Aunque actualmente no tenga tiempo para otra cosa que no sea Avatar y sus locuras varias, es innegable que James Cameron ha sido un pilar fundamental en Hollywood durante décadas. El director estadounidense nos ha dejado películas icónicas, pero también sagas para el recuerdo, como Terminator. Sin embargo, pocos saben que esta franquicia nació de una manera bastante curiosa.
Corría el año 1981 cuando James Cameron, durante una visita a la bella Roma, sufrió una fiebre inesperada que lo dejó en la cama del hotel varios días. En una de esas noches, el legendario director tuvo una pesadilla de lo más extraña: vio delante de sus ojos una especie de esqueleto cromado emergiendo de las llamas, como si se tratase del mismísimo Belcebú; pero no: fue algo peor, el T-800.
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Tras levantarse de la pesadilla, el cineasta acudió rápidamente a su escritorio y, entre sudores fríos, comenzó a dibujar lo que sería, más tarde, el inicio de una de las sagas de ciencia ficción y acción más icónicas de la historia, y que presentaría al mundo a una máquina de matar que pretendía asesinar con sus propias manos al mismísimo John Connor.
Después de escribir un guion y con los bocetos hechos por él mismo, Cameron comenzó la producción de la primera película de la saga junto a Stan Winston, encargado de los efectos especiales en la primera película, quien, a partir de los bocetos hechos por Cameron aquella noche, dio vida al personaje que interpretaría Arnold Schwarzenegger durante varias décadas.
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La noticia Cómo James Cameron acabó convirtiendo una pesadilla febril en una de las sagas más icónicas del cine de acción y ciencia ficción fue publicada originalmente en Vida Extra por Iván González .
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