Noticia El problema del Star Wars de la era Disney no son los fans (esta vez): por qué The Acolyte suspende ante los espectadores

El problema del Star Wars de la era Disney no son los fans (esta vez): por qué The Acolyte suspende ante los espectadores


Como ocurre al crear las espadas láser de Star Wars, para gustos están los colores: al principio las había solo de tres colores (azul, verde y roja) y tras una simple pregunta de Samuel L. Jackson los empezamos a ver de más tonalidades. Con el estreno de las Clon Wars hasta los hemos visto de color negro y blanco. Sin embargo, y esto es importante: cada color tiene una importancia y también un significado. Esto se aplica a todo el universo imaginado por George Lucas, es algo que parece haberse olvidado en la nueva era de Disney y queda de manifiesto en cada nuevo episodio The Acolyte emitido hasta la fecha.


Vaya por delante que la serie creada por Leslye Headland estaba destinada a ser transgresora desde su concepción: para el gran público, The Acolyte es la locomotora de La Alta República, una época muy anterior a la Saga Skywalker que conforma las películas principales de Star Wars y que, a efectos prácticos, se presentó como la edad dorada de los Jedi. ¿Un lienzo en blanco para la franquicia? Precisamente ahí es dónde está buena parte del problema.

The Acolyte es una pieza clave para el futuro de Star Wars, pero ¿es una buena serie?​


The Acolyte nace con dos enormes ventajas añadidas y una única responsabilidad. En su beneficio nos topamos con que no tiene por qué reflejarse en el legado anterior de series y películas para construir algo que realmente se sienta original y a la vez genuino dentro de la galaxia muy, muy lejana de Lucasfilm. Además, Disney se cargó todas las novelas y trabajos previos y lo relegó al sello Legendas. Por otro lado, la otra ventaja es que es imposible calcular cantidad de espectadores han visto y ven la serie solo por el hecho de ser parte de la franquicia y la cronología de Star Wars. Esto también pasa con Marvel, que conste.


¿La responsabilidad por parte de Disney? Pese a que, como comentamos al principio, para gustos están los colores, el resultado debe ser creíble y tener consistencia con la millonaria franquicia. Que tenga unas siglas por delante no te limita a nivel creativo, pero hay que ser consecuente con ello.


¿Qué quiere decir eso? Si ponemos la película Dragon Ball Evolution como ejemplo, tienes a los personajes, hay artes marciales como hilo de fondo y hasta hay ideas sueltas colocadas por aquí y por allá y al final el resultado es un desastre. Por regla de tres, The Acolyte necesita que haya algo más que caballeros Jedi, Droides, Wookies y espadas láser en pantalla para lograr esa credibilidad y consistencia.

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El guión de The Acolyte no es bueno. Al menos, lo que hemos podido ver hasta el cuarto de sus ocho episodios. Se plantea un asesinato sin misterios, intriga o ritmo para la audiencia, todos y cada uno de los personajes están cortados por la línea de puntos y la mayoría de los acontecimientos son mediocres intentos por seguir hacia delante en una trama que ni despega, ni genera interés por descubrir lo que ocurre.


Para colmo de males, mucho de lo acontecido en dos episodios parece encauzado a sabotear, ya bien sea por ignorancia o de manera intencionada, a la franquicia en sí. Tirando por tierra la oportunidad de expandir su universo o enriquecerlo por el empeño de reescribirlo. Tropezándose, en el proceso, con enormes contradicciones que quizás resuelva en los episodios venideros. O no.


Disney ha invertido mucho dinero en hacer The Acolyte, y eso se nota. En la caracterización, en las escenas en las que hay naves espaciales implicadas y a la hora de crear una galaxia rebosante de fantasía y ciencia ficción tangible en la pantalla. Sin embargo, al final todo se derrumba con situaciones incoherentes y personajes mal colocados que, con excepciones como la Jecki Lon de Dafne Keen o el Maestro Sol de Lee Jung-jae (quien aprendió inglés para su papel) carecen de aquello que hizo icónicos a Leia Organa, Darth Vader o, de manera más reciente, al Mandaloriano y la vicealmirante Amilyn Holdo.


Llegados a este punto toca ser claros con algo: esto no es cuestión de gustos, sino de talento por parte de los creadores. Las cosas como son. Y que una de las guionistas jamás haya visto nada de Star Wars tampoco ayuda.

