
El 2025 va a ser un año difícil de olvidar para todos aquellos aficionados de Nintendo y sus diferentes franquicias. El lanzamiento de Nintendo Switch 2 es uno de los acontecimientos más importantes que se ha vivido en la industria de los videojuegos en los últimos meses, así como durante los últimos años. Nintendo ha puesto a la venta en el mercado su nueva máquina que, sin duda, ha contado con un arranque estelar protagonizado principalmente por Mario Kart World.
Pero la sucesora de Nintendo Switch quiere demostrar que ha venido para quedarse y hacerse un hueco más que merecido en nuestros hogares. Para ello debe seguir publicando más títulos por los que merecerá la pena hacerse con ella, de ahí que el siguiente de ellos se encuentre a la vuelta de la esquina, porque esta misma semana saldrá a la venta el esperado y prometedor Donkey Kong Bananza, sobre el que ya tuve ocasión de probarlo en abril más brevemente y con un adelanto más extenso en las últimas semanas.
Ahora que ya he tenido por fin en mis manos la versión definitiva que está a punto de ver la luz, debo de admitir que lo que ha logrado Nintendo con su nuevo trabajo es algo increíblemente alucinante. Desde el primer minuto que me puse a jugar ya tenía claro que no estaba frente a un juego más del montón o uno de esos que pasará sin pena ni gloria. Es de esas aventuras que te pones a jugar y comienzan a volar los minutos y las horas sin que seas consciente de que igual llevas toda la tarde e incluso toda la noche delante de la pantalla.
Eso mismo es lo que me ha sucedido en este último par de semanas cada vez que mi Nintendo Switch 2 prendía fuego de la caña que le estaba dando a esta magistral y trepidante odisea protagonizada por el gorila de la gran N. Sobre todo porque no recuerdo cuándo fue la última vez que un juego me ha absorbido tanto hasta un nivel en el que tenía claro que quería ir a por el 100% desde el primero de los mundos que me ha tocado visitar.
Un viaje al interior del mundo por unos mundos apoteósicos
Para poneros en situación, Donkey Kong se ve envuelto en un entuerto que hace que vaya a parar al interior del planeta. Poco a poco se irá adentrando cada vez más en sus profundidades hasta llegar a todo el centro del mundo, pero por el camino irá atravesando una serie de niveles en forma de mundos abiertos con sus propios biomas y ambientaciones que hará que cueste imaginarse que estamos en una interior y no en pleno exterior.
Más que nada porque tan pronto estarás pasando por un lugar rodeado de un mar con estructuras colosales, un páramo rocoso con sus respectivas montañas, un bosque cuyos árboles son tan enormes que no parecen tener fin, así como una zona completamente gélida que hará que se te congelen hasta los huesos. Y eso no es más que una pizca de todos los lugares tan realmente variopintos por los que irá pasando el DK más carismático que se ha llegado a ver en sus casi 45 años de existencia.

Se nota en todo momento que el equipo de Super Mario Odyssey está detrás de esta gran obra, porque el diseño y la estructura de los mundos recuerda inevitablemente a la que, desde luego, es una de las mayores aventuras que nos ha dejado el popular fontanero. Y en otro detalle que no hay duda de que se trata de un título de Nintendo Switch 2 es en lo maravillosamente bien que luce todo lo que tienes a la vista, sin excepción, porque es asombrosa la bestial cantidad de detalles que puedes ver por todas partes, por sus personajes tan peculiares y enemigos que hasta te harán sonreír por sus simpáticos aspectos.
Cada uno de los mundos resulta una auténtica pasada recorrerlos de arriba a abajo por la interminable cantidad de desafíos que plantean y por cómo la propia jugabilidad te invita a ello. Como ya os conté la última vez, lo que más me atrajo del juego es el hecho de que puedes destruir todo lo que te encuentres en el escenario. Con matices, eso sí, porque hay ciertas plataformas y estructuras que son indestructibles para que no te quedes atascado sin tener que reiniciar el terreno, pero igual eso corresponde a una cuarta parte, nada más, mientras que todo lo demás lo puedes hacer añicos como mejor te plazca.
Abriéndote paso a puñetazo limpio en busca de los coleccionables
Arrasar con todo lo que te vas encontrando a tu paso es una de las experiencias más satisfactorias que me he encontrado en mucho tiempo. El destrozar el escenario es divertidísimo y, curiosamente, algo que me ha resultado muy placentero por ver cómo todo se hace pedazos con los puñetazos y diferentes ataques de DK. Aun así, todo tiene su justificación y es por la gran cantidad de coleccionables que hay escondidos allá por donde vayas.

En cuanto te pones a dar golpetazos y palmadas contra el techo, las paredes y el suelo, presenciarás una constante lluvia de toneladas de monedas que sirven para volver a la vida si pierdes todos los corazones, al igual que para comprar artículos como globos que te devuelven al escenario si te caes al vacío o bebidas energéticas para recuperar todos los puntos de salud. Y ahí no queda todo, porque detrás de estos muros quebradizos también hay fósiles que hacen la función de moneda de cambio para comprar nuevas prendas para nuestro simiesco personaje y su pequeña e inseparable acompañante, Pauline, lo que les otorgará ventajas especiales de todo tipo dependiendo del objeto seleccionado.
Por si no fuera suficiente, también es posible encontrar cofres de tesoro que ocultan más monedas, pero lo más importante de todo es que estos también albergan mapas que, en su inmensa mayoría, muestran la ubicación de fósiles, aunque en menor medida también te puedes sentir el más afortunado del reino si alguno de estos mapas muestran la ubicación de las bananas. Se podría decir que estas son las más relevantes del juego en todos los sentidos y, puestos a comparar, sería como las energilunas de Super Mario Odyssey, de ahí que no haya que dejar ninguna por localizar.
En gran medida, es posible dar con ellas a base de excavar en todas las direcciones a lo largo del terreno, de ahí que sea un gran motivo de peso el machacar el escenario. Asimismo, también es posible conseguirlas en algunas salas secretas que están repartidas por los mundos. Por ejemplo, unas de ellas consisten en acabar con cierta cantidad de enemigos con métodos muy diferentes, como puede ser recurrir a elementos del terreno o utilizando algunas de las fortachonas y cómicas transformaciones que puede adoptar Donkey Kong gracias a las canciones de Pauline.

