Si alguna vez has estado jugando en el móvil o grabando vídeo a tope y has notado que el teléfono se pone tan caliente que casi quema la mano, ya sabes que la refrigeración en un smartphone no es ningún tema menor. Los chips actuales son auténticos monstruos de potencia en tamaño mini, y si no se controla bien el calor, el rendimiento cae en picado y la vida útil del dispositivo se acorta.
En los últimos años, muchos fabricantes han dado el salto a un sistema más sofisticado: la refrigeración por cámara de vapor en móviles. Es una tecnología heredada del mundo del PC gaming y los portátiles de alto rendimiento, pero miniaturizada para caber en el interior de un teléfono delgado. Vamos a ver con calma qué es, cómo funciona, qué ventajas tiene frente a otros sistemas y en qué móviles la podemos encontrar ya.
Qué es la refrigeración por cámara de vapor en un móvil
Una cámara de vapor es, dicho mal y pronto, una plaquita metálica muy fina y completamente sellada que en su interior lleva una cantidad mínima de líquido (normalmente agua purificada o desionizada) y un pequeño vacío para que el fluido se evapore con facilidad. No es un disipador macizo como los de toda la vida, sino un sistema de cambio de fase: el líquido pasa a vapor y vuelve a líquido una y otra vez para mover el calor de un sitio a otro.
En un smartphone, esta cámara se coloca en contacto directo con los componentes que más se calientan, sobre todo el procesador y la GPU, aunque en algunos diseños también toca zonas críticas como el área de la batería o los reguladores de energía. De este modo, en lugar de que el calor se concentre en un punto concreto, se reparte por toda la superficie de la cámara y luego se dispersa por el chasis.
La diferencia respecto a los tubos de calor tradicionales (heat pipes) es que, en vez de ser cilíndricos y alargados, las cámaras de vapor son planas y anchas, como una lámina metálica. Eso permite cubrir una superficie mucho mayor del interior del teléfono, algo clave cuando el espacio es ridículo y se busca mantener el grosor al mínimo.
Esta tecnología no es nueva: se utiliza desde hace años en tarjetas gráficas potentes, portátiles gaming e incluso en servidores y paneles LED de gran tamaño. Lo que ha cambiado es que los procesos de fabricación han mejorado tanto que ahora se pueden crear cámaras de vapor muy delgadas, ligeras y relativamente asequibles, lo justo para que encajen en un móvil de gama alta sin convertirlo en un ladrillo.
Cómo funciona la cámara de vapor paso a paso
El principio de funcionamiento de una cámara de vapor en un móvil se basa en un circuito cerrado de evaporación y condensación. Aunque por dentro es más complejo de lo que parece desde fuera, la idea general se puede resumir en unos cuantos pasos muy claros.
En primer lugar, la base de la cámara de vapor se pega firmemente al chip que queremos refrigerar, normalmente el SoC (donde van CPU, GPU, NPU, módem, etc.). Cuando el procesador empieza a trabajar fuerte, genera calor que se transmite a la pared interna metálica donde está el fluido. Esa zona se conoce como la «región caliente» o evaporador.
Cuando el líquido en esa zona alcanza la temperatura adecuada, se evapora. En ese cambio de fase de líquido a vapor, el sistema es capaz de absorber una cantidad enorme de energía térmica comparado con lo que absorbería simplemente calentando un metal sólido. El vapor generado se expande y se desplaza hacia las áreas más frías del interior de la cámara.
En las zonas frías, el vapor entra en contacto con la cara interna de la cubierta metálica, donde la temperatura es menor gracias a que está más lejos del chip. Allí el vapor se condensa, es decir, vuelve a convertirse en líquido liberando el calor que había transportado. Ese calor se reparte por la superficie metálica externa y se evacúa hacia el chasis y, en último término, al aire.
Para que el ciclo no se rompa, el líquido condensado tiene que regresar de nuevo a la parte caliente. Esto se consigue gracias a una estructura interna de mecha o pequeños canales y pilares que, apoyados en la capilaridad y la propia gravedad, devuelven el fluido a la zona del chip. Una vez allí, el proceso vuelve a comenzar. Es un bucle continuo de evaporación, transporte, condensación y retorno.
