Lo que antaño era una costumbre arraigada, ha caído en el olvido: ¿por qué hemos dejado de encontrarnos con demos de videojuegos?
¿Alguien se acuerda de las demos de videojuegos? Esas versiones de prueba que algunas compañías y estudios desarrolladores ponían a disposición de los jugadores; hubo una época en la que todos buscábamos con recelo la última revista llegada al kiosko al incluir alguna de estas versiones en disco para, poco a poco, con la llegada del internet a las consolas, acceder a ellas en Xbox Live, Playstation Network, la eShop de Nintendo (aquí con limitaciones de uso, ojo) o Steam.
Las demostraciones de antaño han dado paso a las alfas y betas jugables
El uso de una versión de demostración es evidente y no debería requerir demasiada explicación. Antes de que el juego llegara a las tiendas o, en la mayoría de ocasiones, con éste ya a la venta, jugar una demo era el modo perfecto de ver qué es lo que dicho proyecto tenía que ofrecer. Además, en el caso del PC, es el modo idóneo de comprobar el rendimiento del título en un hardware determinado con tal de no llevarse problemas desagradables (algo a lo que, por desgracia, han terminado sustituyendo los Steam Refunds).
Es cierto que siguen llegando, con cuentagotas, demos de distintos juegos. Si hablamos de proyectos destacables contamos con la ya clásica demo de FIFA y algún que otro juego deportivo como los NBA Live o NHL (NBA 2K no ha lanzado demo este año) y excepciones recientes como Dying Light (medio año después del lanzamiento del juego) o Uncharted: The Nathan Drake Collection, poco más; ¿por qué hemos dejado de ver demos? Es de imaginar que no hay otro motivo más que el económico y es que, puestos a elucubrar, este tipo de contenido de demostración le haría más mal que bien a las compañías.
La caída en este contenido de prueba ha coincidido con un exagerado aumento de las fases alfa y beta de los juegos a los que los jugadores podemos tener acceso. Sin ir más lejos, son más de una docena de alfas y betas las que, entre lanzadas y por llegar, podremos jugar en 2015: Halo 5: Guardians, Battlefield Hardline, Street Fighter V, Star Wars Battlefront, Doom, Overwatch, The Crew: Wild Run, Total War: Arena, Gigantic, Gears of War: Ultimate, Need for Speed, Rainbow Six Siege, Dark Souls 3 o Uncharted 4 son solo algunos de los ejemplos. Casi nada.
De un tiempo a esta parte, el contenido en vídeo parece el sustituto evidente
La diferencia de este tipo de versiones prematuras con una versión de demostración es evidente: todo el feedback de los jugadores puede repercutir en el desarrollo y, por ende, suponer cambios de peso en el título final. Ahí, de entre las vistas este año, tenemos la de un Halo 5: Guardians en estado prematuro (una de las pocas betas que, realmente, se encuentran en la fase beta del desarrollo) que sirvió para cambiar múltiples parámetros y aspectos del juego. Muchas otras, por no decir la mayoría, terminan suponiendo una prueba para los servidores y funcionalidades multijugador.
Pero, ¿por qué betas sí y demos no? En mi opinión, aquí el marketing y el negocio vuelve a tener mucho que ver. Una demo, con el juego ya en las tiendas, no es noticia (pese a que, a este paso, volverán a serlo) y no sirve para mover la maquinaría publicitaria del juego en cuestión; mientras, el anuncio de una fase alfa o beta (muchas de ellas cerradas, con todo lo que eso conlleva) general revuelo en la comunidad y dirigen los focos hacia su proyecto.
De hecho, moviéndonos al plano del contenido en vídeo, parece que, de un tiempo a esta parte, las demos tienen otro sustituto: los vídeos presentando los primeros minutos de un juego por llegar al mercado. Ya sea trabajo de la propia desarrolladora o publisher o contenido generado por youtubers, streamers o prensa con acceso anticipado al juego (que, evidentemente, permite la compañía detrás del juego), parece una costumbre arraigada.
Sin ir más lejos, en semanas pasadas vimos los inicios de Halo 5: Guardians, Assassin’s Creed Syndicate o Rise of the Tomb Raider, antes de que llegaran a las tiendas. Es una decisión algo controvertida ya que jamás será lo mismo jugar algo que verlo pero, en términos de desarrollo, no les supone ningún esfuerzo adicional, al contrario que preparar una demostración.
Ha sido algo paulatino y quizá un poco desapercibido pero, en definitiva, no deja de sorprenderme cómo, poco a poco, las demostraciones jugables han ido cayendo en el olvido. Por contral, tal y como ha demostrado un 2015 que nos deja anuncios de betas de juegos que ni siquiera sabemos qué son, parece que las fases de prueba cerradas son la nueva moda en la industria. ¿Qué os parece este nuevo rumbo?
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