Por más que nos esforcemos los enemigos no desaparecerán de la faz de la Tierra, así que es momento de aprender algunas técnicas para anular su efecto en nosotros.
Un enemigo puede ser una persona o grupo en específico, una institución, una ciudad, un país. En fin, esos detestables que establecemos en dicha categoría ya sea por diferencias de pensamiento, de método, de objetivos. La presencia del enemigo nos polariza, nos obliga a querer dejarle muy en claro que su forma es la equivocada; o bien, es la razón por la que emprendemos acción para vencer su oposición. Entonces, vencer al enemigo significa debilitar, acabar, socavar todas sus fuerzas para, entonces, hacer o conseguir nuestros objetivos. Y claro, ganar.
En otras ocasiones, nuestro enemigo nos hace la vida de cuadritos, nos obstaculiza a cada paso, nos pone trampas, y también podemos tener varios enemigos en distintos frentes: en el trabajo, en el vecindario, en la política, en la familia. ¿Qué genera una actitud polarizada contra nuestro enemigo?: enojo, ira, envidia, frustración, y lo peor, odio.
¡Esto es una locura!
La primera vez que escuché "Ama a tu enemigo, bendice a los que maldicen..." pensé que era una pérdida de tiempo o que en realidad se trata de un consejo que deja al oprimido por su enemigo como alguien muy débil, como víctima o a poco, estúpido. ¿Quién en su sano juicio amaría a su enemigo, quién con dos dedos de frente se dejaría vencer por él y le daría no sólo la túnica sino la capa?
Fuera de toda predicación religiosa, la esencia de esas líneas de la Biblia están presentes en el trabajo de Robert Thurman y Sharon Salzberg, autores del libro 'Love Your Enemies'. Sería muy bueno no prejuzgar un versículo o una enseñanza budista, ya que aquí solo se trata de reflexionar un poco y puede que tal vez nos libremos de más de un enemigo.
Tipos de enemigos
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Robert y Sharon distinguen al menos cuatro tipos de enemigos: los externos, los internos, los secretos, y los supersecretos. Los que nos interesan aquí son los enemigos externos y los internos. Los externos son de los que hablaba líneas arriba, esos que cumplen la idea generalizada que se tiene de los enemigos; sí, esos que nos gustaría borrar del mapa.
Los enemigos internos, como su nombre lo sugiere, se refiere a los que se encuentran en nuestro interior, son nuestros pensamientos, esos que a veces nos atrapan en un bucle del que no salimos y nos van llenando de enojo, furia, odio, para luego estallar en cientos de variantes que pueden causar un tremendo daño, incluso a las personas que amamos.
Ni tus peores enemigos te pueden hacer tanto daño como tus propios pensamientos.
Según los autores de este libro, para ambos casos es importante el amor. ¿Amor por el enemigo?, ¡lo dicho, esto es una locura! Pero antes de querer abandonar (de nuevo) la lectura, da una pequeña oportunidad, puede que de algo sirva esta locura.
Para estos autores el amor es el deseo de que las personas que amamos sean felices, así como cuando queremos hacer felices a esas personas. Así pues, el truco de amar a nuestros enemigos consiste, en este caso, no en invitarlos a la próxima carne asada, o llevarle flores, sino desengancharnos de la idea que tenemos sobre esa persona. Es decir, ver a nuestros enemigos también fuera de la situación de conflicto, visualizarlos cuando ellos se encuentran en situaciones de amor, cuando ellos mismos desean felicidad a los otros. Nada fácil ¿eh? Ahora bien, esto también nos dejará ver sus debilidades, su carencias personales, hasta puede que encontremos la razón por la cual nos patea cada que nos ve.
