Cabify Lite, la versión más económica de la plataforma española de coches con chófer, hace balance tras cumplir un año de operaciones en Madrid, Santiago de Chile, Lima y México D.F.
Ya son 12 meses los que lleva operando la versión más económica de Cabify, Cabify Lite, en Madrid, Santiago de Chile, Lima y México D.F. En un sector en el que ha reinado el cambio y la polémica durante los últimos años, la startup española ha irrumpido de lleno y con todas las papeletas para quedarse.
Cabify Lite nació de una idea muy sencilla: ofrecer un transporte con chófer más barato. La diferencia con el polémico Uber es que los conductores de esta plataforma han de contar con su licencia VTC y estar dados de alta como autónomos en la Seguridad Social. También se ofrece una atención más personalizada al cliente y una flota de coches formados por berlinas negras en muy buenas condiciones y conociendo de antemano el importe del trayecto. Si alguien lo desea, también se pueden solicitar taxis reglados a través de su aplicación, así sí con la tarifa pública.
El resultado tras un año ha sido un aumento de los ingresos de Cabify en España, de los que el 85% provienen de esta modalidad low cost, con casi 500 conductores ya registrados, según ha confirmado el director de Cabify en España, Juan Ignacio García-Braschi. De promedio, un conductor tiene unos ingresos de 3.000 euros, 7.000 si son dos empleados en un mismo coche, a descontar los gastos de las cuotas de autónomos, Seguridad Social, IVA, combustible, seguros y el coche.
El ingreso medio mensual de un conductor de Cabify está en torno a los 3.000 eurosSi bien Cabify se ha preocupado por atender a las normativas legales de cada región en la que inician su línea de negocio, siendo México la más enrevesada, siempre existe la duda sobre este tipo de servicios y sus luchas perpetuas con las modalidades más tradicionales de transporte.
Cabify nació, al menos en principio, para cubrir un nicho de mercado enfocado al transporte de ejecutivos y con la intención de sustituir a las carísimas flotas de coches que muchas empresas se veían en la obligación de mantener para poder dar cobertura a las necesidades de sus empleados. De hecho esto supone dos tercios de los ingresos de la plataforma.
¿Pero qué ocurre con el tercio sobrante? Ahí está la clave. Este porcentaje de negocio sale de ciudadanos de a pie que piden un coche para realizar un trayecto común a mucho menos precio. ¿Pero por qué es menor el precio? Muy fácil, sus tarifas no están reguladas, y al no estar regladas pueden hacer precio de mercado. Sin embargo, el gremio de los taxistas no puede quejarse porque desde Cabify se cumple la normativa legal, pero ¿no recuerda un poco a Uber?
Estamos de acuerdo en que se vigila el tipo de servicio y el pago de impuestos, pero no se puede comparar con el tipo de límites que tienen los gremios tradicionales, en cuanto a horas límites de trabajo, por ejemplo. Al final, la cuestión es que no se juega con las mismas reglas, y si bien no se puede parar el progreso y la irrupción de estas nuevas plataformas, que han traído una buena forma de autocrítica a un sector tremendamente anquilosado, tendríamos que ponernos a pensar en el por qué de las diferencias, y entender a ambas partes antes de sentenciar.
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