
¿A quién no le va a gustar una buena bolsa de pipas? No importa si estás el domingo en la grada de tu equipo favorito o tirado en el sillón viendo el nuevo exitazo de Netflix, sencillamente van entrando a tu cuerpo como si fuese oxígeno. Ya no distingues una de la otra, pero están rematadamente buenas y solo quieres seguir zampando como si no hubiese un mañana; así me he sentido con Little Nightmares 3.
La tercera entrega de la saga de Bandai Namco esta vez cambia de manos, pues Tarsier Studios le entrega el releva a una Supermassive Games que se ha ganado el favor de la comunidad como maestros del terror. A pesar de que sus últimos proyectos no han sido todo lo redondos que deberían, lo cierto es que han sabido exprimir una característica poco valorada de sus trabajos: la cooperación.
Little Nightmares 3 añade un componente diferencial y reside en la posibilidad de jugar con otro amigo (totalmente gratis con el Pase de Amigo) a través de la misma plataforma. De esta manera, el dúo conformado por Low y Alone cobra vida propia para aventurarse en unas tierras que, como siempre en la serie, son perturbadoras, peligrosas y repletas de un misterio insondable que las envuelven.
El contexto no es el novio más indicado para aquel que haya metido la cabeza en las pesadillas de Six y Mono con anterioridad, por lo que la pareja de protagonistas no ofrecen tampoco muchas respuestas. Comenzar caminando por un desierto con una tormenta de arena y verse acorralado constamente por una muñeca gigante es completamente normal, como si fuese el pan de cada día.
Con todo, Little Nightmares 3 lo he sentido como el videojuego menos inspirado de toda la saga, no tanto en el apartado mecánico, sino a la hora de perturbar y proponer nuevos horrores. A veces se juega con la idea de que nos topamos con un universo compartido entre todos los títulos, por lo que se termina cayendo en la reiteración de diseños para los enemigos. Salvo contados seres que realmente dan escalofríos, si has jugado a los otros dos juegos no te sorprenderás demasiado con los retos a los que te enfrentarás.
El golpe encima de la mesa a nivel creativo que supuso la primera secuela no se siente de la misma forma en la segunda, si bien se mantiene ese tono tenebroso y sin diálogos que se siente tan bien. No revelaré ningún detalle trascendental, pero es genial disfrutar de historias en las que nadie dice ni una sola palabra y eso no impide que la comunicación fluya a través de los gestos. Hay rasgos comunes, pero Little Nightmares 3 no destacaría tanto respecto a sus predecesores de no ser porque vas acompañado constantemente.


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Eso sí, ni se te ocurra sufrir el mismo error que he tenido que padecer. La versión que he analizado no me ha permitido jugar en compañía, por lo que me he visto obligado a a escoger a Low y confiar en que la IA haga su trabajo con Alone, lo cual resta muchísimas posibilidades. Supermassive Games sabe que las experiencias repletas de terror unen, pues el miedo es uno de los componentes ligados a la supervivencia más primitivos, así que superar cualquier desafío con poca luz siempre es mejor acompañado.
Es absolutamente imposible avanzar en Little Nightmares 3 sin que Alone le eche un cable a Low y viceversa, pero hacerlo en el silencio de tu salón sin nadie con quién comentar las escenas o debatir la resolución de los puzles pierde mucho la gracia. No me malinterpretéis, es perfectamente disfrutable el viaje en solitario, aunque es evidente que la desarrolladora confía en que tengas un amigo en su casa listo para ayudar.
Y es que el muchacho con la capa azul y la máscara de cuervo cuenta con un arco que le permite defenderse de los enemigos o cortar cuerdas, lo cual llega a ser muy útil, pero la joven con coletas rojas y mono verde es igual de valiosa. Porta una llave inglesa en la espalda y que le permite romper paredes o activar diferentes mecanismos. Ambos son complementarios e imprescindibles, cada uno de su propia manera y con personalidades distintas que se demuestran a lo largo de la partida como niños que son.
Están muy, pero que muy superados por la durísima situación que les ha tocado atravesar a lo largo de cuatro escenarios principales (a falta de la expansión Secretos de la Espiral), los cuales poseen amenazas que no se pueden enfrentar de forma directa. La evasión, el sigilo y estrujarse el cerebro siguen siendo las mejores armas en Little Nightmares 3, al igual que sucedía con Six y Mono, y que encajaban a las mil maravillas.

Hay incluso espacio a mecánicas pasajeras completamente nuevas, como una segunda visión que cambia la realidad en la que nos encontramos o un paraguas que permite que flotemos entre corrientes de aire. Son pequeños añadidos a esa dinámica constante entre Low y Alone que es la que enriquece una experiencia que no debería superar las 6 horas, pero que sí que deseas que no termine.
¿Llegará a existir un Little Nightmares 4? Apostaría todo lo que tengo en el bolsillo a que sí y bajo ningún concepto entenderé que la franquicia se está estirando como un chicle sin sabor. Sería una pipa más, un pequeño placer que llevarse a la boca, sobre todo si te deja un sabor tan especial como el que tiene su final.
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La noticia Little Nightmares 3 es como zampar pipas: ya no distingues una de la otra, pero las sigues devorando todas fue publicada originalmente en Vida Extra por Juan Sanmartín .
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