Noticia La dentadura de Pennsatucky fue sólo el principio

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Luego fue el alma.


Hace unos días mi compañera Gabriela publicó su crítica de la tercera temporada de Orange is the New Black. Yo, que ya no estoy para maratones de series en un fin de semana sino que he tenido que esperar tres semanas para terminarla, vi esa crítica como la mejor garantía de que estaba a punto de ver una gran temporada de una gran serie que ha madurado con el paso del tiempo.

No voy a escribir párrafos sobre la temporada o sobre la serie en sí. Ni sobre su gloriosa escena final, digna de un videoclip de Sigur Rós que le ha valido para alcanzar un 95% en Rotten Tomatoes. Ni sobre cierta walterwhiteización que ya se veía venir. Tampoco sobre la forma en que sus personajes, especialmente las prisioneras, han calado y conectado emocionalmente con nosotros, espectadores, de una forma breve pero heladora, como el escalofrío que precede al proceso febril. Sólo quiero centrarme en una de las reclusas que, inesperadamente, se ha convertido en protagonista de esta última temporada: Tiffany Doggett, más conocida como Pennsatucky.

¿Alguien la soportaba?


Durante las dos primeras temporadas de la serie, Pennsatucky era, en una palabra: insoportable. Añadan las que prefieran: irritante, exasperante, desagradable. Su voz, su aspecto, su expresión facial. El hecho de no saber hablar sino solo vociferar, su autoimpuesta superioridad frente a sus compañeras de la lavandería, y a la postre sus amigas. La escena final de la primera temporada fue el momento en que algunos cruelmente pensamos "ya era hora".

Desde su estreno, una de las críticas principales a Orange is the New Black era el abuso de un mismo recurso, algo facilón quizás: los flashbacks para explicar el pasado de los personajes, y al mismo tiempo para hacer una especie de captatio benevolentiae al espectador. Esto es, pedir cierta clemencia, disculparse de antemano.

En el caso de esta serie, para dejar caer que el protagonista de una escena no es responsable por completo de sus actos, sino que su pasado en cierta forma lo ha empujado a tomar ciertas decisiones. Con Pennsatucky, su pasado ha calado especialmente porque llega a tocar cuestiones que nunca antes había tocado ningún otro personaje.

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Aquí empiezan los spoilers


En los flashbacks estamos acostumbrados a ver opresión, minorías, maltrato, familias desestructuradas. Violencia, falta de recursos, muertes cercanas. Pero nunca antes habíamos visto violaciones sistemáticas y un nivel de degradación humana como el que había alcanzado Pennsatucky.

En este artículo de Vox dieron con la clave: por fin la serie ha humanizado a Pennsatucky. La terrible De la tercera temporada de la serie, me quedo con la forma en que hemos podido conectar emocionalmente con ella.escena en la furgoneta de la prisión, con el primer plano de su cara y una lágrima cayendo por su mejilla, o los flashbacks hacia su adolescencia y la mudanza del que pudo ser el primer y único hombre que la trató como una mujer, sí logran justificar buena parte de sus decisiones posteriores. O al menos logran que no parezca inevitable su condena social.

Sin duda, las represalias que planea junto a Big Boo y su negativa final a equipararse al agresor son lo que termina de humanizar al personaje. Tras esos gritos, esa presencia, esas muecas, esa irritante forma de estar en el mundo, está una mujer que lo ha pasado mal. Verdaderamente mal. Mucho peor que lo que la botella de refresco azucarado que le hacía beber su madre de un trago nos podía hacer pensar.

Pennsatucky es, pese a todo lo visto anteriormente, humana. Mucho más que otras reclusas que pueden despertarnos más simpatía. Su cirugía dental tras el horrible empeoramiento del aspecto de su boca una vez acabó la segunda temporada fue solo la antesala de la transformación que iba a mostrar Pennsatucky. Quizás, el mejor regalo que los guionistas de la serie han podido preparar para coronar una temporada triste, jodida, sensible y memorable.

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