Plata o plomo.
Que Netflix está escalando a pasos agigantados con sus producciones propias para no tener (casi) nada que envidiar a HBO, AMC y compañía no es ninguna novedad. Así que el nivel que ha demostrado Narcos no debería pillar por sorpresa a nadie. Pero aún así, uno no puede dejar de impresionarse con su calidad.
Empecemos por el principio: Narcos es una serie, no un documental, así que puede permitirse ciertas licencias a la hora de tirar de ficción, si bien es cierto que el grueso de la serie es real. Si quieres un film realista, hay documentales de sobra para conocer al personaje de Pablo Escobar y el narcotráfico colombiano de las décadas de los 80 y 90. Narcos es para quien quiere una historia que atrapa desde el principio, que engancha al espectador y que sin ser un prodigio a nivel técnico sí ha demostrado dominar la iluminación, el encuadre, e incluso los planos. No llega al nivel de Better Call Saul o Breaking Bad que raya la excelencia, pero hay algunos planos en los que se comunica más con una fotografía y un encuadre que con medio episodio.
Pablo, Pablo... Paulo
La crítica principal -y para mí, podría ser la única- de Narcos es que Pablo Escobar es interpretado por Wagner Moura... un actor brasileño. Que naturalmente, aunque le pone mucho esfuerzo y como actor ha cumplido con creces (esa mirada sosegada y al mismo tiempo amenazante, esa presencia) tiene un acento que no es el que se corresponde con el colombiano de Rionegro, Antioquia, que fue Escobar.
Realmente muy pocos actores del reparto son colombianos: Juan Pablo Raba, Manolo Cardona, y algún secundario más. Están Stephanie Sigman, Bruno Bichir, y Ana de la Reguera (México), Luis Gnecco (Chile), Luis Guzmán (Puerto Rico), etc, quienes cumplen de una forma bastante aceptable. El problema es que Escobar era un paisa, y ese acento le delata, distrae la atención, no ayuda a seguir inmerso en la historia.
La puesta en escena
Luis Guzmán en el papel de Gonzalo Rodríguez Gacha, El Mexicano.
Sencillamente brutal. La fotografía, los paisajes de la Colombia de hace treinta años, el vestuario, la banda sonora. Todo son aderezos que consiguen capturar la atención y aumentar la tensión con la que se sigue cada episodio. No importa que te sepas de memoria la historia. Narcos te mantendrá en tensión.El casting, más allá de las concesiones en forma de acento (quizás fruto de anteponer al público estadounidense, que notará peor las diferencias), está bien logrado, destacando a Luis Guzmán, que interpreta a Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano. El Gacha fue aún más sanguinario, cruel y despiadado que Escobar. Se dice incluso que Pablo le tenía cierto temor. Y Luis Guzmán, por su físico, sus expresiones y su actuación es un actor perfecto para el papel, transmite de forma más eficaz incluso que el Gacha original, más tibio en su expresión.
En cualquier caso, Narcos es una serie que lo tiene que hacer muy bien para atrapar al espectador hasta el final, ya que su historia es conocida hasta su desenlace. No hay sorpresas para casi nadie sobre quién vive, quién muere, y cómo se desarrollan los acontecimientos. Precisamente conseguir mantener esa atención es lo que la hace grande. Las series mediocres son las que tienen que abusar de cliffhangers y cambios de rumbo en la historia para no caer en el olvido. Narcos está en el extremo opuesto.
Productoras: jaque mate
La cinematografía es sobresaliente y la demostración de que Netflix está haciendo un trabajo descomunal para colocar sus producciones al nivel de las productoras añejas. En los Emmy de este año se coló en el podio con 34 nominaciones, diez más que AMC, una menos que Fox, cuatro menos que FX y apenas siete menos que ABC, NBC y CBS. Sólo queda lejos la fantástica HBO, que se encaramó al primer puesto con nada menos que 126 nominaciones. Muy posiblemente, si sigue este ritmo (y su reciente expansión internacional sólo debería facilitárselo) acabará esta década por encima de productoras con décadas y décadas de trayectoria.
Acento al margen, Narcos está llamada a convertirse en una de los mejores series de estos últimos años. Muy bien narrada, mejor recreada y con un nivel de documentación profundo. Entretenimiento didáctico hecho serie, a caballo entre la ficción pura y el documental ceñido por completo al realismo, manteniendo el listón de Orange is the New Black o Daredevil.
Netflix confirmó la llegada de una segunda temporada, que además daría más sentido a un final de la primera algo inesperado por poco concluyente.
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