Ha estallado un problema mayúsculo y lo peor es que el impacto y la onda expansiva llega en mitad de un salto generacional: el precio de la memoria RAM se está disparando incluso por encima del de las consolas. Eso, sobra decir, es doblemente malo cuando el sector del videojuego se encuentra en un momento delicado, las nuevas Steam Machines han sido oficialmente presentadas y la próxima generación de PlayStation y Xbox ya están anunciadas. El mercado tiembla y todos los fabricantes se verán afectados, pero quienes lo vamos a pagar (en el sentido literal) somos tú y yo.
¿Qué es lo que ha pasado y hasta qué punto es alarmante? Vaya por delante que este incremento del precio de la RAM no es un fenómeno aislado, sino que responde a tensiones en la cadena de suministro, a la creciente demanda de chips para IA y a la transición hacia módulos más rápidos y eficientes. El resultado es un escenario en el que el coste de un componente esencial amenaza con alterar los planes en torno al hardware ya disponible y, sobre todo, el que está por venir. Y eso tiene enormes efectos colaterales para los desarrolladores y los jugadores.
Llegados a este punto toca hacer las presentaciones para que todos estemos en la misma conversación: la RAM es uno de los pilares invisibles del rendimiento. Hasta hace poco ha protagonizado menos titulares con respecto a las tarjetas gráficas (GPU) o los procesadores (CPU), pero para que nos hagamos una idea determina la fluidez de los mundos abiertos, la velocidad de carga, la capacidad de multitarea y la estabilidad general del sistema. Entre otras cosas.
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Y eso, en un momento en el que los videojuegos exigen cada vez más recursos (texturas 4K, mundos persistentes, simulaciones complejas) tiene una consecuencia directa: cualquier variación en su precio tiene un impacto directo en la experiencia final. De hecho, este aumento llega justo cuando las expectativas y las exigencias de los jugadores están más altas que nunca.
Además, el salto generacional que se avecina no es uno convencional. En determinados géneros ya conquistamos el fotorrealismo y no se trata solo de gestionar más potencia, sino de las nuevas arquitecturas, la integración de IA, el almacenamiento ultrarrápido y la dependencia de los motores gráficos a las cada vez mayores cantidades de memoria para funcionar a pleno rendimiento.
Unreal Engine 5, por ejemplo, ya ha demostrado que Nanite y Lumen, sus tecnologías estrella, exigen cantidades de RAM significativamente superiores a las de generaciones anteriores. De modo que si el precio de este componente se dispara, la adopción masiva de estas tecnologías en los videojuegos actuales y futuros podría ralentizarse. Con todos los efectos colaterales que eso tiene tanto para los desarrollos como para los consumidores.
Pero es que, además, el contexto económico global añade una capa adicional de incertidumbre. Los fabricantes deben decidir qué parte del coste absorben y cuanto lo trasladan al consumidor, o cómo rediseñar sus estrategias para ajustarse a un presupuesto más limitado. En cualquiera de los casos, el aumento del precio de la RAM se convierte en un factor que redefinirá el ritmo y la forma en que avanzará el videojuego durante los próximos años. Vayamos por partes.
Impacto en las futuras consolas y en los jugadores de PC
Las futuras consolas de Xbox y PlayStation dependen de un equilibrio extremadamente delicado entre potencia, coste y eficiencia. La RAM es uno de los componentes más caros de cualquier consola, y su precio influye directamente en el precio final del hardware. Si los costes siguen aumentando, Microsoft y Sony podrían verse obligadas a tomar decisiones difíciles: reducir la cantidad de memoria, optar por módulos más lentos o, lo más probable, elevar el precio de lanzamiento. Ninguna de estas opciones es ideal en un mercado donde los jugadores esperan mejoras sustanciales sin pagar más.
En el caso de PlayStation, la estrategia histórica ha sido apostar por configuraciones de memoria unificadas de alto rendimiento. Esto permite simplificar el desarrollo, pero también hace que cualquier incremento en el coste de la RAM afecte de forma más agresiva al presupuesto total. Si la compañía quiere mantener su apuesta por narrativas en mundos más detallados y experiencias cinematográficas, necesitará más memoria, no menos. Y eso podría traducirse en una consola más cara o en márgenes de beneficio más ajustados. Dado que la prioridad de Sony es el hardware, la respuesta está más o menos clara.