Dentro de la cámara también suele haber micropilares o refuerzos metálicos que cumplen dos funciones: evitar que la placa se deforme o colapse por la presión interna tan baja y, de paso, ayudar a guiar el retorno del líquido. Todo eso en unas décimas de milímetro de grosor, lo justo para que la solución quepa bajo la pantalla sin arruinar el diseño del móvil.
Por qué la cámara de vapor es tan eficaz para refrigerar móviles
La gracia de la refrigeración por cámara de vapor frente a soluciones clásicas como disipadores planos o tubos de calor es cómo gestiona el calor tanto en cantidad como en distribución. No solo extrae la energía térmica del procesador, sino que la reparte de forma homogénea para minimizar los puntos calientes.
Gracias al cambio de fase, la evaporación consigue absorber mucha más energía que la simple conducción sólida. Esto significa que, en un tamaño minúsculo, una cámara de vapor puede proporcionar una capacidad de disipación media-alta, suficiente para CPUs y GPUs móviles trabajando al límite durante juegos, grabación en 4K/8K o tareas de IA.
Otro punto clave es la uniformidad térmica. Mientras que un tubo de calor transfiere energía a lo largo de una línea, una cámara de vapor lo hace a través de una superficie plana mucho más amplia. El resultado es que el calor se reparte mejor: el teléfono se calienta menos en un solo punto y más de manera homogénea, con lo que el usuario percibe el móvil «templado» en vez de «abrasando» solo en una zona.
Al reducir los picos de temperatura en el procesador, se disminuye el riesgo de thermal throttling, es decir, de que el sistema tenga que bajar frecuencias y voltajes para no freír el chip. Esto se traduce en un rendimiento sostenido más alto: el teléfono mantiene la potencia durante más tiempo sin dar esos bajones repentinos que fastidian una partida o una grabación.
Este control térmico también tiene impacto directo en la durabilidad. Menos calor acumulado implica menos estrés para los componentes internos y para la propia batería, que es especialmente sensible a las altas temperaturas. Por tanto, un buen sistema de cámara de vapor no solo da más rendimiento, sino que ayuda a reducir la degradación prematura del hardware.
Todo esto, además, se logra de manera totalmente pasiva: no hay ventiladores ni partes móviles. Para el usuario, la cámara de vapor supone una refrigeración silenciosa, sin ruidos ni mantenimiento, perfectamente compatible con móviles finos y ligeros que no pueden permitirse soluciones voluminosas.
Diferencias entre cámara de vapor, heat pipes y refrigeración líquida clásica
Aunque a veces se mete todo en el mismo saco y se habla de «refrigeración líquida» sin matices, hay diferencias importantes entre tuberías de calor, cámaras de vapor y sistemas de refrigeración por agua como los que vemos en PC de sobremesa.
Las heat pipes son tubos metálicos sellados, normalmente de cobre, que también contienen un fluido y una estructura de mecha. Su funcionamiento básico es similar: se evapora el líquido en el extremo caliente y se condensa en el frío. La gran diferencia es la forma: son tubos cilíndricos, diseñados para transportar calor de un punto a otro de forma lineal, no para repartirlo en un plano amplio.
Las cámaras de vapor se pueden entender como «heat pipes achatados y expandidos». Al ser planas, permiten cubrir todo el área del procesador y buena parte del interior del teléfono, generando una distribución de calor más homogénea. Esto las hace ideales para dispositivos en los que la superficie es más importante que la distancia.
En cuanto a la refrigeración líquida tradicional (la de radiador, bomba y tubos con líquido circulando) que se usa en ordenadores gaming o estaciones de trabajo, hablamos de otro nivel. Estos sistemas tienen una capacidad de disipación extrema y permiten gestionar potencias muy altas, pero requieren mucho espacio, piezas móviles, mantenimiento y un coste superior.
