
Quizás soy algo despistado, pero lo compenso atesorando momentos que jamás olvidaré. Como la navidad que Papá Noel me dejó el sensacional Tortugas Ninja II de NES, o el día que compramos de segunda mano el FIFA original o el Street Fighter II de Mega Drive... O cuando mi hermano y yo nos encontramos dos copias de El Señor de los Anillos en la caja de nuestra recién estrenada PS2. ¡Aquello era pura ilusión! Tantos años después, nos hemos dado un capricho más: Split Fiction para Nintendo Switch 2. La versión en caja, pero sin cartucho.
El juego está bastante bien, que conste. De hecho, le dije a nuestro compañero Alex que, por pura ley de Murphy, su llegada al Game Pass será inminente. Sin embargo, y lejos de ser un día señalado, aquello casi fue un martes como cualquier otro. No por el meme de M. Bison de la infame (pero entrañable) película de Street Fighter, sino porque no había nada que recordar para la posteridad. Cero emoción durante esos momentos. Quito el plástico, introduzco el código, espero la descarga... Y mientras tanto me pregunto ¿cómo rayos hemos llegado a esto?
Vaya por delante que los dos, mi hermano y yo, sabíamos que aquel estuche de bordes colorados estaba vacío, salvo por un código para canjear en la eShop. Se puede leer perfectamente en la carátula y, te voy a ser honesto, si lo pedí así es porque me salía más barato que comprar el mismo juego en digital o para cualquier otro sistema. ¿Realmente necesitaba aquella caja vacía? Mi parte emocional siempre dirá que sí, pero racionalmente sé que me estoy engañando. Voy a ser explícito: no la necesitaba. ¿Lo volvería a hacer? Depende.
Durante décadas, el formato físico en los videojuegos fue sinónimo de propiedad, colección y ritual. Abrir una caja, hojear el manual, colocar el disco o cartucho… Podías ser de los que anotabas los trucos en las últimas páginas de las instrucciones o quienes preferían dejarlo todo intacto, pero en ambos casos era parte de la experiencia. La otra realidad es que de un tiempo a esta parte esa liturgia está en peligro. Lo entiendo, lo comparto y soy perfectamente consciente de la realidad. Porque los datos no mienten.
Que conste que tener un juego en disco o cartucho jamás te hace poseedor del contenido de los mismos, sino que legitima que lo puedas reproducir en las condiciones especificadas y aceptadas. Unas condiciones que antes estaban impresas en los hoy prácticamente extintos manuales y ahora aparecen en pantalla junto con los Términos y Condiciones que tan poco o nada nos tomamos en serio. Y pese a eso, el formato físico está siendo arrinconado por una industria que apuesta cada vez más por lo digital, lo efímero y, no menos importante, lo controlado. ¿Todo desventajas? También depende.
Los números que duelen. ¿Qué está pasando?
Según el último informe de Sony, apenas el 3% de sus ventas de juegos para PS5 corresponden al formato físico. En 2020, ese porcentaje era del 6%. Esto hay que matizarlo, por cierto, dado que se refieren a sus propios lanzamientos, pero no deja de ser un enorme sondeo cuando tienes más de 80 millones de consolas repartidas por todo el planeta y en apenas cinco años, desde que comenzó la generación de esta misma consola, se ha reducido a la mitad.
Mientras tanto, y esto es muy significativo, el 20% de los beneficios de la misma PlayStation provienen del formato digital.
La tendencia es clara: el formato físico se desvanece. Eso no es nuevo. Las cifras son recientes pero no te estoy diciendo nada que no supieses. Lo que ocurre es que eso que ya no se trata de una tendencia, ni tampoco es algo que ocurra lentamente, sino a pasos agigantados. Es más, que se incluya un cartucho o disco ya ni siquiera es sinónimo de que haya un juego completo dentro, pero es que incluso habiéndolo de poco te serviría tenerlo si luego cierran los servidores. Nos sorprendió con Driveclub, ha pasado con Concord sin que nadie se llevase las manos a la cabeza y seguirá ocurriendo en el futuro.

