Noticia Aplicaciones móviles, ¿asesinas de las propinas?

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La desaparición de la fricción con el dinero pone en peligro unas, ya de por sí, precarias propinas.


Propina a los repartidores sí, propina a los repartidores no; esa es la cuestión. Es común entrar en encarnizados debates en los que se trata el dilema social de entregar propinas a los mensajeros a domicilio o no. En los cuales también es usual que salga una frase típica: "¿a ti te dan propina por cada informe que rellenas en tu trabajo de oficina? No. Pues esto es lo mismo"; y la correspondiente réplica por parte del más inocente que explica que de nuestras costumbres cada vez más sedentarias, al menos hay que premiar al joven que viene en mitad de la lluvia a traernos la cena. Cuestión de gustos.

La costumbre anglosajona de las propinas no ha cuajado de la misma manera en todas las geografías

Desde siempre ha existido el popular repartidor de pizza que si tenía suerte se ganaba algo de propina. Algunos más, otros menos y muchos casi nada: pero la idea se planteaba casi siempre de una manera u otra llegando incluso a foros para poner en común las opiniones. A los mensajeros de Amazon o Seur prácticamente nadie se plantea entregarles propina, pese a que hagan un servicio similar al que reparte comida. Podemos entregar propina a los taxistas, pero nadie se aventura a pagar algo de más a un conductor de autobús. Lo mismo con los restaurantes que, en algunos casos, te piden que no incluyas propina porque no es su política –véase el caso de El Corte Inglés–, otros te la incluyen en el precio del servicio de forma porcentual y unos terceros te la solicitan de forma voluntaria.

El caso es que en España, las cifras están más bien bajas. Según un informe del sector hostelero, casi el 74% de los clientes deja una propina de entre el 0% y el 4%. Una costumbre de origen anglosajón que no ha terminado nunca de cuajar en el país. De todas formas, en los últimos años se ha notado un cierto cambio en las costumbres de los usuarios, estrechamente relacionado con la irrupción de una consecución de aplicaciones que ayudan a gestionar nuestros servicios, incluso en el proceso de pago.

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Apps vs. propinas


Superado el drama de las propinas sí o las propinas no, hay que añadir otro elemento a la lista sobre esta historia. La irrupción de muchas apps que traen cualquier cosa que se necesite a la puerta de nuestra casa de la mano de, precisamente, cientos de mensajeros. Jóvenes que bien sea con una bici o una moto, circulan por el centro de las ciudades para repartir todo aquello que se les haya encargado en el menor tiempo posible. Es decir, como se ha venido haciendo hasta la fecha. La diferente con las experiencias anteriores es que en estos nuevos procesos se ha excluido completamente la fricción con el dinero en metálico.

Pagando a través de la app nos ahorramos tener que recurrir al efectivo y como consecuencia evitar el dilema moral de las propinas: la cuenta a pagar es por precio justo y no quedan monedas sueltas que le podamos entregar al repartidor. ¿Son acaso apps como Glovo, Uber (en su amplio espectro de actividades) o Deliveroo los asesinos determinantes de las propinas? Puede que ayuden a quitarnos el problema de encima al no manejar dinero en ningún momento y puede que ellos se hayan dado cuenta de la posición de desventaja con la que parten sus propios mensajeros.

No se sabe a ciencia cierta cuál es el sueldo de estos repartidores autónomos, pero todo apunta a que es bastante bajo. Por esta razón, muchas de ellas incluyen en sus preguntas frecuentes la cuestión de si hay que dar propinas. Deliveroo apunta a "que siempre es un buen detalle", y proponen hacerlo con el pago en tarjeta para que luego ellos se lo abonen al susodicho repartidor o directamente en efectivo. Glovo, por su parte, asegura que ninguno de sus empleados pedirá propina pero que si se lo merecen tampoco está de más abonarla; ellos serán libres de aceptar o no. Las diferentes apps de taxi, un sector que tradicionalmente ha aceptado propina, también dan la opción a través de la app por si a alguno se le pasa la opción por la cabeza. Aunque si bien es cierto que volvemos a la desaparición de la fricción y que, si nadie puede evitarlo, pagaremos lo menos posible.

La conclusión es que, por una vez, la tecnología ha puesto la propina del lado de los usuarios.

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