Noticia Buenas razones para eliminar el doblaje cinematográfico

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Os ofrezco una serie de argumentos por los que eliminar el doblaje de películas y series de televisión sería beneficioso para todos.


Se suele afirmar, lo hemos escuchado infinidad de veces, que en España tenemos a los mejores actores de doblaje del mundo, pero parece que a nadie le resulta sospechoso que esto casi siempre salga de la boca de un español. Y digo “casi” porque, por ejemplo, el fallecido Carlos Revilla fue reconocido como el mejor doblador europeo de Homer Simpson por la 20th Century Fox, y Woody Allen le agradeció a su doblador en España, Joan Pera, su eficaz entonación y cadencia al prestarle su voz en cada nueva película que cuenta con el neoyorkino. Anécdotas, en cualquier caso.

Es sabido que la masificación del doblaje en España y en otros países tiene su origen en la llegada del cine sonoro a comienzos de los años treinta del siglo pasado y, con ella, en la necesidad de facilitar el acceso al cine extranjero a una población analfabeta que, claro, ni era plurilingüe ni podía leer los subtítulos. La propaganda nacionalista a través de insistir en la identidad lingüística y el control de la censura para filtrar ideas contrarias a las del régimen de turno también cimentaron el doblaje generalizado.

Pero la cuestión hoy, aquí y en cualquiera del resto de países que utiliza el doblaje para cada película y serie extranjera que se estrena, no es si el trabajo de los dobladores es bueno o malo ni si da gusto oír sus particulares voces, sino si resulta conveniente este trabajo fuera de la animación y, quizá, de los documentales.

Si a mí me preguntáis, la respuesta es no. Y estas son las razones que puedo aportar:

Con la voz también se interpreta


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  • La voz de los intérpretes, tanto como la manera en que aprovechan su corporeidad, forma parte de su actuación. Por tanto, suprimirla y sustituirla por otra es mutilar su trabajo interpretativo, malograr la construcción de sus personajes y, así, faltarles al respeto.


  • Los que defienden el doblaje por la excelente labor de sus actores caen en la incoherencia de despreciar a la vez con ello la de los intérpretes originales de las películas, que son los que realmente estuvieron ante las cámaras y a los que pertenecen su personajes.


  • Que a un espectador acostumbrado a ver cine doblado le venga a la cabeza la misma voz cuando piensa en diferentes actores extranjeros muestra, con suma elocuencia, cómo es de lamentable la situación: ¡no conocemos sus voces! Y eso debería avergonzarnos.


  • Hay escenas intensas en películas y series en las que resulta tan importante la entonación de los actores y su cometido en el conjunto de su interpretación del momento que el doblaje, por mucho que lo realice alguien competente o incluso prodigioso, se carga el alcance emocional de dicha escena en el ánimo del espectador. Y eso es tanto como aniquilar buena parte de su arte y de la consideración que luego se tenga de la obra.
Los beneficios de suprimir el doblaje


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  • Los motivos que nos empujaron a crear el doblaje, es decir, el analfabetismo, la propaganda nacionalista y el control de la censura, ya no existen o son irrelevantes, por fortuna.


  • Todo el esfuerzo, el capital humano y su talento y el movimiento económico que genera la industria del doblaje, si se eliminara del cine de imagen real, podría trasvasarse en su totalidad a la animación, darle empuje por pura necesidad de trabajo y, de esa manera, conseguir que el cine animado salga de una vez de su excepción y marginalidad y de ese infantilismo insufrible que aún arrastra en general desde hace demasiado tiempo fuera de Estados Unidos, Japón y algunos países europeos.


  • Ver cine en versión original ayuda sobremanera a la comprensión de otros idiomas, un beneficio que no me parece muy dudoso. Pasado un tiempo, uno se sorprende muy gratamente al darse cuenta de que entiende gran parte de lo que escucha sin necesidad de leer los subtítulos, y no sólo eso: si presencia una conversación en el idioma de las películas y series que esté habituado a ver, se asombrará al comprobar que también entiende mucho de lo que escucha entonces.


  • De los perezosos que se niegan a hacer el esfuerzo de “leer en el cine” no tengo nada que decir: ellos solos se descalifican.

Hay quienes proponen que se mantenga el doblaje y lo que se potencie sea un mayor acceso a la versión original en los cines, pero no estoy de acuerdo con limitarse a ello: tanto por respeto a las obras cinematográficas como por generalizar al menos el bilingüismo en la población, debería ir reduciéndose paulatinamente el doblaje para que no afecte a aquellos cinéfilos a los que, quizá por edad, una reforma así pille tarde, con el objetivo final de que todos, bien educados en la versión original, seamos capaces de ver con gusto películas y series sin que nadie funcione de mutilador intermediario entre nosotros y lo que significan.

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