¿Es preocupante? Te podrá gustar más o menos, y soy el primero que también tiene en cuenta las ventajas del formato digital, porque también las tiene para los jugadores, pero el escenario es el que es y toca asumir una cruda realidad: esto no va a ir a mejor, sino todo lo contrario y lo vamos a notar cada vez más. Y eso nos lleva a la siguiente cuestión: ¿es la evolución natural del medio o algo planificado? Si esto fuese un test, ambas respuestas serían correctas.
Consolas sin lector de discos
Lo creas o no, la PS5 Pro (la mejor consola de videojuegos de PlayStation) se lanzó sin lector de discos. Puedes acoplarle uno, que conste, pero es un gasto extra para una consola que ya de por sí tiene un precio bastante por encima del de las alternativas. ¿Qué pasará en la próxima generación? Pese a que podemos equivocarnos, los rumores apuntan a que Sony continuará en esa misma dirección.
Cartuchos y Discos prácticamente vacíos
Títulos como Doom: The Dark Ages incluyen apenas 85 MB en disco; el resto hay que descargarlo. Las tarjetas llave de juego de Nintendo Switch funcionan de manera similar. Dicho de otro modo: el doble propósito del disco es iniciar la descarga y comprobar que tenemos una copia en la consola, no almacenar la información que se necesita para jugar.
Cajas directamente sin juego
Regreso al ejemplo original: el estuche de Split Fiction vino con dos papelitos. No es un caso aislado y da igual si se trata de Xbox, PlayStation o Nintendo Switch 2: entiendo que la venta de cajas físicas que solo contienen un código de descarga es para poder regalar videojuegos, pero es que en digital no tengo ni que trasladarme ni que esperar a que me llegue a casa.
¿Y qué pasa con los precios?
En digital los precios no se negocian. Son los que son hasta que asoma una rebaja o tienes un descuento por suscripción. En físico, el vendedor puede ajustar los márgenes y hacerlos más atractivos. Sin embargo, se está dando una curiosa tendencia: hemos visto cómo juegos físicos de Switch 2 cuestan más que sus versiones digitales. Y, a veces, la única manera de hacerte con un indie es a través de una edición coleccionista que incluso puede multiplicar el número de la etiqueta.
La realidad es la que es y, por mucho que nos pese, la generación que se ha criado con un móvil o una tablet en la mano ya no son niños pequeños. Fans de videojuegos que nunca han comprado un CD de música teniendo Spotify o YouTube. Y, como es natural, quienes publican los videojuegos son plenamente conscientes de ello. Eso es algo con lo que, posiblemente, el CEO de Gamestop no contaba hace diez años cuando afirmó que "Los juegos en formato físico estarán ahí para siempre" . ¡Cómo ha cambiado el mundo en apenas diez años!
Pero tampoco podemos verlo todo desde nuestro punto de vista como consumidores: hacer un juego en físico también conlleva riesgos para las editoras. Sobre todo cuando el proceso de grabación y distribución en cajas es un enorme coste añadido que se debe sopesar muy bien y, si el juego no gusta o genera interés, el descalabro puede ser todavía peor. Esto tampoco es nada nuevo y ahí tenemos las copias de E.T. que Atari tuvo que enterrar en el desierto. Las cosas como son.
Qué nos queda (más allá del coleccionismo)
El problema del ocaso del formato físico no es solo algo sentimental. Pese a que no tenemos la propiedad del contenido, éste garantiza derechos específicos de posesión y reproducción, durante años ha sido sinónimo de acceso sin conexión y, sobre todo, asegura una preservación histórica. El digital, con sus ventajas, hay una dependencia de servidores en mayor o menor medida, licencias y políticas cambiantes. Si Xbox o PlayStation no puede usar un automóvil en sagas como Forza o Gran Turismo porque hasta ahí llegaron los acuerdos con la marca, el juego desaparece de las tiendas. Así de simple.
¿Qué ocurre si un juego desaparece de la tienda? ¿Si se revoca tu acceso? ¿Si la consola ya no permite instalarlo? Bueno, ahí cada caso se resuelve de una manera. Aunque también hay iniciativas que buscan soluciones como Stop Destroying Videogames. E incluso en esas toca hilar fino.
Insisto: tanto el formato digital como el juego en la nube tienen montones de beneficios y ventajas. Por no hablar de la comodidad: si tienes Netflix o Disney Plus y simplemente quieres ver una película -sin palomitas- no tienes que hacer el proceso completo de encontrar la película, comprarla y esperar a que esté en tu casa. Dicho de otro modo: esto no va de abrir un debate sobre cual es mejor, dado que cada uno tiene sus preferencias. Sin embargo, la tendencia de las sobremesas y portátiles poco a poco se alinea con lo que ya ha pasado en escritorios.

Quitando excepciones, los únicos discos que vienen en los juegos para PCs son los discos con la B.S.O. en las ediciones de especiales y de coleccionista. De hecho, y por extensión, todo esto también afecta a la segunda mano en cualquier plataforma. Entonces, ¿llegará el día en el que el físico sea sinónimo de puro coleccionismo? Bueno, volvemos al planteamiento original: toca afrontar una cruda realidad, porque en mayor o menor medida todos la tenemos asumida.
De hecho, para tener una perspectiva justa hay que darle la vuelta al tema: ¿tiene sentido redoblar la apuesta por preservar el formato físico? La respuesta, sopesando las ventajas del digital y los cada vez menores ingresos de los juegos se venden en cajas, es que salvo títulos muy específicos, en especial los de Nintendo, el atractivo de los discos y cartuchos pasará por el precio, los reclamos de las ediciones coleccionistas o por pura nostalgia. Sin desmerecer la preservación, claro. Pero cuando te compras un Call of Duty o un EA Sports FC (los juegos más exitosos, de largo) no piensas en estas cosas.
¿Se debe apoyar lo tangible, cuando haya opción, como si fuese un acto de resistencia? Sinceramente, que cada uno haga lo que le apetezca, lo que más le interese, lo que se pueda permitir y lo que le sea más cómodo. La distribución digital o servicios como Nintendo Switch Online habilitan que cualquiera pueda disfrutar de cientos de juegos clásicos.

Me explico mejor: si en 2025 prefieres pagar lo que cuesta una copia de un Garou Mark of The Wolves para Neo Geo me parece fenomenal y es una alternativa perfectamente válida. Pero no es una opción para todo el mundo. No cuando está a 1,49 euros en Steam y además tienes el préstamo familiar. Pero eso no impide que valoremos y preservemos lo que ya tenemos y respaldemos iniciativas de conservación.
¿Recuperaremos la ilusión de llegar a casa con la caja de un juego y el encanto de leer los manuales de instrucciones como hace dos, tres o cuatro décadas? Si te digo la verdad, ese tipo de sensaciones ahora parecen estar reservadas a juegos verdaderamente especiales. Tanto a nivel personal, como de cara a lanzamientos tan deseados como Grand Theft Auto 6. Porque si esperas a que Silksong salga en físico para jugar, es porque quieres. Y eso tampoco es malo.
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La noticia Defensores del formato físico: toca afrontar una cruda realidad fue publicada originalmente en Vida Extra por Frankie MB .
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