
Hoy no nos imaginamos ningún producto de Apple sin el logo de la manzana. Simple, minimalista, perfecto. Y aunque hay muchos productos que han reducido su presencia, como el iMac, sigue representando a la empresa más valiosa del mundo. Pero la realidad es que Apple comenzó con un logo completamente opuesto: una ilustración victoriana tan detallada y ornamentada que parecía sacada de un libro de cuentos del siglo XIX. Tan diferente a la Apple que conocemos ahora (y recordamos de siempre) que duró apenas seis meses.
El primer logo de Apple era de todo, menos minimalista
Para entender esta historia necesitamos retroceder hasta abril de 1976. Apple Computer Company acababa de nacer y, como toda empresa, necesitaba una identidad visual. La tarea recayó en Ronald Wayne, el tercer cofundador olvidado de Apple, quien diseñó algo que no tenía absolutamente nada que ver con lo que conocemos hoy.
Ronald Wayne creó una ilustración que mostraba a Isaac Newton sentado bajo un manzano, con una manzana a punto de caer sobre su cabeza. El diseño incluía un marco ornamentado con flourishes victorianos y una cinta en la parte inferior con las palabras "Apple Computer Co." Apple quería posicionarse con el momento del descubrimiento de la gravedad, la iluminación científica, el poder de las ideas simples que cambian el mundo.

Era hermoso. Era artístico. ¿Cómo no iba a representar a Apple? Pues no.
Steve Jobs odiaba ese logo. No porque fuera feo, de hecho era una obra de arte, sino porque violaba todos sus principios de diseño. Jobs ya tenía claro en 1976 algo que el resto de la industria tardaría décadas en entender: en tecnología, la simplicidad no es solo estética, es funcionalidad.

El logo de Ronald Wayne tenía varios problemas. Primero, era imposible de reproducir a tamaños pequeños. Intenta imaginar esa ilustración detallada en la puerta de una Apple Store y verla desde lejos. Lo mismo en materiales de publicidad, sobre todo impresos, que era lo que se usaba en la época. Los detalles se perdían, la legibilidad desaparecía y el impacto visual se diluía completamente.
Segundo, no funcionaba en diferentes medios. En 1976, Apple necesitaba un logo que funcionara igual de bien en papel, en pantallas monocromáticas y en los primeros intentos de publicidad televisiva. La ilustración victoriana de Wayne era demasiado compleja.
Pero el problema más profundo era filosófico. Jobs no quería que Apple fuera percibida como una empresa nostálgica o académica. Quería transmitir innovación, futuro, accesibilidad. El logo de Newton bajo el árbol sugería tradición y contemplación, no revolución tecnológica.
Un nuevo logo, que no salió de la cabeza de Jobs
En 1977, con el lanzamiento inminente del Apple II (la primera computadora que Apple vendería comercialmente a gran escala), Steve Jobs decidió que necesitaban ayuda profesional. Contactó con Intel para que le recomendaran una agencia de marketing, y así llegaron a Regis McKenna, uno de los pioneros del marketing en Silicon Valley.

McKenna entendió el problema. Apple no necesitaba solo un nuevo logo: necesitaba una identidad visual que expresara todo lo que representaba el Apple II: simplicidad, innovación, accesibilidad y color. Porque el Apple II era revolucionario precisamente por ser de los primeros ordenadores que podían reproducir color en sus pantallas.

El diseño quedó a cargo de Rob Janoff, un diseñador que llevaba poco tiempo en la firma de Regis McKenna y que no tenía idea de que estaba a punto de crear uno de los logos más reconocibles de la historia. Janoff recibió solo tres instrucciones de Jobs: tenía que ser sencillo, moderno y reconocible.
Janoff compró manzanas en una tienda cerca de su casa y pasó dos semanas haciendo bocetos. El proceso fue más directo de lo que podrías esperar para algo tan icónico. Dibujó siluetas de manzanas, experimentó con proporciones, probó diferentes ángulos. Pero había un problema: las siluetas de manzana se parecían demasiado a otras frutas.

La solución fue añadir un mordisco. De repente, la forma se volvía inequívocamente una manzana. El mordisco eliminaba toda ambigüedad visual y, como beneficio adicional, creaba un elemento distintivo que haría el logo memorable.
Y aquí llega el elemento que cambia completamente la narrativa sobre los significados ocultos del logo. Durante décadas, la gente ha especulado sobre el mordisco. Las teorías más populares incluían referencias al "byte" informático (bite/byte), al fruto prohibido del Edén, o incluso a Alan Turing, el padre de la computación moderna que murió envenenado.
Pero Rob Janoff ha desmentido todas estas teorías románticas. El mordisco existe por una razón puramente práctica: evitar que confundieran la manzana con una cereza.
El logo original de Janoff tenía seis franjas de colores: verde, amarillo, naranja, rojo, magenta y azul. El objetivo era relacionar a Apple con uno de los primeros ordenadores capaces de reproducir colores. Querían que todo el mundo lo supiera.

La elección de colores tampoco fue aleatoria. Correspondían exactamente a los seis colores que el Apple II podía mostrar en pantalla. Era marketing disfrazado de diseño: cada vez que alguien veía el logo, estaba viendo una demostración de las capacidades técnicas del producto.
El logo ha evolucionado desde entonces, pero siempre manteniendo esa silueta básica con el mordisco característico. Con el lanzamiento de la iMac G3, el logo se volvió translúcido y azul, haciendo referencia al diseño revolucionario de esa computadora. Después vinieron versiones Aqua, cristal, hasta llegar al logo monocromático actual.
Cada iteración reflejaba la estética de su época, pero la forma fundamental permanecía intacta. Era la prueba de que Janoff había creado algo atemporal: un diseño lo suficientemente simple para adaptarse, pero lo suficientemente distintivo para mantener su identidad.

El legado de una decisión de seis meses
La decisión de cambiar el logo después de solo seis meses podría parecer precipitada, pero fue fundamental para el éxito de Apple. El Apple II se convirtió en un fenómeno cultural, y parte de ese éxito se debió a una identidad visual que comunicaba exactamente lo que el producto representaba: tecnología accesible, innovadora y, literalmente, colorida.
Hoy, cuando vemos esa manzana mordida en nuestros dispositivos, estamos viendo el resultado de una lección aprendida en 1977. No es reducir por reducir, sino encontrar la forma más directa de comunicar una idea compleja.
El logo victoriano de Isaac Newton era arte. El logo de la manzana mordida es comunicación pura. Y esa diferencia explica por qué uno duró seis meses y el otro lleva casi medio siglo siendo uno de los símbolos más reconocibles del mundo.
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La noticia El primer logo de Apple era una obra de arte victoriana. Steve Jobs lo odiaba tanto que duró solo seis meses fue publicada originalmente en Applesfera por Guille Lomener .
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