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¿Por qué fichar a alguien que no conoce la saga para escribir un un proyecto que ha costado (según se dice) 180 millones de dólares. La creadora Leslye Headland estableció que no quería una sala de escritores de Star Wars llena de fans acérrimos de Star Wars. Y el responsable de la franquicia en la pequeña y gran pantalla, Dave Filoni, era consciente de ello y aprobó todos los guiones.

“Había personas como yo que eran como acólitos de [Dave] Filoni en una etapa posterior de su vida. Literalmente tuve una escritora que dijo: 'Nunca he visto ninguno de ellos'. Nunca he visto nada de “Star Wars”’. Y ella me envía un mensaje de texto antes de comenzar la sala y dice: ‘Luke y Leia son hermano y hermana, ¿qué…?’ [Risas]”.

A partir de aquí un apunte: Star Wars no pertenece a los fans. Cuando se estrenó Los Últimos Jedi muchos se sintieron traicionados por no ven en pantalla lo que deseaban experimentar. Eso no funciona así y, en este caso, el cliente no siempre tiene la razón. Otra cosa muy diferente es que escudarse en una franquicia millonaria y conocida a nivel mundial te de licencia para hacer lo que quieras con ella sin exponerte a críticas mejor o peor fundamentadas.


Entre otras cosas porque la carísima producción de The Acolyte (como pasa con El Mandaloriano) debe servir de remolque para muñecos, novelas, merchandising y futuras series. Y ahí es dónde los espectadores tienen la sartén por el mango.


De hecho, el tiempo ha demostrado que se puede expandir el universo de Star Wars de manera valiente, interesante y enriquecer la franquicia sin la necesidad de desarrollar una gran película. Esa fue la razón de ser del proyecto Sombras del Imperio que estalló en los cómics, las novelas, los videojuegos. Logrando un reconocimiento aclamado y de manera unánime. Jugando con ingenio y talento con los márgenes de la saga Star Wars sin perder la perspectiva de lo que es y lo que debe ser.

Para moldear el futuro de una gran franquicia necesitas credibilidad, consistencia y talento​

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Expandir el universo imaginado por George Lucas en las películas es algo que hemos visto desde antes del estreno de El Imperio Contraataca, que conste: con la novela de El Ojo de la Mente nació el EU (el Universo Expandido) y con el llegaron de manera escalonada montones de historias, personajes y acontecimientos. Con Sombras del Imperio hasta vivimos un fenómeno con un despliegue equivalente al del estreno de una nueva película pero sin que hubiese una película.


Llegado el momento, Lucasfilm, la productora de George Lucas, se topó con un enorme problema: si Luke Skywalker estaba en un lejano planeta haciendo algo en concreto en el lapso entre dos películas de La Guerra de las Galaxias, en un año específico de la cronología, era cuestión de tiempo que lo ocurrido se pisase con un cómic, las novelas o los videojuegos, por ejemplo.


Ante eso, se tomó una iniciativa puso orden para que no se contradijesen las obras entre sí y se creó un registro llamado el Holocrón. Su misión principal: que el conjunto tuviese credibilidad y consistencia. Algo de lo que precisamente carece una franquicia que, para incontables fans, hoy se desmorona.

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El lore de Star Wars es flexible y siempre ha sido un estupendo caldo de cultivo para grandes historias y la fantasía de sus fans. Una tradición que se extiende desde que se publicase la primera novela de Alan Dean Foster hasta los futuros juegos. Algunos han sido aclamados, otros han pasado sin pena ni gloria y varios han recibido críticas que, como poco, invitan a cuestionar si se están haciendo las cosas bien.


Que no se me malinterprete: viví el estreno de La Amenaza Fantasma -el inicio de la saga Skywalker- en los cines, años antes ya tiraba los dados imaginando aventuras con el juego de rol oficial y precísamente por ello comprendo por qué aquella película no causó el impacto deseado, pero una cosa está clara: pese a que no es la película favorita de todo el mundo, el tiempo la logró poner en su lugar.

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A partir de aquí hay una teoría muy bien fundamentada: lo que siempre le faltó a la trilogía de precuelas (La Amenaza Fantasma, el Ataque de los Clones y La Venganza de los Sith) jamás fue la ambición y la visión del propio George Lucas, ni tampoco esa pretensión de revolucionar la industria del entretenimiento desde dentro, sino el toque especial de Marcia Lucas, la editora de la trilogía original y la auténtica artífice de los momento estelares de sus protagonistas a través de montajes que definieron el carácter de Leia, Han Solo o Darth Vader para generaciones enteras.


