En Watchmen, el popular comic de Alan Moore, Rorschard decide convertirse en un vigilante cuando presencia el terrible asesinato de una joven. Este crimen ocurrió en la vida real, la víctima se llamaba Kitty Genovese y fue el caso que estimuló las invetigaciones psicológicas que ayudaron a desentrañar el efecto espectador.
El 13 de marzo de 1964, Kitty Genovese fue brutalmente asesinada frente a su hogar. Ella estacionó su coche frente a su apartamento, cuando un hombre la persiguió y la apuñaló dos veces en la espalda. Kitty pidió ayuda, pero sólo una persona gritó que la dejaran en paz. El ladrón huyó en el auto, pero regresó diez minutos más tarde para herir aún más a Kitty, robarla y abusar sexualmente de ella. Este ataque duró una media hora y ocurrió ante casi cuarenta personas, quienes escucharon los gritos de la víctima. Finalmente, alguien llamó a la policía, pero ya era demasiado tarde. ¿Por qué nadie se acercó a ayudar a Kitty luego de haber recibido las primeras heridas? La respuesta reside en el efecto espectador.
¿Qué es el efecto espectador?
El efecto espectador o difusión de la responsabilidad es un fenómeno estudiado por la psicología social. Hace referencia a aquellos casos en los que los individuos que son testigos de un crimen no ofrecen ninguna forma de ayuda a víctimas cuando hay otras personas presentes. De hecho, este efecto sostiene que a mayor número de espectadores observando a alguien en peligro, es menor la probabilidad de que alguien se responsabilice y ayude a la víctima.
En 1968, después de que el caso de Kitty Genovese sacudiera la opinión pública, John Darley y Bib Latane publican en el Journal of Personality and Social Psychology una investigación titulada "La intervención de los espectadores en emergencias: la difusión de la responsabilidad". Para hacer esta investigación, contactaron a varios universitarios y les comunicaron que participarían en una discusión con cinco personas sobre problemas personales. Cada participante estaría aislado en una habitación, sin poder observar a sus interlocutores, pero se escucharían unos a otros alternativamente; apagando los micrófonos de quienes no tuviesen el turno de hablar.
La próxima vez que necesiten ayuda rueguen que haya una persona cerca, pero no 4 pic.twitter.com/tyf2NEUF5O
— pictoline (@pictoline) September 4, 2015
Cada estudiante conversaría con uno o varios "participantes", que en realidad eran sólo voces grabadas. En algún punto de la conversación, una de las voces grabadas correspondería a un estudiante teniendo una crisis epiléptica. El objetivo era medir cuánto tiempo tomaba al participante real reaccionar y pedir ayuda.
Los resultados fueron alarmantes. Cuando en la "conversación" sólo estuvo presente el sujeto estudiado y la víctima de convulsiones, el 85% de los participantes respondió antes de que terminara la grabación. Cuando estaban involucradas 2 personas y la víctima, el 62% respondió con celeridad; mientras que cuando el experimento involucraba a 6 individuos sólo el 31% de los individuos buscó ayuda para atender la emergencia.
El caso de Kitty no es el único. En 2011, una niña de dos años llamada Wang Yue fue arrollada en China y 18 personas pasaron por su lado sin prestarle ayuda. Hugo Tale Yax se deangró durante una hora en la calle, mientras más de veinte personas le ignoraron durante una hora.
¿De quién es la culpa?
Decir que una persona que es parte de una muchedumbre no reacciona frente a una emergencia es indiferente es una forma de simplificar el proceso cognitivo tan complejo que vive el espectador. Hay muchos factores involucrados en estos procesos, que pueden ser la cultura y leyes (en algunos países si llevas a un herido por arma de fuego al hospital, puedes terminar en la cárcel por investigación), el entorno y variables personales.
De hecho, Stanley Milgram (el mismo del controvertido experimento de obediencia a la autoridad) afirma que el efecto espectador puede ser causado por la sobrecarga de información, que confunde y paraliza al individuo; mientras que para Darley y Latané este efecto está relacionado con la responsabilidad que pueda sentir la persona frente a la situación de emergencia. Mientras más gente observa el accidente, la responsabilidad individual disminuye pues la persona cree que alguna otra persona intervendrá.
Los grados de responsabilidad también están determinados por la percepción que el espectador tiene de la víctima: juicios morales (si la víctima merece o no la ayuda), la competencia personal (si no se nada de primeros auxilios, no puedo ayudar en una emergencia médica, por ejemplo) y la relación del espectador con la víctima (es más probable que ayude de inmediato si la víctima es conocida).
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Asimismo, el efecto espectador puede estar relacionado con la teoría del homus económicus, es decir, que cada persona evalúa el nivel de costo-beneficio antes de involucrarse en una situación de emergencia. Por ejemplo, antes de ayudar a una persona herida en la calle, pensará en si el beneficio (ayudar a alguien) será mayor a las consecuencias que traerá (verse envuelto en una investigación policial, hacerse responsable de la víctima en el hospital).
Otra explicación puede residir en la conformidad social, que según Serge Moscovici ocurre cuando un individuo modifica su comportamiento para armonizar con el del grupo. Este fenómeno se explica con facilidad en una situación cotidiana: cuando hay dos cajeros automáticos y sólo uno de ellos tiene una fila de personas, es más probable que las personas se formen frente al cajero ocupado en vez de probar el otro. Si una persona herida es ignorada por una muchedumbre, es muy probable que el resto de los individuos haga lo mismo.
¿Es posible derrotar el efecto espectador?
Cada vez que presenciamos algún hecho que a nuestros ojos es una injusticia y no hacemos nada, por miedo o por cualquier otra causa, estamos cayendo ante el efecto espectador.
El efecto espectador no afecta sólo a las víctimas de robos o emergencias médicas en lugares públicos, también es posible vivirlo en situaciones sociales. Por ejemplo, cuando alguien es atacado verbalmente o acosado en algún grupo y, a pesar de no estar de acuerdo con el ataque, nadie hace o dice nada para defender al otro. Cada vez que presenciamos algún hecho que a nuestros ojos es una injusticia y no hacemos nada, por miedo o por cualquier otra causa, estamos cayendo en el efecto espectador. Es secillo decir que no permitiremos que eso ocurra, pero cuando te enfrentas a la situación es muy probable que no reacciones como desearías. ¿Acaso esto quiere decir que es imposible sobreponerse al efecto espectador? La respuesta es negativa. El cambio es posible.
Al enfrentarnos al efecto espectador es necesario hacer cambios a nivel personal. Debemos ser capaces de notar lo que ocurre a nuestro alrededor e identificarlo como una situación irregular o emergencia. Del mismo modo, la empatía juega un rol crucial, entender que todos los seres humanos son dignos de ayuda y que esa persona en problemas podrías ser tú mismo. La parte más complicada es sobreponerse al miedo y la confusión. Lo imprescindible es saber que puedes ayudar. Es probable que no tengas conocimientos médicos para atender a un herido o que no puedas enfrentarte a un ladrón o convertirte en un vigilante como Rorschard, pero puedes llamar a una ambulancia o a la policía. La mejor parte es que apenas una persona hace algo, los demás responden de la misma forma. Lo único que hace falta es que una persona haga la diferencia.
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