
Explosiva, gamberra y colmada de fanservice. Devil May Cry es la bomba. Sus ocho episodios encapsulan la saga de videojuegos homónima mientras se aprovecha cada oportunidad para darle cancha y lucir a su protagonista. Tanto en las demoníacas secuencias de acción como cuando toca mostrar su lado más humano. Más geek. Consolidando aquello que funcionó y las lecciones aprendidas de Castlevania o Dota: Dragon's Blood.
Logrando plasmar en formato animado el tono y el ritmo de los videojuegos de Capcom. Dándole al fan aquello que busca... Y un poquito más.
Porque puede que Netflix no siempre haya estado fina con sus adaptaciones de las franquicias de Capcom, pero junto a Adi Shankar y el Studio Mir hacen una triple combinación ganadora. Un combo letal. Al empeño de la primera por regar su catálogo en producciones basadas en videojuegos se suma a un tándem potente que, por separado, nos han dado sensacionales adaptaciones.
Pero es que Devil May Cry lo clava. La serie de Netflix acierta de lleno en todas y cada una de sus pretensiones al tiempo que expande, para bien, el Bootleg Universe. Ofreciendo al espectador ocho episodios empapados de acción y fanservice en proporciones desmedidas. Así sí.
No es un videojuego de Capcom... pero casi
El anime producido en Corea de Devil May Cry sigue la estela de la referida serie de Castlevania, lo cual es un listón bastante alto, llegando a la esencia de la obra original sabiendo exactamente qué tomar prestado de ésta y cómo redibujarla para un medio tan diferente como es la televisión.
Entendiendo las inquietudes de quienes simplemente llegan de paso y buscan algo diferente que ver, pero también las expectativas de aquellos que han repartido tajos, balazos y caos sin concesiones con el canalla de Dante en PCs o consolas. No con el propósito de encontrar un punto intermedio, sino para entusiasmar a ambos perfiles de espectador.
Con eso establecido, Devil May Cry consciente en todo momento de lo que es y lo que aspira a ser como serie: más que una conversión directa del videojuego estamos ante una nueva incursión en el Bootleg Universe de Adi Shankar. Por definirlo de algún modo, se trata de un universo cinematográfico en el que el productor indio-estadounidense juega con franquicias y personajes ya establecidos con la misma pasión que un niño trastea con sus juguetes o un adolescente escribiría un fanfic.
Y, si me preguntas, la gran diferencia con respecto a otros que hacen lo mismo -y no lo admiten- es que Shankar lo hace bien. Muy bien. No solo por darnos una estética que bebe directamente del estilo visual de la ilustradora de Capcom, Kinu Nishimura sino por encontrar el tono, el lenguaje y la narrativa de los videojuegos y aderezarlos con elementos propios que no desentonan, guiños para los más jugones y una Banda Sonora de diez que, por cierto, evoca con gran acierto los temas de la época en la que apareció el primer juego.

De hecho que los aciertos vayan más allá de lo superficial no impide que la estética, el ritmo o que se pueda ver cada dólar invertido en el presupuesto de Devil May Cry en cada episodio. El guión es de Alex Larsen, y es la cuarta pata que sostiene esta mesa. Netflix, el Studio Mir, Shankar y Larsen ya nos habían dado un Capitán Laserhawk: Un remix de Blood Dragon que supuso una grata sorpresa, extremadamente irreverente a ratos, pero bien ejecutada.
Sin embargo, lo que hace que esta serie verdaderamente funcione es cómo se desmarca de esas torpes e irrespetuosas reimaginaciones de una original, como ya estamos cansados de ver con la serie de Resident Evil de Netflix o Los Anillos de Poder, pero también de esas conversiones casi 1:1 del videojuego como puede ser The Last of Us.
De este modo, Devil May Cry encuentra su propio espacio dentro del Bootleg Universe de Adi Shankar, pero sabe dejar contentos a los fans del pícaro de Dante y, en el proceso, a quienes simplemente vienen a buscar un anime que, pese a no estar hecho en Japón, ha entendido de maravilla lo que desmarca los Hack'n Slash de Capcom del resto.
Studio Mir y Adi Shankar se vuelven a lucir en la pequeña pantalla

Llegados a este punto toca abordar el elefante el la habitación: ¿de qué va Devil May Cry? Trasladar lo que ocurre en los videojuegos -incluyendo una historia se ha expandido de manera retroactiva a través de las secuelas- no es excesivamente complejo, pero el guionista Alex Larsen sabe encontrar un punto intermedio entre lo que ya sabíamos y una historia nueva tomando bebiendo de las mismas referencias habituales de los creativos de Capcom.
Tomando un poquito prestado de la Divina Comedia, otro tanto de Alicia en el país de las Maravillas, los cómics americanos, el Devilman de Go Nagai y un mucho de la estética y la narrativa del cine de acción Hollywoodiense, con sus clichés. Por no mencionar, claro, todo lo que el surcoreano Studio Mir toma del anime hecho en Japón. Poniéndose a la par que las grandes casas de la animación nipona cuando toca, ya bien sea en los momentos de comedia como a la hora de darnos flashbacks que cambian la estética de la serie y, por supuesto, en la secuencias de acción.
De hecho, de cara a esta serie, Alex Larsen se inspira con el mismo descaro en nuevas obras para armar su propia versión del Dante del Bootleg Universe, como el City Hunter de Tsukasa Hojo. Porque el nuevo Dante se parece mucho -y con gran descaro- a Ryo Saeba en la primera mitad de la serie y, poquito a poco, evoluciona mientras descubre su verdadera naturaleza. Dejando claro que, pese a ser la estrella de la serie, hay margen para darle al espectador que llega de nuevas otros protagonistas y, de paso, un villano con motivaciones de manual, pero muy bien ejecutado.
Ficha de Devil May Cry
- Guión: Adi Shankar y Alex Larsen
- Producción: Studio Mir, Adi Shankar Animation, Capcom
- Estreno: 3 de abril de 2025 (internacional)
- Estudio / Productora: Toei AnimationToei Company
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La noticia El demoníaco hack'n slash animado de Netflix está a la altura de los juegos de Capcom. Crítica de Devil May Cry fue publicada originalmente en Vida Extra por Frankie MB .
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