No era noticia que GoPro iba mal. Desde más de dos años las ventas habían empezado a caer y justo en aquella época la empresa estaba inmersa en una nueva aventura: la creación de un dron. No era un plan descabellado, pensaban desde la junta directiva, porque los drones se empezaban a vender masivamente en aquel momento y, ¿de qué marca eran las cámaras que montaban estas aeronaves no tripuladas en 2015?
Sí, GoPro ponía las cámaras. Sobre todo a los primeros Phantom, una línea de drones que ya por aquellos momentos se había vuelto tremendamente popular entre los aficionados y los que empezaban en el mundo profesional. Las cámaras de GoPro ofrecían calidad a la hora de grabar vídeo y además eran resistentes. Eran adecuadas para estos nuevos aparatos voladores.
Dos cosas sucedieron para que GoPro decidiera fabricar un dron. DJI comenzó a desarrollar sus propias cámaras. Era una empresa pujante y tenía todos los ingredientes para hacerlo. Su sede está en la ciudad china de Shenzhen, un hervidero de empresas tecnológicas y talento. Podía contratar a la gente adecuada y contar con los socios idóneos para hacer cámaras que rivalizaran con las de GoPro.
La segunda razón fue que el negocio de las cámaras de acción se le había quedado pequeño a GoPro. Lo había explotado y ya no había mucho más para exprimir. Los drones serían una nueva y prometedora rama de negocio. Así nació el proyecto Karma, que más adelante se convirtió en el primer –y único– dron de la compañía.
Era un ámbito nuevo para GoPro. Hacer un dron es más complejo que hacer una cámara y Karma sufrió de falta de previsión desde el principio. Hubo retrasos en la hoja de ruta para presentar el dispositivo ante el público. Aunque quizá lo más grave fue que cuando comenzaron las ventas surgió un problema con la batería.
Algunos Karma perdían potencia en pleno vuelo y acababan estrellándose. La compañía trató de suavizar los problemas, pero terminó retirando unas 2.500 unidades (todos los vendidos hasta esa fecha) y compensando a los consumidores cuyas aeronaves se habían malogrado.
Resueltos los fallos técnicos el GoPro Karma volvió a las tiendas, pero se había perdido un tiempo precioso. Y, sobre todo, la imagen de marca estaba dañada. Pese a todo, la compañía ha señalado que su dron ha sido el segundo más vendido en su rango de precio durante 2017.
No ha sido suficiente. Durante su última presentación de resultados, GoPro ha anunciado que se retira del mercado de los drones, al menos de la fabricación de RPAs. La compañía ha citado un clima regulatorio hostil en Europa y en Estados Unidos, que reduciría el posible mercado para las aeronaves no tripuladas en los próximos años.
GoPro venderá las unidades de Karma que tiene en stock y pondrá punto y final a esta aventura. Aunque evidentemente seguirá prestando soporte y servicios a los consumidores que hayan comprado su dron. El movimiento forma parte de un esfuerzo por ahorrar costes, pues también se despedirá a un 20% de la plantilla, que se quedará en menos de 1.000 empleados. No parece que GoPro vaya a tener de nuevo un papel protagonista en el mercado de los drones.
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Sí, GoPro ponía las cámaras. Sobre todo a los primeros Phantom, una línea de drones que ya por aquellos momentos se había vuelto tremendamente popular entre los aficionados y los que empezaban en el mundo profesional. Las cámaras de GoPro ofrecían calidad a la hora de grabar vídeo y además eran resistentes. Eran adecuadas para estos nuevos aparatos voladores.
Dos cosas sucedieron para que GoPro decidiera fabricar un dron. DJI comenzó a desarrollar sus propias cámaras. Era una empresa pujante y tenía todos los ingredientes para hacerlo. Su sede está en la ciudad china de Shenzhen, un hervidero de empresas tecnológicas y talento. Podía contratar a la gente adecuada y contar con los socios idóneos para hacer cámaras que rivalizaran con las de GoPro.
La segunda razón fue que el negocio de las cámaras de acción se le había quedado pequeño a GoPro. Lo había explotado y ya no había mucho más para exprimir. Los drones serían una nueva y prometedora rama de negocio. Así nació el proyecto Karma, que más adelante se convirtió en el primer –y único– dron de la compañía.
Era un ámbito nuevo para GoPro. Hacer un dron es más complejo que hacer una cámara y Karma sufrió de falta de previsión desde el principio. Hubo retrasos en la hoja de ruta para presentar el dispositivo ante el público. Aunque quizá lo más grave fue que cuando comenzaron las ventas surgió un problema con la batería.
Algunos Karma perdían potencia en pleno vuelo y acababan estrellándose. La compañía trató de suavizar los problemas, pero terminó retirando unas 2.500 unidades (todos los vendidos hasta esa fecha) y compensando a los consumidores cuyas aeronaves se habían malogrado.
Resueltos los fallos técnicos el GoPro Karma volvió a las tiendas, pero se había perdido un tiempo precioso. Y, sobre todo, la imagen de marca estaba dañada. Pese a todo, la compañía ha señalado que su dron ha sido el segundo más vendido en su rango de precio durante 2017.
No ha sido suficiente. Durante su última presentación de resultados, GoPro ha anunciado que se retira del mercado de los drones, al menos de la fabricación de RPAs. La compañía ha citado un clima regulatorio hostil en Europa y en Estados Unidos, que reduciría el posible mercado para las aeronaves no tripuladas en los próximos años.
GoPro venderá las unidades de Karma que tiene en stock y pondrá punto y final a esta aventura. Aunque evidentemente seguirá prestando soporte y servicios a los consumidores que hayan comprado su dron. El movimiento forma parte de un esfuerzo por ahorrar costes, pues también se despedirá a un 20% de la plantilla, que se quedará en menos de 1.000 empleados. No parece que GoPro vaya a tener de nuevo un papel protagonista en el mercado de los drones.
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