El cine no se reduce a algo tan simple ver una película en una gran sala y, pese a sus vicios, debe aspirar a ser más que entretenimiento: el séptimo arte siempre ha sido un campo de batalla entre la emoción y la reflexión. Entre la necesidad de conmover al espectador y el deseo de enfrentarlo con preguntas incómodas. Por eso, las películas de Spielberg y las de Kubrick son tan diferentes entre ellas.
En una entrevista para TCM, Terry Gilliam, el director de Brazil y miembro de los Monty Python, ofrece una comparación tan provocadora como lúcida entre los cineastas Steven Spielberg y Stanley Kubrick. Una manera de entender la razón de ser de sus obras que no solo ilumina la diferencia entre dos directores visionarios, sino que también nos invita a reflexionar sobre qué esperamos realmente del cine.
Eso sí, tal y como se espera de Gillian, la diferencia más evidente nos la despeja en su primera frase: el cine que hace Steven Spielberg es más exitoso y sus películas recaudan más dinero. Entendemos que no se nos descubre nada nuevo. Sin embargo, ¿eso lo hace mejor?
La emoción y la catarsis vs. la crudeza de la realidad
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Gilliam sostiene que Spielberg, con películas como La lista de Schindler, busca que el público se sienta bien al final, incluso ante tragedias históricas. Es un cine que ofrece consuelo, que reafirma la humanidad y la esperanza. Kubrick, en cambio, jamás concede esa comodidad: su mirada es fría, distante, y obliga al espectador a enfrentarse con la complejidad y el absurdo de la propia existencia.
Para Gilliam, ahí radica la diferencia esencial: Spielberg da respuestas emocionales, Kubrick plantea preguntas intelectuales. De modo que, según Gilliam, Spielberg es un narrador que busca la empatía inmediata. Su cine está diseñado para que el espectador llore, se conmueva y salga de la sala con una sensación de catarsis.
El ejemplo que nos da Gilliam lo encontraos en una película la Lista de Schindler, donde el horror del Holocausto se equilibra con la figura heroica de Oskar Schindler, ofreciendo un final que reconforta al espectador.
"¡Ah! El final feliz. Un hombre puede hacer lo que un hombre puede hacer, como impedir la muerte de unas cuantas personas. Pero el holocausto no va sobre eso".
En contraste, Gilliam describe a Kubrick como un director que nunca suaviza la realidad. En La naranja mecánica o 2001: Una odisea del espacio, no hay respuestas fáciles ni héroes redentores. El espectador se enfrenta a un espejo incómodo, a un universo que no busca consolar sino cuestionar.
Un abrazo emocional... o un espejo incómodo
Gilliam lo resume con contundencia: Spielberg quiere que el público se sienta bien, Kubrick quiere que el público se enfrente a la verdad, aunque duela.
"Creo que Spielberg y el éxito de la mayoría de las películas de se hacen hoy en Hollywood buscan ser reconfortantes. Las cosas se unen en pequeños arcos, te dan respuestas, incluso si las respuestas son estúpidas. Las respuestas son, oh, puedes ir a casa y no tienes que preocuparte por eso. Pero los Kubricks de este mundo y los grandes cineastas te hacen ir a casa y pensar en eso".
La reflexión de Gilliam es provocadora, pero también justa. Spielberg y Kubrick representan dos de las caras del cine moderno: el primero como maestro de la emoción y el espectáculo, el segundo como arquitecto de la incomodidad y la reflexión. Gilliam acierta al señalar que Spielberg ofrece certezas mientras Kubrick cultiva la duda.
Con todo, esta es una comparativa acotada a dos cineastas, cuando hay montones de visiones a tener en cuenta. Desde Tarantino a Michael Bay, pasando por nuestro siempre recordado Uwe Boll. Porque Boll es un cineasta merecidamente cuestionado que, según qué película, puede darnos un placer culpable.
Dicho esto, reducir las diferencias entre Spielberg y Kubrik a esa dicotomía puede ser injusto. Spielberg también ha explorado la ambigüedad en obras como Munich o Minority Report, mientras Kubrick, aunque distante, también ha logrado emocionar profundamente en escenas como el sacrificio final de Senderos de gloria. La diferencia, más que absoluta, es de énfasis: Spielberg confía en la emoción como motor narrativo, Kubrick en la confrontación intelectual.
En definitiva, Gilliam tiene razón en subrayar que Kubrick incomoda y Spielberg consuela, pero ambos, desde sus trincheras, han enriquecido el cine con visiones complementarias. Y, entre tú y yo, es el propio espectador quien decide qué necesita tras meter la mano en el cubo de las palomitas: ¿un abrazo emocional o un espejo incómodo?
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La noticia ¿Emocionar o confrontar? La gran brecha cinematográfica entre Spielberg y Kubrick, según el gran Terry Gilliam fue publicada originalmente en Vida Extra por Frankie MB .
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