Xbox, por su parte, podría verse tentada a repetir la estrategia de ofrecer dos modelos: uno premium y otro más económico. Sin embargo, el aumento del precio de la RAM complica esta fórmula. Un modelo de consola de entrada como el que fue Xbox Series S con poca memoria quedaría muy rápidamente obsoleto frente a los requisitos de los juegos modernos, mientras que un modelo premium podría alcanzar precios poco o nada competitivos. Sobre todo, cuando Microsoft quiere que su próxima generación esté cada vez más alineada con las prestaciones de los PCs. La compañía tendrá que equilibrar cuidadosamente su catálogo de hardware para no fragmentar la experiencia del usuario.
Una pequeña gran vía de salida de ambas pasa por el juego en la nube, pero los resultados actuales en Xbox Cloud Gaming te ponen en desventaja en juegos como Call of Duty, y el incluido con PlayStation Plus no solo es más caro sino que es mucho más limitado que el de Xbox en apartados clave. por lo pronto, la nube no es una cosa del futuro pero el hardware sigue siendo la mejor manera de jugar. Lo de que todo podría ser una Xbox, incluyendo un coche, podría no ser una campaña tan mala.
Y luego tenemos el caso de las Steam Machines... o cualquier intento de Valve por estandarizar el PC en formato consola. Sobra decir que estos equipos consolizados también se ven afectados, y aunque aún no tienen precio oficial, cualquier sistema basado en hardware de PC depende directamente del mercado de componentes. Si la RAM sube, el coste de fabricación y de cada unidad sube, y con él el precio final. Esto podría retrasar su lanzamiento o establecer limites, especialmente si Valve quiere mantener un precio atractivo como el de Steam Deck.
Ahora bien, para los jugadores de PC, el impacto es inmediato y directo. La RAM es uno de los componentes más actualizados por los usuarios, y su encarecimiento dificulta la transición hacia DDR5, que ya es prácticamente obligatoria en las plataformas modernas. Además, los juegos actuales empiezan a recomendar 32 GB como estándar para un rendimiento óptimo. Las famosas calidades de juego Ultra. Si el precio sigue subiendo, la consecuencia es que los jugadores se quedarán todavía más estancados en configuraciones que, de cara a los juegos que se esperan para la próxima generación, pronto serán insuficientes.
Cómo afecta la crisis de la RAM a los desarrolladores y la producción de videojuegos
Para los desarrolladores, el aumento del precio de la RAM supone un gran desafío técnico y económico. Los estudios diseñan sus juegos en función de un "mínimo común denominador" de hardware. Si las consolas o los PC de gama media no pueden aumentar su memoria por motivos de coste, la consecuencia directa es que los desarrolladores deberán optimizar más, reducir ambición o limitar ciertas características.
En el mejor de los casos, esto podría frenar la adopción de tecnologías avanzadas o ralentizar esa evolución gráfica. Una que, por cierto, ya nos ha arqueado más de una ceja en la actual generación con remasters, ediciones definitivas o versiones Director's Cut de juegos muy recientes.
Los motores gráficos también se ven afectados. Unreal Engine 5, Unity y los motores propietarios están diseñados para aprovechar grandes cantidades de memoria. De este modo, si el hardware del usuario no puede seguir el ritmo, los estudios tendrán que crear configuraciones alternativas o renunciar a ciertos efectos. Esto incrementa los tiempos de producción y los costes de QA, complicando aún más un sector ya presionado por calendarios ajustados y presupuestos crecientes.
En este aspecto, la producción de videojuegos de gran escala, los llamados AAA, podría experimentar un cambio de paradigma. Si los estudios no pueden confiar en que la mayoría de jugadores tendrá suficiente RAM, podrían optar por mundos más contenidos, experiencias más lineales o sistemas menos complejos. Que no se me malinterprete: esto no significa necesariamente peores juegos, pero sí un cambio en la dirección creativa. Pero incluso cuando el límite de la creatividad en los videojuegos está en la imaginación, la ambición técnica podría verse limitada por la realidad económica del hardware.
Los estudios independientes tampoco se libran de las consecuencias. ¿En la misma escala que los grandes? Aunque suelen trabajar con presupuestos más modestos, dependen de herramientas y motores que están evolucionando hacia requisitos más altos, de modo que si el hardware mínimo sube, los indies tendrán que invertir más en equipos de desarrollo o limitar sus proyectos a estilos visuales menos exigentes. Esto podría reducir la diversidad de propuestas técnicas dentro del mercado independiente... O que adopten herramientas que les ahorren costes.
