Se cumplen 75 años desde que el Hindenburg, considerado por algunos como el Titanic de los cielos, sufrió un accidente que marcaría un punto de inflexión en la aeronáutica. El dirigible de 245 metros de largo llegaba a Nueva Jersey tras tres días de vuelo transoceánico, pero su aterrizaje no sería tan satisfactorio como tenían planeado.
Durante las maniobras de atraque, uno de los trabajadores contempló cómo saltaban chispas procedentes de la parte trasera del Hindenburg. Desde entonces, solo bastaron unos 40 segundos para que el vehículo de 210.000 kilogramos empezase a arder. El accidente terminó con la muerte de 35 personas de las 97 que se encontraban en su interior, algo afortunado teniendo en cuenta las consecuencias del suceso.
El incidente revelaba el peligro de utilizar un vehículo aéreo que empleaba 16 bolsas de hidrógeno, gas empleado tras la negativa de los estadounidenses para vender helio a los alemanes. Por lo tanto, debido a los peligros que conllevaba, no tuvieron otro remedio que suspender la producción.
El Hindenburg era un símbolo de la Alemania nazi, un zepelín de unas dimensiones desproporcionadas que demostraba su poderío en el cielo del mismo modo que Tercer Reich en Europa. Sin embargo, paradójicamente, el accidente del 6 de mayo de 1937 también se encargaría de vaticinar lo que 8 años después ocurriría con el Imperio alemán.
Créditos: Sam Shere.
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