Las reglas de fotografía están para marcarnos el camino e indicarnos qué debemos hacer, pero en ocasiones, la mejor opción es tomar un desvío.
“La primera regla del Club de la Lucha es: nadie habla sobre el Club de la Lucha. La segunda regla del Club de la Lucha es: ningún miembro habla sobre el Club de la Lucha…”. Las reglas tienen una función básica pero que al mismo tiempo resulta necesaria: guían el camino que se debe tomar. Y no solo eso, sino que también establecen los límites que no hay que traspasar. Pero este post no versa sobre directrices, sino de cómo saltarlas.
Del mismo modo, en la fotografía existen numerosas reglas que nos indican qué composición utilizar o qué ajuste debemos establecer para una exposición adecuada. Y nadie niega que sean necesarias, pero en cierto sentido también pueden ser las culpables de limitar nuestra capacidad creativa y de improvisación.
Eso sí, antes de saltar alguna regla debemos saber qué estamos obviando. Tampoco pretendo extrapolar la corriente del Dogma 95 a la fotografía y defender aquello carente de gusto estético, pero sí que dejemos cierto margen para olvidar conceptos que, una y otra vez, se repiten en numerosas páginas y manuales para aficionados al mundo de la imagen.
Parece que siempre se deben seguir los mismos tutoriales de Photoshop o de cómo encuadrar una imagen
Con el tiempo, cada profesional labra su propio estilo y forma de captar instantáneas. Sin embargo, parece que siempre se deben seguir los mismos tutoriales de Photoshop o de cómo encuadrar una imagen, y eso no es así. Al igual que el Barroco surgió para luchar contra el arte clásico, en la fotografía terminan destacando aquellos autores que acaban rompiendo con lo anterior y llamando la atención por su estilo característico e innovador. Un ejemplo de ello podría ser Gregory Crewdson, quien supo cómo capturar la atmósfera del séptimo arte en una sola imagen.
Intentar desmontar cada una de las reglas de fotografía que tenemos preconcebidas es una tarea casi imposible, pero sí que podemos exponer un muestrario de aquellas más evidentes y que cumplimos casi sin barajar qué otra opción tenemos disponible. Existen más cartas en la baraja, y tenemos ejemplos que se encargan de demostrarnos lo equivocados que estábamos sobre la que creíamos nuestra mano ganadora.
“Utilizar los puntos de interés”
Lo clásico: coloca el sujeto en uno de los puntos de más peso en la imagen. La bendita regla de los tercios. Es mentira, depende de muchas más cosas. Solo tenemos que echar un vistazo a la venerada fotografía de películas como las de Wes Anderson o Stanley Kubrick, quienes destacan por utilizar unos planos simétricos donde el punto de interés se sitúa en el centro de la imagen. Entonces, ¿por qué no utilizar el centro? Tampoco debemos forzar un encuadre que no resulta estético, pero no hay que descartar ninguna de las opciones posibles.
“Respetar la regla de la mirada”
"The King's Speech" (2010) | Tom Hooper
Supuestamente deberíamos dejar el "aire" de nuestra imagen hacia el lugar donde mira el protagonista. De nuevo, no eso no es del todo cierto. Es verdad que si invertimos ese proceso el sujeto parece encerrado en el marco y se crea una sensación de incertidumbre sobre dónde estará mirando. Pero, ¿y si es eso lo que queremos conseguir? En la película de “El discurso del rey” eran habituales planos en los que se invertía dicha regla, haciéndonos partícipes de la incomodidad e impotencia que tenía el protagonista en un momento concreto del filme.
“El horizonte, nunca en el centro”
Ditty_about_summer | Shutterstock
En numerosas ocasiones he intentado hacer la foto de un paisaje mientras me repetía: debes dar más importancia al cielo o a la tierra, nunca buscar un equilibrio entre los dos. Pero a veces, situar el horizonte en el centro era lo que me otorgaba mejor resultado, al menos bajo mi criterio (totalmente subjetivo) estético. Como ocurría con los puntos de interés y la regla de los tercios, creo que en ocasiones puede ser correcto buscar el equilibrio y, por qué no, dividir una imagen por una mitad de cielo y otra de tierra.
“A partir de 1/60 ya aparece una foto borrosa”
Refat | Shutterstock
Es la velocidad límite establecida por antonomasia, pero ya se empieza a quedar algo obsoleta. Tiene su origen en las cámaras analógicas, las cuales marcaban la velocidad de 1/60 con un rojo o amarillo que nos alertaba el peligro de utilizar tal opción. Pero ahora es bastante diferente, tanto los estabilizadores ópticos como los incorporados en las cámaras han mejorado de una forma impresionante, algo que se encargan de demostrar sistemas como el de la Sony A7R II. Eso sí, lo que no podemos evitar es que se muevan los elementos que encuadramos.
En definitiva, tengamos en cuenta las reglas que hemos aprendido, pero no tampoco debemos tener miedo a salirnos de los manuales y experimentar con aquello que no es tan políticamente correcto.
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