Juntar en un mismo escenario a Laurene Powell Jobs, Jony Ive y Sam Altman es unir la historia de Apple con la actualidad de la inteligencia artificial. No hace falta darle muchas vueltas: son tres de las figuras más influyentes y se han sentado durante media hora para hablar de lo que tienen entre manos. Y lo que traman es ese misterioso dispositivo de OpenAI que a día de hoy se sigue conociendo muy poco.
Aunque ellos mismos se han encargado de rebajar las expectativas asegurando que no viene a matar al iPhone, el hype es inevitable. Tenemos al hombre que definió la estética de Apple durante décadas trabajando mano a mano con el responsable de ChatGPT, todo bajo la atenta mirada de la mujer de Steve Jobs. ¿Y el tema de la charla? Una explicación de por qué creen que el hardware actual necesita una alternativa que nos deje respirar. Porque no es la primera vez que se arrepienten de algunos aspectos en los que ha derivado el iPhone.
Jonathan Ive se animó a contactar a Sam Altman
Curiosamente, la colaboración no surgió de un plan de negocio, sino de un impulso casi personal. Jonathan Ive confesó que fue él quien contactó a Sam Altman, algo que no había hecho nunca. "Fui muy tímido", admitió, añadiendo que al principio los investigadores de OpenAI le parecían "terroríficos" e "intimidantes".
Lo que le llevó a dar el paso no fue un producto, sino una "tesis tentativa" sobre la naturaleza de los objetos y las interfaces. Quería explorar ideas sin la presión de tener que fabricar algo concreto. Esa es la clave de su método. Jony Ive reniega de los procesos creativos con un objetivo fijo.
Si tienes una meta predeterminada, te pierdes todo lo que hay en el camino.
Durante meses, los equipos de LoveFrom y OpenAI se dedicaron a una fase casi académica: crearon "libros y libros" sobre la historia de las formas, el diseño de cámaras o la evolución de las relaciones humanas. No querían diseñar un gadget, querían entender qué significa interactuar con una IA antes de darle forma física.
Del ruido de Times Square a la paz de la montaña
La crítica que vertebra el proyecto es que la tecnología actual nos agota. Para ellos, usar un smartphone hoy en día es como "caminar por Times Square": luces, ruido, empujones digitales y una demanda constante de atención.
La alternativa que proponen es un dispositivo que evoque la paz de "una cabaña junto a un lago". La idea no es desconectarse, sino tener una IA con una conciencia contextual increíble que sepa cuándo intervenir y cuándo callarse (algo que se sabe que les está siendo difícil de afinar). Un asistente que conozca todo lo que has leído o dicho, pero que use esa información para quitarte ruido mental, no para añadirlo.
El factor mordisco y la herencia visual del iMac G3
Jony Ive tiene una vara de medir muy particular para saber si un producto está acabado. Se lo dejó claro a Sam Altman durante el desarrollo:
Sabremos que está bien hecho cuando quieras lamerlo o darle un mordisco.
¿Te recuerda algo esta frase? Es el mismo concepto que utilizó en 1998 para salvar a Apple con el iMac G3. En un mercado saturado de torres de plástico beige y gris que nadie quería poner en el salón de su casa, Ive diseñó un ordenador con formas curvas, plásticos traslúcidos y colores vibrantes. Apple lo vendió con un eslogan que no hablaba de megahercios, sino de sabor: "Yum" (delicioso).
Aquel diseño rompió todos los esquemas porque convirtió una máquina compleja e intimidante en un objeto de deseo, algo que parecía una gominola gigante y que pedía a gritos que lo tocaras. Ahora intenta aplicar esa misma lógica a la inteligencia artificial.
Sam Altman reconoció que, al principio, era escéptico. Pensaba que los usuarios solo buscaban eficiencia y utilidad. Pero Jonathan Ive insistió en que, si querían que la IA fuera parte de nuestra vida, tenía que dejar de ser algo frío. Hubo prototipos anteriores que funcionaban bien técnicamente, pero no pasaban la prueba del "mordisco". No fue hasta que Sam Altman tuvo el modelo definitivo en la mano que lo entendió.
Esta obsesión de Ive por los objetos cotidianos y sencillos quedó patente en el tramo final de la entrevista. Cuando le preguntaron qué objeto le habría gustado inventar, ignoró cualquier hito tecnológico moderno. Su respuesta fue "la cremallera" (the zip) y "el bolsillo". Eligió dos elementos diarios, puramente funcionales y táctiles que usamos a diario sin pensar, que es exactamente el tipo de naturalidad que quieren conseguir con este nuevo dispositivo.
Para Sam Altman, el momento actual es comparable al descubrimiento del transistor: una nueva "propiedad de la física" que necesita un nuevo tipo de "envase" para ser útil en el día a día. Y parece que no tardaremos en verlo. Aunque bromearon con un plazo de cinco años, Sam Altman lo rebajó a menos de dos. La conclusión de la charla es que el formato de "pantalla rectangular" ha llegado a su límite. Ahora toca ver si este equipo es capaz de ofrecer una alternativa real.
Al final de la media hora de charla, la sensación deja un toque agridulce. Por un lado, es innegable que nadie más en la industria se está tomando el diseño de hardware con este nivel de profundidad filosófica. Mientras Jony Ive y Sam Altman discuten sobre la esencia de los objetos. Eso, por sí solo, ya merece atención.
Pero por otro, no podemos olvidar que seguimos hablando de intangibles. Llevamos meses escuchando rumores sobre este "iPhone de la IA" y, a día de hoy, lo único que tenemos son metáforas sobre cabañas en el lago. No hay fechas cerradas, no hay precio y, sobre todo, no hay ni una sola prueba de que esa "inteligencia silenciosa" sea técnicamente posible hoy en día.
El riesgo de que todo esto acabe siendo una burbuja preciosa pero inútil (como el Humane Pin o el Rabbit R1) sigue ahí. Jony Ive y Sam Altman tienen el crédito suficiente para que les demos el beneficio de la duda, pero en menos de dos años tendrán que demostrar que su dispositivo sirve para algo más que para darnos ganas de morderlo.
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La noticia El padre del iPhone se confiesa ante la mujer de Steve Jobs. Su próximo dispositivo tiene que provocar ganas de "morderlo" o no será suficientemente bueno fue publicada originalmente en Applesfera por Guille Lomener .
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