Las empresas tecnológicas que hoy en día quieren innovar o incorporar nuevos servicios tienen dos opciones para lograrlo. La primera vía es la de invertir recursos y contratar personal para desarrollar sus novedades, la segunda es adquirir una startup que ya haya demostrado su buen hacer en el sector deseado.
Las ventajas e inconvenientes parecen claros en ambos casos, mientras que con la primera vía se cuenta con un ahorro de costes y la probable originalidad del producto, también es cierto que se corre el riesgo de no lograr el objetivo. En cambio, comprándote una startup sabes que pagas un cierto precio, pero ya conoces el producto que compras. Esa facilidad interesa mucho a las grandes compañías, y muestra de ello es el último movimiento de Facebook...
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