos, llegándoles a tumbar de un golpe (en el caso de los enemigos más básicos). En más de una ocasión nos llevaremos un buen susto, ya que las habitaciones de las casas y edificios aparecen oscuras hasta que abrimos la puerta o una ventana, así que nunca sabremos lo que hay al otro lado hasta que decidamos dar el paso.
El problema del juego es que después de la primera hora, si no nos ha llegado a conquistar, puede llegar a hacerse repetitivo. Los enemigos apenas varían (hay 3 o 4 tipos diferentes: el básico, lento y torpe; el pequeño, rápido y más difícil de alcanzar; el explosivo, que si le disparamos se encenderá y explotará al poco rato; y los policías, a los que tendremos que quitar el casco mediante un guantazo para luego poder dispararles a la cabeza). Realmente, si el juego te consigue meter en su atmósfera, poco importa esta variedad escasa de enemigos: cada rincón tiene notas, mensajes, rastros de sangre, cadáveres y demás objetos y detalles que nos cuentan historias antes de que el desastre comenzase, incluso podemos seguir una serie de detalles que nos narran una historia secundaria que poco a poco empezará a tener cada vez más peso en la historia principal (no diré más para evitar spoilers).
Además, en las estaciones “seguras”, nos encontraremos con las sociedades y poblaciones que aún no se han derrumbado ante la enfermedad, y podremos explorar a fondo estas ciudades, conociendo a sus habitantes y sus historias (además de saquear alguna que otra taquilla). La atmósfera de urbe decadente está tan bien conseguida que sorprende al tratarse de un juego que no muestra ninguna maravilla gráfica, aunque es de admirar el pixel-art tan cuidado que tiene, dando a sus personajes y a su estilo un toque característico, dejando de lado el estigma de los juegos indie con pixel-art de ser “todos iguales”.
Caen los casquillos
La música en el juego es casi anecdótica (y las pocas veces que suena son verdaderos temazos ambientales), dándole a cada etapa de exploración un toque de soledad que transmite perfectamente la muerte de la sociedad que busca hacer sentir el título. Los efectos son genuinamente buenos, y los disparos son una delicia sonora en los que la explosión del disparo, el impacto, y el casquillo rebotando hacen del simple hecho de disparar un gustazo. Gustazo que se ve un poco fastidiado por el hecho de que la forma de apuntar se nota que viene de su versión de PC, adaptada a la sensibilidad del ratón, una sensibilidad que el joystick de Switch pobremente puede conseguir, haciendo que sea bastante difícil conseguir un disparo en la cabeza (que son los más certeros). En estas fases de exploración también se pueden utilizar cajas o bidones para lanzar a los enemigos, pero a veces las detecciones de cuerpos (las hitbox) fallan, creando una cierta frustración. En lo referente a los diálogos, el juego está traducido al castellano, pero de una forma un poco bruta, dejando fragmentos del juego sin traducir (las descripciones de las paradas en el mapa del tren) y dando conversaciones muy ambiguas o directamente sin sentido, aunque la historia principal se consigue entender sin muchas dificultades
La duración del juego ronda las 5 horas, que en mi opinión deja con unas ganas terribles de más, llegando a tener un final que corta muy abruptamente con la historia, aunque se arregla gracias al DLC que viene incluido en la versión de Switch.
El único traidor
El DLC del juego nos pone en la piel de otro personaje, y nos cambia el tren del juego original por un coche. Aquí solo podremos llevar un superviviente con nosotros, y no tendremos que preocuparnos de alimentarle o curarle, ya que aquí será él el que nos cure, además de que no tendremos que preocuparnos de ninguna avería en el coche. Aquí nuestro ataque cuerpo a cuerpo es más fuerte (llevamos un bate) aunque solo tendremos una pistola. Sólo somos un civil intentado llegar a un refugio, pero la historia tendrá más y más relación con la misión del maquinista del juego principal.
Los personajes que vayamos descubriendo tendrán diferentes estadísticas, y según estas elegiremos llevar a uno o a otro en nuestro coche: con “medic” se refiere a la capacidad que tiene el personaje de curarnos entre los viajes en coche; cuanto más alto sea el “crafting” nos permitirá crear más botiquines y munición con nuestros recursos; y con “sociality” nos hablarán más en el coche y obtendremos más información sobre la historia. Además, este complemento añade 2 tipos de enemigos más, dándole un poco más de dificultad al título. El DLC profundiza en la narrativa principal haciendo guiños constantes al juego original, aunque se atreve a zambullirse más en la ciencia ficción que el título “madre”, y aunque ayuda a contextualizar los acontecimientos que ocurren al maquinista, lo cierto es que también termina con un final con muchas interpretaciones.
Conclusión
The Final Station es una sorpresa indie en el catálogo de la eShop, muy recomendable a poco que te guste la temática zombi y te dejes transportar por su atmósfera silenciosa y decadente. Explora, conduce tu tren y déjate atrapar por las peligrosas criaturas de este magnífico mundo creado por Do My Best Games. Aunque no se trate de un port perfecto, es un juego que no deberías dejar escapar para tu Nintendo Switch.