En este sentido, se puede transformar en un gorila tremendamente cachas cuyos puñetazos son extremadamente letales, también en un avestruz que planea y arroja huevos mientras va avanzando por el aíre, e incluso una cebra capaz de embestir gracias a los acelerones que puede realizar. Y todas ellas acompañadas con unas melodías que difícilmente os las sacaréis de la cabeza, dado que no pararéis de tararearlas allá por donde vayáis por sus ritmos y lo bien que le sientan a cada una de estas nuevas versiones de DK.
De hecho, las transformaciones son más necesarias todavía en otras salas secretas que plantean desafíos más extensos y que requieren una gran conocimiento de las capacidades de nuestro héroe para dar con todas las bananas que están escondidas por estas fases opcionales. Sin duda, estas son las más complicadas de todas y es una buena forma que tiene el juego de ponerte a prueba para que demuestres todo lo que has aprendido hasta el momento.
En cuanto al motivo por el que tan importantes las bananas, se debe a que serán las que ayudarán a Donkey Kong a "subir de nivel". Al reunir cinco de ellas obtendrá a cambio un punto de habilidad que será el que se podrá intercambiar por mejoras en el daño que causa, en la cantidad de corazones y en desbloquear nuevas capacidades para las diversas transformaciones.

En Vida Extra
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Mira aquel fósil, y ese cofre… ¡y allí hay una banana!
Si eres de los que quiere ir a piñón y pasarte el juego ignorando todo lo anterior, puedes hacerlo sin ningún inconveniente. Es decir, no es que necesites haber obtenido anteriormente alguna cierta cantidad de bananas para acceder al siguiente mundo. Es más una manera que tiene el juego de recompensar tu esfuerzo por sacar a relucir tu vena exploradora, que desde luego en mi caso ha sido simplemente inevitable.
Y todo se debe a una de las habilidades de Donkey Kong: el palmeo. Al utilizarlo funciona como una especie de sónar que detecta todo lo que tienes medianamente cerca, aunque esté situado detrás de un muro, por lo que se trata de un método fantástico para averiguar si por los alrededores hay algunos de los coleccionables destacados anteriormente. De hecho, es entonces cuando empieza la fiesta de verdad y cuando el juego te atrapará de una manera bestial e irremediable.

Debido a que la distancia que abarca el sónar se puede potenciar (también con los trajes), así como la aparición de cofres, a la larga es una locura la cantidad de cofres y monedas que vas descubriendo vayas por donde vayas. Además, cada mundo oculta decenas de fósiles para que no pares de dar con ellos constantemente, y si a eso le sumas las bananas y las salas de retos, al final todo ello provoca que te olvides por completo de la misión principal y esta pase a ser secundaria, y hasta diría que más irrelevante.
Mientras vas abriéndote paso por los muros verás a lo lejos un fósil, pero cuando te acerques te aparecerá un cofre, aunque si te giras tal vez a lo lejos haya una banana… ¿y qué me dices de esa sala de retos que se encuentra más alejada? Pues así ha sido mi travesía mundo por mundo. Y por eso mismo nunca encuentras el momento de dejar de jugar, porque siempre acabas viendo algo a lo lejos que desearás ir a por ello y no dejarlo escapar. De verdad, es que ni os hacéis una idea de la gigantesca cantidad de coleccionables y elementos que hay por todo el escenario para que así jamás os invada la sensación de estar perdiendo el tiempo.
Entre unas cosas y otras, por eso mismo el juego me ha incitado tanto a ir a por el 100% en cada nuevo nivel, porque quería examinarlos a fondo y me pareció lo más divertido de todo dar con cada secreto que albergan. Eso sumado al hecho de que cada escenario presume de contar con unas dimensiones colosales, por lo que te puedes tirar un buen puñado de horas en cada uno y aun así te quedará bastante trabajo por delante. Por eso mismo, el juego te lo puedes pasar en un día o tardar varias semanas, dependiendo de lo que más te entretenga o tu finalidad a la hora de afrontar la aventura.
Yo he tenido claro que disfrutar de Donkey Kong Bananza de esta manera ha sido una de las experiencias que más he disfrutado de este año. El mimo que se le ha dedicado a esta entrega de la franquicia es tan enorme que se puede afirmar sin problemas que DK está más que preparado para mirar a la cara a Mario y Link y ser otra de las grandes estrellas del catálogo de Nintendo, dejando atrás la etiqueta de saga algo más secundaria. Porque no estamos en absoluto ante un juego que te lo pasas y a otra cosa. Es una obra maestra de los pies a la cabeza que tiene todo para ser el mejor juego de Nintendo Switch 2 hasta la fecha y de lo más imprescindible de 2025.
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La noticia Donkey Kong Bananza no es solo un juegazo: es una carta de amor al coleccionismo que te empuja a exprimirlo con una sonrisa en la cara fue publicada originalmente en Vida Extra por Sergio Cejas (Beld) .
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