Tu teléfono Android y tu navegador Chrome responden a comandos de voz para hacerte la vida más fácil. ¿Qué estás entregando a cambio cada vez que dices "Ok Google"?
En junio de este año, se hizo noticia que Google había estado descargando inadvertidamente software de reconocimiento de audio en cada equipo que corre Chrome, y transmitiendo los datos de audio a sus servidores centrales: es decir, que Google había decidido, de manera unilateral, escuchar cada conversación en cada lugar donde corriera un navegador Chrome, sin consentimiento del usuario.
El problema estaba conformado por varias partes. Por un lado, Google había descargado una "caja negra" de código a un navegador de código abierto, y hubo una controversia en torno al hecho de que el navegador se transformaba así en código propietario, cerrado. Sin embargo, más allá del tema ético en torno a la libertad del software, había un aspecto más grave: Google había encendido tu micrófono, sin tu consentimiento, y estaba escuchando todo lo que sucedía en tu casa u oficina.
Si bien Google emitió lo que muchos consideramos no más que una disculpa a medias, e indicó que la activación del micrófono tenía que ser permitida por el usuario, miles de personas en todas partes acudieron a su configuración de navegador (en chrome://settings/) para desactivar manualmente los permisos para grabar audio.
Ahora bien, en un reciente artículo, Rick Falkvinge, fundador del Partido Pirata, quien primero elevara las alertas en torno a los problemas de privacidad causados por el reconocimiento de voz de Chrome, narra su continuada preocupación con respecto a las características técnicas de la búsqueda por voz de Google. Como comprueba en su artículo, la grabación -que se activa a través de las palabras "Ok, Google"- realmente comienza antes de que las pronuncies. Y es simplemente lógico, dado que si el micrófono no estuviera activado en todo momento, ¿cómo podría saber Google -o Cortana, o Siri- cuándo pronuncias las palabras clave?
"His Master's Voice" por Francis Barraud, en dominio público.
Si embargo, lo que señala Falkvinge en su artículo es que no sólo Google escucha en todo momento, sino que también graba, y lo comprueba colgando algunos de los audios contenidos en su historial: en varios de ellos puede de hecho escucharse su voz pronunciando las palabras "Ok, Google", lo que indica que la grabación de ningún modo comienza luego de las palabras clave, sino antes. Y quien dice "antes" dice "en cualquier momento". Además, Google, aunque sea una suerte de dios de la omnipresencia tecnológica, no es perfecto, y al menos en algunas ocasiones graba fragmentos de audio aunque nadie lo haya llamado a formar parte de la conversación. Una somera búsqueda en mi historial de voz (que puedes encontrar en el historial de tu cuenta de Google) me ha mostrado grabaciones de fragmentos de conversaciones con mi familia, amigos y pareja, donde mi teléfono simplemente estaba en algún lugar cercano.
"La mejor y única defensa contra la intrusión de compañías como Google y Samsung es: "Realmente no nos importa tu vida privada. Sólo queremos tus datos para que podamos ganar dinero con ellos".
Este argumento es, a fin de cuentas, muy similar al esgrimido como parte de la discusión sobre privacidad en torno al Amazon Echo, el dispositivo de Amazon creado para funcionar como una plataforma de control para manejar las compras del hogar, o en torno a los Smart TV de Samsung. De hecho, Samsung hizo pública una advertencia a sus clientes con respecto a evitar "discutir información personal" frente a su televisor. Si esto no les parece sacado de una distopía tecnológica, no sé qué hacer para convencerlos.
Una vez más, el problema se reduce a una discusión sobre confianza. No tenemos ninguna manera real de verificar que las aseveraciones de Google con respecto a qué contenido exactamente está grabando son ciertas. En palabras de Falkvinge:
Vemos lo que Google asevera que está siendo enviado a Google - pero por supuesto, no tenemos ningún mecanismo de verificar esto, más que la confianza ciega, y eso en una corporación cuyo lema ha cambiado a través de los años de "No seas malvado" a "La privacidad está sobrevaluada" a "Wheee, hacemos robots militares".
Como siempre, se reduce a un balance entre la comodidad que estos servicios nos ofrecen y la privacidad que estamos dispuestos a entregar como moneda de intercambio. Somos nosotros quienes aceptamos los términos de servicio, y en consecuencia, somos nosotros quienes, voluntariamente, estamos entregando nuestros datos. Nuestra privacidad sigue siendo nuestra responsabilidad, y sólo nosotros podemos recuperarla y protegerla.
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