Con este escrito voy a hacer unos cuantos amigos entre ustedes, pero lo cierto es que ya me da igual.
Queridos medios de comunicación generalistas:
Ya está bien. No puedo aguantar más sin dirigirme a ustedes viendo lo que están haciendo con un arte tan valioso como los videojuegos, acusándolos y buscando culpables donde realmente no residen, cual Bush en Iraq y sus ficticias armas de destrucción masiva.
¿Hasta dónde llega la cara dura que desprenden? Tengo que leer y escuchar a menudo titulares del calibre como el que han publicado recientemente: “Un niño de 9 años mata a su hermana por culpa de un videojuego”, para leer después que el padre tenía una pistola encima de la mesilla. ¿Y tienen el valor de achacar que la culpa es del videojuego porque el niño se enfadó mientras jugaba? ¿Y si ese niño se hubiera enfadado con su hermana por un cochecito, un balón o simplemente el lugar del salón donde sentarse?
Voy a contarles un secreto: el problema está en la educación, la educación que esos padres no aportan a sus hijos; la educación que le falta a ese hombre para tener un arma sobre un mueble al alcance de cualquier pequeño; la educación de esos gobiernos que ven normal tener varias pistolas en casa pero después se lamentan de lo que sucede; la educación que brilla por su ausencia en ustedes cada vez que echan mierda sobre el arte en lugar de valorarlo.
Y es que esto no para. Ahora ustedes podrán decirme “Sergio, ¿acaso no fallas cuando escribes o cuando desempeñas tu trabajo?” Por supuesto que sí, y la he cagado alguna vez, pero cuando lo hago lo reconozco, trato de mejorar para el siguiente análisis o información que escribo y tengo un espíritu constructivo a cada día que me levanto. Ustedes, por lo que se ve, no. Siguen cada cierto tiempo condenando a los videojuegos de los problemas que ya existían en una sociedad antes de que el ocio electrónico hiciera presencia, exaltando una violencia extrema que no es tal… para luego no parar de emitir todo tipo de lindezas en sus propios medios en forma de contenidos.
Ustedes son hipócritas, permítanme decírselo. Me da igual si siguen el modelo de secta, si están a la vanguardia de la información, si viven en el país de las maravillas, si tienen montado un telecirco o si juegan a tres bandas. Siguen culpando a los videojuegos de sus propios problemas hasta que ven dinero en la mesa, y es en ese momento, cuando comprenden que este sector tiene más peso económico que el cine o la música, en el que ponen el foco en los eSports o crean espacios para aprovechar el tirón.
Con esta carta no vengo a dar lecciones de Periodismo a nadie, ni mucho menos. Lo que quiero es pedirles que usen más el sentido común, que parece que se les está olvidando. De corazón, les pido que dejen de buscar salidas fáciles a problemas básicos de educación, de coherencia o incluso de salud mental. Dejen por un momento de ser sensacionalistas y valoren el arte como lo que es. Con el paso de los años se sentirán bastante estúpidos de haberlo condenado… como ya le pasara a la iglesia con un tal Copérnico en su momento, por poner un solo ejemplo en nuestra historia.
Atentamente,
Sergio Salón.
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Queridos medios de comunicación generalistas:
Ya está bien. No puedo aguantar más sin dirigirme a ustedes viendo lo que están haciendo con un arte tan valioso como los videojuegos, acusándolos y buscando culpables donde realmente no residen, cual Bush en Iraq y sus ficticias armas de destrucción masiva.
¿Hasta dónde llega la cara dura que desprenden? Tengo que leer y escuchar a menudo titulares del calibre como el que han publicado recientemente: “Un niño de 9 años mata a su hermana por culpa de un videojuego”, para leer después que el padre tenía una pistola encima de la mesilla. ¿Y tienen el valor de achacar que la culpa es del videojuego porque el niño se enfadó mientras jugaba? ¿Y si ese niño se hubiera enfadado con su hermana por un cochecito, un balón o simplemente el lugar del salón donde sentarse?
Voy a contarles un secreto: el problema está en la educación, la educación que esos padres no aportan a sus hijos; la educación que le falta a ese hombre para tener un arma sobre un mueble al alcance de cualquier pequeño; la educación de esos gobiernos que ven normal tener varias pistolas en casa pero después se lamentan de lo que sucede; la educación que brilla por su ausencia en ustedes cada vez que echan mierda sobre el arte en lugar de valorarlo.
Y es que esto no para. Ahora ustedes podrán decirme “Sergio, ¿acaso no fallas cuando escribes o cuando desempeñas tu trabajo?” Por supuesto que sí, y la he cagado alguna vez, pero cuando lo hago lo reconozco, trato de mejorar para el siguiente análisis o información que escribo y tengo un espíritu constructivo a cada día que me levanto. Ustedes, por lo que se ve, no. Siguen cada cierto tiempo condenando a los videojuegos de los problemas que ya existían en una sociedad antes de que el ocio electrónico hiciera presencia, exaltando una violencia extrema que no es tal… para luego no parar de emitir todo tipo de lindezas en sus propios medios en forma de contenidos.
Ustedes son hipócritas, permítanme decírselo. Me da igual si siguen el modelo de secta, si están a la vanguardia de la información, si viven en el país de las maravillas, si tienen montado un telecirco o si juegan a tres bandas. Siguen culpando a los videojuegos de sus propios problemas hasta que ven dinero en la mesa, y es en ese momento, cuando comprenden que este sector tiene más peso económico que el cine o la música, en el que ponen el foco en los eSports o crean espacios para aprovechar el tirón.
Con esta carta no vengo a dar lecciones de Periodismo a nadie, ni mucho menos. Lo que quiero es pedirles que usen más el sentido común, que parece que se les está olvidando. De corazón, les pido que dejen de buscar salidas fáciles a problemas básicos de educación, de coherencia o incluso de salud mental. Dejen por un momento de ser sensacionalistas y valoren el arte como lo que es. Con el paso de los años se sentirán bastante estúpidos de haberlo condenado… como ya le pasara a la iglesia con un tal Copérnico en su momento, por poner un solo ejemplo en nuestra historia.
Atentamente,
Sergio Salón.
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