Por eso, en móviles y portátiles ultrafinos se apuesta por cámaras de vapor: ofrecen una relación tamaño-rendimiento excelente, son completamente pasivas y caben en el interior del chasis sin destrozar el diseño. La refrigeración por agua con bomba y radiador queda reservada al sobremesa o a portátiles gaming gruesos, donde el volumen no es tan crítico y se busca exprimir al máximo CPU y GPU.
Dicho de otra manera: si quieres un teléfono, tablet o portátil delgado, ligero y silencioso, la cámara de vapor es la solución lógica. Si lo que necesitas es un PC para overclocking salvaje, entonces el camino adecuado sigue siendo un sistema de refrigeración líquida completo.
Ventajas prácticas de la cámara de vapor en el día a día
Más allá de la teoría, lo que realmente importa es qué se nota cuando usas un móvil con cámara de vapor frente a uno que no la tiene. La diferencia es bastante evidente en varios escenarios de uso intensivo en los que el calor suele ser un problema.
La primera mejora se ve en el rendimiento sostenido. En juegos exigentes, grabación de vídeo prolongada o apps de edición y IA, un móvil con buena cámara de vapor mantiene la velocidad durante más tiempo antes de que el sistema tenga que bajar el rendimiento para protegerse. Esto es especialmente claro en títulos AAA o cuando la CPU y la GPU van al límite.
También cambia la sensación térmica al tacto. En dispositivos sin este tipo de refrigeración avanzada, es normal notar una zona concreta del teléfono muy caliente, normalmente alrededor del procesador. Con una cámara de vapor, el calor se reparte mejor y la temperatura superficial se suele mantener en rangos más cómodos, típicamente unos grados por debajo. Menos quemazón en los dedos, vaya.
Otra ventaja indirecta es el ruido (o la ausencia de él). En algunos móviles gaming que optan por ventiladores internos, se nota claramente cuándo se activan, y a la larga pueden acumular polvo o desgastarse. La cámara de vapor, en cambio, es un sistema totalmente sellado y sin mantenimiento, algo que el usuario agradece aunque no lo vea.
Por último, hay un efecto positivo en la estabilidad general del dispositivo. Al reducirse los picos térmicos, se atenúan riesgos como cierres inesperados, bajadas bruscas de brillo por seguridad o bloqueos temporales en plena carga. Todo ello contribuye a una experiencia más consistente y predecible, que al final es lo que se busca en un móvil de gama alta.
Limitaciones y desafíos de las cámaras de vapor en smartphones
No todo son ventajas; durante años, una de las principales pegas de las cámaras de vapor ha sido su elevado coste de fabricación comparado con soluciones más sencillas como placas de grafito o pequeños tubos de calor. Esto hizo que al principio se vieran sobre todo en tarjetas gráficas, portátiles gaming y algún que otro smartphone muy concreto.
Otro problema evidente es el espacio. Dentro de un teléfono cada milímetro cuenta, y reservar área para una cámara de vapor grande implica renunciar a algo: batería más pequeña, altavoces menos voluminosos o cambios en el diseño interno para encajar todo. Los fabricantes han tenido que afinar muchísimo los procesos para obtener cámaras cada vez más delgadas sin perder eficiencia.
Aun así, la evolución tecnológica ha ido arreglando parte de estas trabas. Hoy en día existen cámaras de vapor ultra slim con espesores mínimos, capaces de integrarse sin aumentar de forma significativa el grosor del dispositivo. Eso sí, sigue siendo una solución que encarece el producto, de ahí que esté mucho más presente en la gama media-alta y alta que en los móviles baratos.
También hay que tener en cuenta que, aunque mejore la refrigeración, la cámara de vapor no hace magia: si un procesador consume demasiada energía sin control, el calor generado puede superar lo que cualquier sistema pasivo es capaz de disipar. Por eso, se combina con mejoras en eficiencia de los SoC y algoritmos de gestión térmica que adaptan frecuencias y voltajes a tiempo real.
En definitiva, la adopción masiva de cámaras de vapor depende de que se siga reduciendo su coste y tamaño, y de que los fabricantes encuentren el equilibrio entre autonomía, diseño, potencia y temperatura. Poco a poco, esa combinación se está volviendo viable incluso fuera de los móviles puramente gaming.