Podéis encontrar The Final Station en la eShop de Nintendo Switch por 14,99€/19,99$/13,49£. Necesitaréis 287 MB para poder instalarlo.
Continúar leyendo...
Por eso me encanta The Walking Dead (el cómic, la serie no la he visto mucho); o Hijos de los hombres, de Alfonso Cuarón. Y por eso desde un primer momento me llamó la atención The Final Station cuando confirmó su lanzamiento en Nintendo Switch, porque creo que bebe mucho de este tipo de obras. El juego de Do My Best Games nos lleva a un universo donde la humanidad ha sufrido hace un siglo una catástrofe llamada “La Visita” y cuando por fin todo parece estar recuperado, parece que se avecina una segunda visita … pero nosotros estamos en medio.
Enciendan motores
Eres un maquinista de un pequeño tren de cercanías, compuesto por la cabina de mando y un vagón. Al llegar a una de tus paradas, todo el mundo ha desaparecido (o casi) y en su lugar te encuentras a una serie de criaturas oscuras con los ojos blancos que se acercan a ti con no muy buenas intenciones. En este mundo, en cada parada nuestro tren se quedará automáticamente bloqueado hasta que encontremos una llave de acceso para poder llegar a la próxima estación. Por lo tanto, tendremos que ir parada a parada, consiguiendo suministros, comida y rescatando supervivientes que nos proporcionarán diferentes recompensas si conseguimos llevarlos vivos a la próxima estación segura. A lo largo de la historia, el ejército y el gobierno nos confiará a nosotros la tarea de llevar en nuestro tren importantes mercancías para conseguir la erradicación de la enfermedad que parece estar convirtiendo a todos en estas criaturas violentas.
Esta es la premisa de The Final Station, que si bien puede parecer poco original, lo cierto es que no sería justo encasillarla en la línea de “juegos de zombis“. Desgraciadamente este género se ha convertido en un topicazo temático, pero The Final Station consigue tener un estilo tan único (o por lo menos peculiar) en la mayoría de sus aspectos (estético, jugable y sonoro) que se convierte en una obra atípica, a pesar de sus claras referencias narrativas.
Jugablemente, The Last Station es una experimentación terriblemente curiosa y que funciona a la perfección. El juego está dividido en 2 partes claramente diferenciadas: cuando estamos viajando en el tren, y cuando estamos explorando las diferentes estaciones y sus alrededores. En el tren el juego se adapta al género de gestión de recursos, teniendo que administrar nuestro tiempo para arreglar las diferentes averías del tren(mediante pequeños minijuegos sencillos), para hablar con otros maquinistas mediante un chat en nuestra cabina y así conocer un poco más lo que está ocurriendo en otros lugares; para utilizar nuestros suministros para crear munición o botiquines; y para mantener a nuestros pasajeros con vida. Los iremos encontrando en las zonas de exploración, y les podemos invitar a subir a nuestro tren (casi todos aceptan, no olvidemos que son supervivientes de una catástrofe humanitaria). Si llegan vivos a la estación segura más cercana (normalmente ciudades o pueblecillos donde la enfermedad aún no ha llegado) nos recompensarán con dinero, munición, suministros o mejoras para nuestras armas.
El juego plantea aquí un dilema interesante, ya que para que estos individuos lleguen vivos a su destino, tendremos que utilizar con ellos nuestro botiquines y las porciones de comida (estas a nosotros no nos hacen falta, pero también son limitadas); por lo que tendremos que elegir: si queremos salvar a un personaje desvalido, pero que no nos va a dar ninguna recompensa jugosa; salvar a un personaje arrogante y estúpido, pero que nos dará una gran cantidad de munición; o simplemente aprovisionarnos con todos los botiquines posibles para nosotros y dejar morir a nuestros pasajeros. Lo cierto es que la duda ética/moral que plantea el título fácilmente se resuelve: vamos a optar por quien nos de mejores recompensas, y realmente no sé si es el mensaje que busca transmitir el juego (el egoísmo del ser humano) o simplemente es una respuesta fallida a su planteamiento.
Explorando la muerte
Las partes de exploración se caracterizan por pasar a ser un shooter/survival horror en la que tendremos que cruzar por estaciones, casas, edificios, oficinas, minas , aparcamientos y demás lugares infestados de criaturas. En estas fases, tendremos un objetivo principal: encontrar la llave que abra la terminal de la estación y volver para irnos en nuestro tren. Sin embargo, y sin dejar de ser unos mapeados muy lineales, lo cierto es que tiene cierto componente de exploración que nos permitirá encontrar suministros (para crear materiales en nuestra cabina), comida (para mantener alimentados a los pasajeros), munición, y armas (solo 3 en todo el juego: pistola, escopeta y posteriormente la pistola es cambiada por un subfusil). Si lo que queremos es ahorrar munición, también podemos pegar unos buenos derechazos de los cuales hasta se puede cargar la potencia, dando verdaderos mamporros a los enemigos, llegándoles a tumbar de un golpe (en el caso de los enemigos más básicos). En más de una ocasión nos llevaremos un buen susto, ya que las habitaciones de las casas y edificios aparecen oscuras hasta que abrimos la puerta o una ventana, así que nunca sabremos lo que hay al otro lado hasta que decidamos dar el paso.
