“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.”
Solo unas líneas fueron suficientes para que Charles Dickens nos contextualizara en una etapa de contrastes, donde el progreso se unía con la miseria. “Historia de dos ciudades” es una novela que sirve como reflejo de la Revolución francesa y de la “libertad, igualdad y fraternidad o la muerte”, esta última protagonizada por la guillotina.
Desde entonces, cualquier sospechoso de ser contrario a la Revolución francesa era ejecutado en público y sus cabezas exhibidas como sinónimo de aquello que esperaba a los futuros traidores. Como afirman en eldiario.es, unas 15.000 cabezas rodaron por las calles de Francia a causa de la guillotina, aunque las cifras varían según la fuente consultada.
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Así, la máquina de matar aprobada por Luis XVI convirtió la muerte en un espectáculo, incluso la del propio monarca. Sin embargo, no fue hasta el 17 de junio de 1939 cuando se realizó la última ejecución pública con guillotina en Francia, una fecha que resulta anacrónica si tenemos en cuenta la brutal forma en la que era concebida la justicia.
El condenado fue Eugen Weidmann, el cual fue acusado de múltiples robos y asesinatos. Sin embargo, la guillotina no dejaría de usarse hasta 1977, aunque en esa ocasión se realizó de forma privada.
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