Dispositivos donde ya se usa la cámara de vapor
Las cámaras de vapor empezaron a dejarse ver en smartphones hace ya unos cuantos años, con modelos como el Samsung Galaxy S7 o el Lumia 950 XL entre los pioneros. En aquel momento era casi una curiosidad técnica reservada a unos pocos terminales de gama alta.
Más tarde, fueron los móviles gaming los que impulsaron realmente su popularización. Teléfonos como el ASUS ROG Phone, el Razer Phone 2 o el POCO F4 GT apostaron claramente por sistemas de refrigeración avanzados con cámara de vapor para aguantar sesiones largas de juego sin estrangulamiento térmico. En algunos casos se combinaron incluso con ventiladores externos o internos.
Paralelamente, otros fabricantes como LG presentaron proyectos como el LG G8 con cámaras de vapor integradas, y marcas chinas orientadas al gaming, como Nubia con su serie Red Magic, exploraron soluciones mixtas con ventiladores físicos y disipación por vapor expulsando el calor por los laterales del teléfono.
Más recientemente, esta tecnología ha saltado de los móviles gaming a los buques insignia generalistas. Teléfonos de gama alta como los Samsung Galaxy S23, algunos Xiaomi con cámara Leica o gamas premium de OPPO han ido incorporando cámaras de vapor para mantener a raya los chips Snapdragon más potentes durante juegos, grabación en alta resolución o multitarea pesada.
En el ecosistema Apple, la llegada de la cámara de vapor a modelos como el iPhone 17 Pro ha supuesto un cambio notable: se reducen los calentones en grabación de vídeo prolongada o juegos muy exigentes, y el terminal mantiene frecuencias altas de CPU y GPU sin recurrir tan pronto al throttling. Los rumores apuntan a que esta misma filosofía de diseño térmico se extenderá a futuras generaciones de iPad Pro, donde el espacio interno permite jugar todavía más con este tipo de refrigeración avanzada.
Otros sistemas de refrigeración que conviven con la cámara de vapor
En el mundo móvil no todo pasa por la cámara de vapor. Hay fabricantes que han optado por ventiladores en miniatura integrados en el propio teléfono, como en algunos Nubia Red Magic, donde el aire caliente se expulsa por aberturas laterales para evitar que se concentre en la parte trasera.
Otros modelos utilizan una refrigeración líquida más clásica basada en heat pipes y placas metálicas, como algunos smartphones gaming de Xiaomi, capaces de reducir varios grados la temperatura del procesador con soluciones híbridas. También siguen existiendo dispositivos que confían en capas de grafito y chasis metálicos para esparcir el calor sin recurrir aún a la cámara de vapor.
La realidad es que la gestión térmica en un móvil moderno suele ser una combinación de varias piezas: conducción a través del chasis, materiales internos que reparten la temperatura, cámaras de vapor o tubos de calor y, en algunos casos, ventiladores. Cada fabricante ajusta esa mezcla según el tipo de dispositivo y el público al que va dirigido.
En portátiles ultrafinos y consolas portátiles, la situación es parecida. Muchas máquinas compactas recurren a cámaras de vapor para complementar a los disipadores y ventiladores clásicos, mejorando la uniformidad térmica sobre la placa base y las GPUs integradas. En servidores y paneles LED de gran tamaño, el objetivo es más bien evitar puntos calientes que acorten la vida útil de los componentes o generen inestabilidades.
De cara al futuro, lo más probable es que la cámara de vapor se convierta en una pieza estándar dentro del circuito de refrigeración de casi cualquier dispositivo potente y delgado, complementando otras técnicas en lugar de sustituirlas por completo.
Hoy, la cámara de vapor en móviles es uno de esos avances que no se ven desde fuera pero que marcan la diferencia: gracias a este sistema de cambio de fase en miniatura, los smartphones actuales pueden ser más delgados, potentes y silenciosos, manteniendo el calor bajo control, evitando cortes de rendimiento en juegos y tareas pesadas y alargando la vida útil del hardware sin que el usuario tenga que hacer absolutamente nada más que disfrutar del dispositivo.
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