El secundario estadounidense Robert Loggia ha fallecido a causa del Alzheimer a los 85 años. Merece que recordemos todo lo que nos ha dado a lo largo de su extensa carrera cinematográfica.
La zona de los actores eternamente secundarios en muchas ocasiones es ingrata, no por cuestiones de fama ni mucho menos por que no les persigan para pedirles autógrafos o incluso los inmundos paparazzis para meterse donde desde luego no les llaman, sino por el hecho del reconocimiento; los intérpretes con acceso habitual a papeles protagónicos suelen acapararlo en mayor medida, al igual que oportunidades mejores. Sin embargo, hay secundarios que son respetados como tales y que además son objeto de ese tópico desvalorizado que es el cariño del público. Entre ellos se encontraba el reconocible Robert Loggia.
Entre auténticos canallas y caballeros rudos o venerables
Este actor de ascendencia italiana, dado que sus padres eran naturales de Sicilia, vino al mundo en la también insular Staten Island, uno de los cinco distritos metropolitanos de Nueva York, en enero de 1930, y pocos apostarían entonces a que el hijo de un zapatero emigrado llegaría a ser tan mundialmente conocido como logró serlo Robert Loggia, cuyo nombre de pila real era Salvatore.Su gran oportunidad en el cine le llegó con la destacable Somebody Up There Likes Me, de Robert Wise, en 1956
Después de estudiar en el New Dorp High School y el Wagner College de su mismo distrito, este último una escuela privada de artes liberales con ya más de un siglo de historia, se decantó por la licenciatura de Periodismo en la Universidad de Misuri, donde se graduó en 1951, para luego servir en el Ejército estadounidense. Y sólo cinco años después le llegó su gran oportunidad en el mundo del cine, el personaje canallesco de Frankie Peppo en la destacable Somebody Up There Likes Me (Robert Wise, 1956), película en la que compartía plano con un desatado Robert Redford y que, casualmente, también fue el debut de Steve McQueen en la gran pantalla con algo más que una aparición de extra.
A partir de entonces y durante las décadas siguientes, compaginó sus interpretaciones en películas con las de diversas series de televisión e incluso, a veces, obras de teatro, con muchos trabajos insulsos o irrelevantes en los que, de todos modos, siempre dio muestras de su solvencia, como su participación en The Greatest Story Ever Told (George Stevens, David Lean y Jean Negulesco, 1965), Che! (Richard Fleischer, 1969), tres de las peores películas de la ya de por sí muy regulera saga de The Pink Panther (Blake Edwards, 1963-1993), An Officer and a Gentleman (Taylor Hackford, 1982), Psycho 2 (Richard Franklin, 1983), Smilla’s Sense of Snow (Bille August, 1997) o Joan of Arc (Christian Duguay, 1999).Le hemos visto en la piel de malvados y bribones, mafiosos sobre todo, y de hombres duros, decentes y circunspectos
Sólo hallamos en su currículo unas cuantas pepitas de oro, plata o algo de interés, de las que podemos señalar su enérgica interpretación en Scarface (Brian De Palma, 1983) y las que nos brindó en Prizzi’s Honor (John Huston, 1985), Jagged Edge (Richard Marquand, 1985), por la que fue nominado al Oscar, Big (Penny Marshall, 1988), Independence Day (Roland Emmerich, 1993), Lost Highway (David Lynch, 1997), The Proposition (Lesli Linka Glatter, 1998), Bonanno: A Godfather’s Story (Michel Poulette, 1999) o Shrink (Jonas Pate, 2009).
Se le menciona igualmente por algunos de sus papeles en series como Mancuso, FBI (Steve Sohmer, 1989-1990), The Sopranos (David Chase, 1999-2007), a la que muchos consideran que hasta hace subir enteros con su Feech La Manna, un par de momentos de Family Guy (Seth MacFarlane, de 1999 a la actualidad) y la parodia de sí mismo en un anuncio del zumo Minute Made que nos regaló en Malcolm in the Middle (Linwood Boomer, 2000-2006).Me acordaré siempre de Robert Loggia gracias a la encantadora escena del piano gigante en 'Big' con Tom Hanks
Le hemos podido ver en nuestras pantallas durante más de sesenta años, en 229 películas y series, unas veces en la piel de malvados y bribones, mafiosos en varias ocasiones, y otras, de hombres duros, decentes y circunspectos a los que cuesta arrancar una sonrisa de sencilla alegría, pero todos ellos tan creíbles que a uno no le cabía duda de que, dado el caso, cualquier día podría cruzárselos por la calle. En lo que a mí respecta, y supongo que como por la infancia de muchos otros, me acordaré siempre de Robert Loggia gracias a la encantadora escena del piano gigante de Big en la que junto a Tom Hanks toca con los pies Chopsticks, de Euphemia Allen-Arthur de Lull, y Heart and Soul, de Frank Loesser y Hoagy Carmichael. El Alzheimer se lo habrá llevado consigo, pero nosotros le seguiremos recordando.
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