Y es que el aumento del precio de la RAM podría incentivar nuevas técnicas de optimización y streaming de datos. Los desarrolladores podrían apoyarse más en el almacenamiento ultrarrápido (como los SSD NVMe) para compensar la falta de memoria. Sin embargo, esto requiere rediseñar motores y pipelines, lo que implica tiempo, inversión... y riesgo.
Qué pasará a partir de 2026: hablemos de precios, hardware y el futuro del videojuego
Pese a que este problema se lleva acusando desde la segunda mitad de 2025, será a partir de 2026 cuando el impacto del aumento del precio de la RAM pasará a ser más evidente. No en enero, que conste, pero las nuevas consolas que lleguen al mercado probablemente serán todavía más caras que sus predecesoras, las cuales ya elevaron su propio precio de manera escalonada durante los últimos cinco años, rompiendo la tendencia histórica de reducir o mantener precios estables en cada generación.
Como consecuencia, esto podría provocar un mercado más fragmentado, con jugadores que tardan más en adoptar nuevas plataformas y ciclos de vida más largos para las consolas actuales. Algo que no le beneficia nada a Sony y que replanteará los planes de futuro de una Microsoft con unos Xbox Game Studios que no le tienen miedo a la palabra multiplataforma.
En el ámbito del PC, la transición definitiva a DDR5 se consolidará, pero a un coste mayor para el usuario. Los fabricantes podrían lanzar módulos más económicos, pero con latencias más altas o velocidades más bajas, lo que afectaría al rendimiento. Los jugadores que quieran mantenerse al día tendrán que invertir más dinero, y eso siempre ha sido así, pero reducir el ritmo de actualización del hardware y, por extensión, la adopción de nuevas tecnologías gráficas tiene un impacto directo en los fabricantes que posiblemente no puedan asumir. Algunos, como Micron, ya se han bajado del carro.
¿No hay soluciones o estrategias que amortigüen el panorama? Bueno, lo lógico es tender a pensar que el diseño de hardware deberá cambiar. A diferencia de las Steam Machines, las nuevas consolas tienen un margen de reacción al no haber establecido sus especificaciones definitivas y podrían apostar por configuraciones híbridas que combinen RAM tradicional con memoria integrada en la GPU o soluciones de caché avanzadas. Esto permitiría reducir la cantidad total de RAM sin sacrificar rendimiento, pero encarecería otros componentes. En consecuencia, la arquitectura del futuro será más compleja y menos estandarizada.
Lo que parece que no tiene tanto margen es el software. En cuanto a los precios de los videojuegos, es muy probable que sigan subiendo. ¿Te acuerdas cuando al principio de la novena generación nos extrañábamos de los lanzamientos a 70 euros? Si los costes de desarrollo aumentan debido a la necesidad de optimizar más, rediseñar motores o trabajar con hardware más limitado, los estudios trasladarán parte de ese coste al consumidor. Y ojo, que Nintendo Switch 2 rompió la primera barrera y los juegos de 80 euros podrían convertirse en la norma. La otra realidad es que, de ser así, los modelos de suscripción podrían ganar aún más protagonismo.
Como ya comenté, el aumento del precio de la RAM podría acelerar la adopción del juego en la nube. Si el hardware local se vuelve demasiado caro, muchos jugadores podrían optar por servicios que externalizan la potencia de cálculo. Sin embargo, esto no eliminará la necesidad de RAM en los centros de datos, que también sufrirán el aumento de precios, pero sí cambiará la forma en que los jugadores acceden a los videojuegos. De modo que, de querer sortear la amenaza de la RAM con el juego en la nube, el futuro podría ser menos dependiente del hardware doméstico y más de la infraestructura global. Para lo cómodo, las ventajas asociadas... y lo no tan bueno.
Pero seamos justos: la gran duda siempre ha estado en cuánto marcará la etiqueta de GTA 6, con qué justificarán Sony y Microsoft los precios y las fechas de sus anunciadas consolas y cuánto estarás dispuesto a pagar por jugar a Half-Life 3 en tu sofá.
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La noticia Qué supone el aumento del precio de la RAM para el futuro de PlayStation, Xbox, las Steam Machines... ¡y tu bolsillo! fue publicada originalmente en Vida Extra por Frankie MB .
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