Cuatro años después de la oscura actualización del cuento sobre Blancanieves estrenado en 2012, nos llega esta inesperada película que expande un poco más el universo que había construido su predecesora, alejándose de la historia clásica de los hermanos Grimm e inventando más allá de lo que ya se había atrevido esta.El primerizo director francés Cedric Nicolas-Troyan, que ya había sido supervisor de los efectos especiales de Snow White and the Huntsman, como en al menos cuatro filmes de Gore Verbinski, ha sustituido a Rupert Sanders al frente del nuevo relato, y bien parece que la Universal se ha propuesto dar su primera oportunidad en el largometraje a los novatos con esta posible saga, puesto que para Sanders también fue la original su estreno en el mismo.
Pero lo primero que resulta necesario aclarar de The Huntsman: Winter’s War es que no se trata de una precuela de la aventura de Blancanieves remozada como nos habían hecho creer voluntaria o involuntariamente, sino una secuela en toda regla. Lo que ocurre es que la trama de esta continuación procede del pasado tanto del Cazador como de la malvada reina Ravenna, trama que de todos modos ya se había apuntado en la película fundacional al insistir en lo vivido años antes por el primero para justificar su conducta respecto a Blancanieves en varios momentos del metraje: algo precedente había ahí, unos hechos sombríos a la espera de ser desenterrados, y por ellos debíamos habernos esperado esta secuela, pero es una idea extraña pensar en un universo expandido para un cuento clásico; aunque quizá ya no tanto en un Hollywood bastante desprovisto de ideas, en el que abundan los remakes, las continuaciones y, en general, los platos recalentados, que exprime y agota las premisas todo lo que puede.
El guion ha pasado de manos de Evan Daugherty, John Lee Hancock y Hossein Amini, de los que ha destacado el segundo sólo por el libreto de A Perfect World (Clint Eastwood, 1993) y el último por el de Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), a las de Craig Mazin y Evan Spiliotopoulos, el primero autor de guiones de comedias basura, y el segundo, especializado en el de secuelas de filmes de animación de Disney, lo cual supone una merma de calidad, pero una elección lógica al menos en el caso de Spiliotopoulos.Pero vuelve parte del reparto original: Chris Hemsworth como el Cazador, en una interpretación mucho menos taciturna e intensa; el indiferente Sam Claflin como William; el cómico Nick Frost como Nion, uno de los enanos con menos carisma; Charlize Theron como Ravenna, en su perversa y magnética línea, pero con mucho menos tiempo en pantalla por el papel de la competente Emily Blunt como Freya, que se une al casting junto con Jessica Chastain como Sara, cumpliendo pero sin levantar pasiones, Rob Brydon como el insulso Gryff, Sheridan Smith como la simpática Mrs. Bromwyn y Alexandra Roach, a la que muchos conocemos por su trabajo en la serie Utopia (Dennis Kelly, 2013-2014), como la comparsa que es Doreena. No se echa de menos a Kristen Stewart como Blancanieves, pero sí, y mucho, a los enanos más sobresalientes, encarnados por los estupendos Bob Hoskins, Ray Winstone y, sobre todo, Ian McShane.
The Huntsman: Winter’s War es entretenida y cuenta con un tono bastante más ligero que el de su predecesora, pero carece de los leves toques de virtuosismo poco académico en la realización que Sanders le había dado a la misma: es funcional en todos los sentidos, es decir, se limita a narrar la historia que se desea audiovisualmente para que resulte amena y comprensible y renuncia por completo a la inventiva fílmica. Eso sí, tener a la tres veces oscarizada Colleen Atwood como diseñadora de vestuario siempre es un plus para cualquier producción, y en esta, como en la otra, no hay duda de que lo es.
Lo que nos cuentan, por otro lado, interesa más que el ya sobadísimo cuento de Blancanieves, libremente adaptado en Snow White and the Huntsman; llama más toda la trama de las dos hermanas hechiceras y las circunstancias del romance de Sara y el Cazador, pero su desarrollo es lamentablemente superficial y, así, de lo más reducido: no hay demasiadas cartas que jugar en estos reinos que recorren los personajes. Y si, en la primera película, la escena en que Blancanieves ve al Espíritu del Bosque en forma de ciervo blanco nos trae a la memoria el momento en que la princesa Lilly toca a uno de los unicornios en Legend (Ridley Scott, 1985), el influjo del infame espejo mágico, único elemento que depara alguna sorpresa, ni siquiera nos perturba porque nos recuerda sobremanera al de algo tan conocido como el anillo de poder en la trilogía de The Lord of the Rings (Peter Jackson, 2001-2003), y solamente lo explotan de verdad en una ocasión, todo lo más insatisfactoria.
Hay errores de continuidad en la explicación del origen de los poderes mágicos de las hermanas, pues la de The Huntsman: Winter’s War difiere de la de la Snow White and the Huntsman; y además, uno se pregunta, no sólo dónde estaba Freya en algún flashback familiar de esta última, o Finn, el hermano de ambas, en el tramo inicial de la secuela, que corresponde al pasado, sino hasta qué hay de él según la mencionada explicación de los poderes mágicos en la nueva película.
A pesar de todo, se deja ver porque es muy consciente en todo momento de sus limitaciones; no apunta muy alto, ni siquiera pretende ser épica como la original y, por tanto, no se trata de una obra fallida. Es, sencillamente, una historieta para pasar el rato adentrándose en el mundo medieval de un cuento expandido, moviéndose entre hadas, enanos, monstruos, hábiles guerreros y malvada hechicería.7En resumidas cuentas, con una historia algo más interesante, un reparto más reducido, ciertos errores de continuidad y ninguna pretensión verdaderamente artística al margen de la técnica, The Huntsman: Winter’s War puede servir perfectamente como un pasatiempo para un par de horas libres, pero nada mejor.- La historia un poco más interesante. - De nuevo, la magnética presencia de Charlize Theron como Ravenna. - El diseño de vestuario de Colleen Atwood.- Su realización estrictamente funcional. - El desarrollo reducido de sus premisas argumentales. - Sus errores de continuidad.
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