A menudo admiramos grandes construcciones que, como la Gran Muralla China, se disponen a lo largo de la superficie alcanzando cifras que en el caso de los asiáticos llegan a los 21.196 kilómetros de largo.
Pero si analizamos el objetivo de estas edificaciones también encontramos que existe otra cara de la moneda, la cual no muestra tanto los logros arquitectónicos, sino la represión causada por una barrera cuyo objetivo es dividir y marcar fronteras, tanto terrenales como sociales. De hecho, solo bastaron 41 kilómetros de hormigón para dividir, no solo Berlín, sino oriente y occidente.
Esto se encuentra presente incluso en un contexto histórico donde palabras como globalización están en boca de muchos, pero los hechos se encargan de demostrar que la definición de ese concepto es más parcial que global. Como ejemplo de ello tenemos las fronteras de México, las cuales se encargan de separar tierras mexicanas de suelo estadounidense.
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No importa que existan zonas desérticas o ciudades, la frontera se extiende a lo largo de 3185 kilómetros dejando una cicatriz en el mapa de América que aumenta todavía más las distancias entre norte y sur. El objetivo de esa frontera es el de frenar el paso a la mayor cantidad de centroamericanos posibles, medida que, como se indica en eldiario.es sirvió para que fuesen detenidos 117.500 migrantes.
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