El problema del juego es que después de la primera hora, si no nos ha llegado a conquistar, puede llegar a hacerse repetitivo. Los enemigos apenas varían (hay 3 o 4 tipos diferentes: el básico, lento y torpe; el pequeño, rápido y más difícil de alcanzar; el explosivo, que si le disparamos se encenderá y explotará al poco rato; y los policías, a los que tendremos que quitar el casco mediante un guantazo para luego poder dispararles a la cabeza). Realmente, si el juego te consigue meter en su atmósfera, poco importa esta variedad escasa de enemigos: cada rincón tiene notas, mensajes, rastros de sangre, cadáveres y demás objetos y detalles que nos cuentan historias antes de que el desastre comenzase, incluso podemos seguir una serie de detalles que nos narran una historia secundaria que poco a poco empezará a tener cada vez más peso en la historia principal (no diré más para evitar spoilers).
Además, en las estaciones “seguras”, nos encontraremos con las sociedades y poblaciones que aún no se han derrumbado ante la enfermedad, y podremos explorar a fondo estas ciudades, conociendo a sus habitantes y sus historias (además de saquear alguna que otra taquilla). La atmósfera de urbe decadente está tan bien conseguida que sorprende al tratarse de un juego que no muestra ninguna maravilla gráfica, aunque es de admirar el pixel-art tan cuidado que tiene, dando a sus personajes y a su estilo un toque característico, dejando de lado el estigma de los juegos indie con pixel-art de ser “todos iguales”.
Caen los casquillos
La música en el juego es casi anecdótica (y las pocas veces que suena son verdaderos temazos ambientales), dándole a cada etapa de exploración un toque de soledad que transmite perfectamente la muerte de la sociedad que busca hacer sentir el título. Los efectos son genuinamente buenos, y los disparos son una delicia sonora en los que la explosión del disparo, el impacto, y el casquillo rebotando hacen del simple hecho de disparar un gustazo. Gustazo que se ve un poco fastidiado por el hecho de que la forma de apuntar se nota que viene de su versión de PC, adaptada a la sensibilidad del ratón, una sensibilidad que el joystick de Switch pobremente puede conseguir, haciendo que sea bastante difícil conseguir un disparo en la cabeza (que son los más certeros). En estas fases de exploración también se pueden utilizar cajas o bidones para lanzar a los enemigos, pero a veces las detecciones de cuerpos (las hitbox) fallan, creando una cierta frustración. En lo referente a los diálogos, el juego está traducido al castellano, pero de una forma un poco bruta, dejando fragmentos del juego sin traducir (las descripciones de las paradas en el mapa del tren) y dando conversaciones muy ambiguas o directamente sin sentido, aunque la historia principal se consigue entender sin muchas dificultades
La duración del juego ronda las 5 horas, que en mi opinión deja con unas ganas terribles de más, llegando a tener un final que corta muy abruptamente con la historia, aunque se arregla gracias al DLC que viene incluido en la versión de Switch.
El único traidor
El DLC del juego nos pone en la piel de otro personaje, y nos cambia el tren del juego original por un coche. Aquí solo podremos llevar un superviviente con nosotros, y no tendremos que preocuparnos de alimentarle o curarle, ya que aquí será él el que nos cure, además de que no tendremos que preocuparnos de ninguna avería en el coche. Aquí nuestro ataque cuerpo a cuerpo es más fuerte (llevamos un bate) aunque solo tendremos una pistola. Sólo somos un civil intentado llegar a un refugio, pero la historia tendrá más y más relación con la misión del maquinista del juego principal.
Los personajes que vayamos descubriendo tendrán diferentes estadísticas, y según estas elegiremos llevar a uno o a otro en nuestro coche: con “medic” se refiere a la capacidad que tiene el personaje de curarnos entre los viajes en coche; cuanto más alto sea el “crafting” nos permitirá crear más botiquines y munición con nuestros recursos; y con “sociality” nos hablarán más en el coche y obtendremos más información sobre la historia. Además, este complemento añade 2 tipos de enemigos más, dándole un poco más de dificultad al título. El DLC profundiza en la narrativa principal haciendo guiños constantes al juego original, aunque se atreve a zambullirse más en la ciencia ficción que el título “madre”, y aunque ayuda a contextualizar los acontecimientos que ocurren al maquinista, lo cierto es que también termina con un final con muchas interpretaciones.
Conclusión
The Final Station es una sorpresa indie en el catálogo de la eShop, muy recomendable a poco que te guste la temática zombi y te dejes transportar por su atmósfera silenciosa y decadente. Explora, conduce tu tren y déjate atrapar por las peligrosas criaturas de este magnífico mundo creado por Do My Best Games. Aunque no se trate de un port perfecto, es un juego que no deberías dejar escapar para tu Nintendo Switch.
Podéis encontrar The Final Station en la eShop de Nintendo Switch por 14,99€/19,99$/13,49£. Necesitaréis 287 MB para poder instalarlo.
Continúar leyendo...