Si eres capaz de recordar un momento memorable de las películas originales, uno que atesoras de manera especial, se lo debes al talento combinado de George y Marcia. ¿Por qué ella no regresó en las siguientes películas? La respuesta rápida es que estaban casados y, tras su divorcio, George Lucas decidió romper por completo con su exmujer.


Como consecuencia, las precuelas triunfan en lo que respecta a la acción, pero fracasaron al presentar a Jar Jar Binks al mundo o exhibir los lazos emocionales entre sus protagonistas. Pero eso ya es otra historia. Lo cual nos lleva al verdadero factor clave en la ecuación: los fans.

Lo que hace que Star Wars sea tan especial no son los efectos especiales, sino los fans​

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George Lucas tomó incontables referencias a la hora de crear La Guerra de las Galaxias. Desde las películas de Akira Kurosawa al icono cultural de Flash Gordon, pasando por las novelas de Dune o, como dijo durante el festival de cine de 2024 en Cannes, lo que pudo haber sido su propia versión de Apocalypsis Now.


La Guerra de las Galaxias (posteriormente renombrada a Una Nueva Esperanza) dejará en el tintero muchos elementos se añadieron de manera retrospectiva o se reservaron para una posible secuela si funcionaba bien en taquilla. Y eso nos lleva de nuevo a la casilla de salida: su futuro dependía de los fans.


Pese a los hitos en cuestión de efectos especiales, La Guerra de las Galaxias no fue ni la primera película de naves espaciales y en el momento de estrenarse la distribuidora (20th Century Fox) no tenía una fe ciega en el proyecto. Algo que George Lucas usó a su favor, renunciando a su salario en beneficio de los derechos de merchandising de la película. Hizo bien y con ellos creó un imperio. Uno que en el año 2012 pasó a manos de Disney.

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El fenómeno Star Wars nació con los espectadores y los primeros fans. Los que en su día compraron un triste cartón con fotografías de los personajes porque los muñecos que iban en la caja se estaban haciendo. Los que consideran que sus personajes son parte de su vida y quienes han interiorizado frases y diálogos de manera tan profunda que son parte de su vocabulario. En según que caso, casi son consignas.


Y pese a que Star Wars, como concepto, no les pertenece a los fans, la franquicia se debe a ellos. Lo cual nos lleva a la gran pregunta: ¿qué pasa cuando pones The Acolyte en manos de guionistas que ni siquiera conocen la saga?


Los estrenos de los últimos dos episodios de The Acolyte han hecho reaccionar tanto a la creadora Leslye Headland como a Amandla Stenberg, la actriz protagonista, quienes han defendido sus reivindicaciones puestas en la serie o recalcado sus intenciones por añadir de elementos que, siendo justos, nunca faltaron en la Star Wars clásica o la más reciente: la General Leia Organa, la reina Padmé Amidala, Ahsoka Tano o Bo-Katan Kryze son ejemplos de protagonistas femeninas capaces de fascinar a todo el planeta por quienes son.

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Reparto y equipo creativo de The Acolyte

En las Guerras Clon había brujas perfectamente integradas en el lore y, como dijo George Lucas, en Una Nueva Esperanza se nos mostró una galaxia enormemente diversa con seres de infinitas razas y culturas. Todo eso ya existía y siguió existiendo mucho antes de que Disney comprase LucasFilm.


Está claro que cada fan puede tener su propia percepción de lo que es y lo que espera ver en Star Wars. Sin embargo hay algo que no cambia: no llevan el timón de la franquicia, pero Disney es perfectamente consciente de que los necesita. Y que Headland, Stenberg y otros miembros del reparto señalen a parte o la totalidad de los espectadores es, como mínimo, pegarse un tiro en el pie sin interiorizar aquello que falta en la serie: credibilidad y consistencia. Y a falta de ver lo que ocurre en los episodios venideros, está claro que la serie no solo podía ser mejor: debía ser mejor.


Quizás los cuatro episodios de The Acolyte enderecen lo planteado, o puede que no, pero una cosa está clara: ha llegado el momento de hacer autocrítica o asumir que muchas figuras de acción y cómics no saldrán de las estanterías.


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