Sí, bueno, ¿y qué, ya es todo? Créeme, no es tarea fácil, para llegar a ese estado en el cual vemos a nuestro enemigo fuera del conflicto que tenemos con él se requiere mucha paciencia, perseverancia y, sobre todo, verdaderas ganas de salir del problema. Una de las cosas más terribles de encontrar en estos ejercicios es darnos cuenta de lo que nosotros abonamos al conflicto, del pie que pusimos (literal o metafórico) sólo para ver en un estado vulnerable a dicho enemigo, o ver cuánto material inflamable (literal o metafórico) agregamos al problema. Entonces la cosa cambia y podemos ver el tamaño de nuestra responsabilidad y la del enemigo. Esto nos servirá para cambiar nuestra actitud o al menos dejar de culpar de todo a el otro.
Ajá, ¿y a poco con eso se resuelve todo? La respuesta corta es no, probablemente no se abrirá la tierra y se tragará a nuestros enemigos para dicha nuestra, lo más seguro es que sigan ahí, sin embargo, ese desconectarnos del conflicto trae más beneficios que problemas; y en verdad, cambiar de actitud no debería ser subestimado.
Si después de todo tu enojo sigue ahí y cada que ves a ese enemigo o lo veas hacer algo te den ganas de amenazarlo, de amargarle el día, de patearle bajo la mesa, puede que el enemigo real seas tú y es tiempo de reconocer entonces a: los enemigos internos.
Enojo, odio, miedo y otros demonios
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Recibes un email de tu peor enemigo (llámese jefe, vecino o grupo), entonces comienza una ebullición en tu cabeza, una ola de enojo que se siente en el pecho, un nudo en la garganta, lágrimas de ira, aspavientos, palabrotas, y toda una escalada de reacciones que sólo nos causa daño a nosotros mismos; eso si tenemos suerte de que nuestras personas amadas no estén cerca, porque hay ocasiones que la agarramos contra ellos, les respondemos mal, les azotamos la puerta en las narices, o nos ven aventar cosas por un enojo que no les corresponde.
Entonces el enemigo, señoras y señores, ha ganado. El externo y el interno.
Ese enemigo interno proviene de la irracionalidad que nos provocan todos esos sentimientos negativos, de hecho, y así lo mencionan estos autores, de hacer caso a ellos y dejarnos dirigir por nuestro ego; entendiendo a este último casi como una identidad propia que dice tener la razón absoluta. Dejarnos llevar por este pensamiento absolutista es como ver un solo canal en la TV y creer que es la única forma de entender el mundo, en este caso, el conflicto y el enemigo. Así lo comenta Robert Thurman en su libro, y explica, además, que una herramienta importante para vencer este enemigo es la meditación.
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Se acabó, ¿Biblia, meditación, qué no es este un blog de tecnología? La respuesta concreta es: no. Y vale decir que la meditación es una práctica que la ciencia ha encontrado llena de beneficios. Ahora bien, para entenderla y practicarla no es necesario irse de monje tibetano, o raparse el pelo y vender nuestras pertenencias. La meditación nos aporta beneficios desde las primeras semanas de realizarla y para lo que nos ayuda en este caso es a fortalecer la capacidad de elegir. Sí, la meditación, en un sentido metafórico, le sube el volumen a una voz que casi nunca escuchamos. Dicha voz se cuela entre nuestro enojo y nuestra acción; es esa vocecita que nos dice: no te desquites con tu hija, no tires ese plato que vas a asustar a todos, no mandes ese email que estás muy enojada y más tarde te arrepentirás.
Muchas personas tienen la fortuna de saber hacer lo anterior con virtuosismo y sin mucho esfuerzo saben mantener la calma y reaccionar de la mejor manera. Para los humanos normales nos queda hacer un doble esfuerzo, dedicarnos en verdad a salir de los conflictos y no hacerlos más grandes, así como buscar herramientas que nos ayuden a salir de ese bucle de enemigos externos e internos. Por esa búsqueda llegué a ese libro y a las pláticas de los autores de 'Love Your Enemies' en el canal de YouTube, Big Think, y que, ojo: tiene 14 días de prueba gratuita.
Entonces, ¿la forma más inteligente de tratar a nuestros enemigos es con amor? La respuesta corta es sí, aunque ya vimos que hacerlo no es ni fácil y representa un gran reto.
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