Esta historia sobre un adolescente que sueña con trascender su existencia en un conflictivo barrio de una ciudad californiana es probable que constituya la película más convincente hasta la fecha de Rick Famuyiwa; lo cual, aclaro, tampoco es mucho decir.En la breve filmografía de este director de ascendencia nigeriana, apenas cuatro películas en dieciséis años, ha dejado clarísimo su gran deseo de plasmar algunas particularidades de la comunidad afroamericana que tan bien conoce, en especial, la de Inglewood, un suburbio en el condado de Los Ángeles, donde él mismo creció. Allí ha ambientado al menos dos de sus filmes, el insustancial The Wood (1999) y el que nos ocupa, Dope, y en ambos nos muestra cómo es la vida de varios estudiantes de los institutos en el lugar. No obstante, más en concreto, lo que podemos ver tanto en estas dos obras como en el resto, la elemental Brown Sugar (2002) y la conservadora Our Family Wedding (2010), echada a perder, es sobre todo a la juventud de la que él ha formado parte hasta hace no muchos años.
Y el otro pilar de su cine es, de manera indiscutible, la música popular que suele asociarse con los afroamericanos y que, de hecho, suelen sentir como propia. En su cuarteto cinematográfico podemos escuchar temas de esta música, y en dos de ellas tiene un papel bastante central, en Brown Sugar con el hip-hop y, de nuevo, en Dope pues, no sólo el trío de protagonistas, Malcolm (Shameik Moore), Jib (Tony Revolori) y Diggy (Kiersey Clemons) componen un grupo musical de punk y tienen unas cuantas charlas sobre bandas significativas de hip-hop de los años 90 del siglo pasado y lo que han supuesto para su arte, sino que además Moore y Clemons son cantantes en la vida real y Revolori se desenvuelve bien tocando varios instrumentos, componiendo canciones e incluso entonándolas él mismo.Famuyiwa suele repetir con algunos de los actores que han trabajado con él. En el caso de Dope no resulta demasiado evidente porque los que repiten no son principales, pero merece la pena señalar que el narrador al que oímos en varios momentos de la película es el conocido Forrest Whitaker, que tuvo un papel importante en Our Family Wedding, y que De’aundre Bonds aparece con un personaje de idéntico nombre que el suyo en The Wood, Stacey, pero no da la impresión de que sea el mismo.
Otro de los aspectos que salta a la vista repasando sus cuatro filmes es que el director ha ido puliendo sus maneras hasta llegar a Dope, en el que se nota un mayor control de sus posibilidades cinematográficas, con un gusto evidente por el montaje rápido, nada de planos secuencia o escenas sin cortes a lo Pablo Trapero, y el estilo movido e impresionista semejante al de un videoclip, quizá consciente por su influjo musical, con el uso esporádico de la pantalla parcelada que ya le habíamos visto en Brown Sugar y, novedad en esta ocasión, flashbacks explicativos con un ritmo bien acelerado.
Dope es más compleja que los tres anteriores filmes de Famuyiwa, que se pueden resumir en un par de líneas de lo simples que son; y esta mayor complejidad se advierte, no sólo en la propia realización y el montaje vivaz, sino también en los elementos narrativos que la conforman la película, es decir, lo que se refiere a atributos básicos como la trama delincuencial de la droga y su venta cibernética, la historia de superación de Malcolm y el romance que se desarrolla a la vez, y sobre todo, un fondo social que acaba siendo hasta reivindicativo.
Lástima que el director regrese a esos personajes que por lo general necesitan un babero, como los protagonistas de The Wood, con mujeres tratadas como objetos deseables de una forma bastante pueril, si esto último merece la pena mencionarlo por lo consustancial que es, y con planteamientos tópicos y rancios de la relación entre los sexos, como en todas sus películas precedentes. Y no puedo evitar pensar que ello está relacionado precisamente con la educación musical más popular y videoclipera y su falta de hondura.
Alguien podría argüir que se trata de un rasgo ideológico, no evaluable por consiguiente, e incluso que quizá Famuyiwa se limita a exponer la realidad social aunque no le agrade —no voy a contradecir que sus personajes se nos antojan del todo verosímiles— pero, por un lado, si la verosimilitud es lo mínimo exigible en el comportamiento de los personajes, su profundidad determina el valor que tienen, y por otro lado, los derroteros y soluciones narrativas que se escogen en este ámbito resultan determinantes, tanto para ofrecer una posición ideológica como la habilidad para contarnos una historia que de veras destaque.
Y no cabe duda de que su decidida vocación comercial, clarificada por su tono de ligereza, la hace peor y se carga su reivindicación última, que hasta resulta un tanto chocante. Si Famuyiwa hubiese abordado la historia de Malcolm como un drama con la misma energía que ha demostrado aquí, hubiera sido mejor pese a los tópicos. Es la razón por la que creo que, si se da la mano con algún guionista más agudo, el día que se decida a rodar algo efectivamente serio es posible que consiga sobresalir de verdad.5.5El caso es que la vigorosa y entretenida Dope es la demostración de que el desarrollo estilístico de su director va por buen camino, pero aún le falta abandonar el tono liviano y los tópicos de sus películas y apostar por algo más grave cuya potencia casi tendría garantizada.- La madurez de las habilidades cinematográficas del director, Rick Famuyiwa. - La gran vivacidad de la película por su montaje enérgico. - El fondo social y finalmente reivindicativo.- Los planteamientos tópicos. - Los personajes pueriles. - Su decidido tono ligero, que desactiva la reivindicación última.
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