Necesito que algún desarrollador de Ubisoft Montreal se siente conmigo a explicarme cómo es posible que For Honor siga vivo después de un lanzamiento lleno de tropiezos y una vida a lo largo de ocho años casi en el olvido. Y digo "casi" porque tiene una media diaria de 2.000-3.000 jugadores en Steam, según SteamDB. Hay que sumar PlayStation y Xbox.
A falta de más cifras en mano, mi única conclusión es que For Honor tiene una comunidad muy fiel y unida por el pegamento del crossplay. Por no hablar de que Ubisoft lleva casi una década lanzando actualizaciones casi semanales, como mínimo mensuales. Ha aumentado el elenco de luchadores, entre otros contenidos, y ha tenido varios crossovers. El actual es con Destiny 2.
La colaboración de Ubisoft y Bungie ha sido la excusa perfecta para volver a instalar For Honor, esta vez en mi PS5. Si bien tuve mis dudas durante su lanzamiento en 2016, acabé comprándolo en formato físico. Jugué durante bastantes horas, lo abandoné y en 2017 volví para comprar el Gladiador. No tardé demasiado en abandonarlo nuevamente... hasta hoy.
¡Larga vida a For Honor!
No esperaba volver a For Honor. Jamás habría dicho que 2024 me devolvería a sus campos de batalla. Lo cierto es que Destiny 2 tiene casi todo el mérito. Tampoco voy a negar que me picaba la curiosidad saber cómo había evolucionado el juego tras siete años. ¡Y ciertamente está muy cambiado!
Mi primera impresión tras siete años no ha sido precisamente buena: matchmaking de 5-6 minutos para jugar La Luz de los Guardianes (PVE), el modo de Destiny 2 y el evento de Halloween, y luego otros 3-4 minutos para cargar el mapa. Mi molestia (atenuada por la comprensión) ha desaparecido en cuanto la partida ha empezado.
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El mapa de La Luz de los Guardianes recrea la icónica iglesia de Devrim Kay en la Zona Muerta Europea (ZME). Sus dos calles laterales la hacen perfecta para un mapa de For Honor. El mapa se compone de tres calles: dos laterales con banderas y una central con otra bandera y que atraviesa la iglesia. En el centro de esta última hay un Barón inspirado en Fikrul, el Fanático. Cada entrada al edificio está custodiada por varios grupos de Repudiados.
El modo es sencillo: dos equipos (PVP o PVE) se enfrentan por el control de las tres banderas. Tomar y mantener estas zonas suma puntos, así como matar a adversarios. Sin embargo, hay una variante: hacer daño al Barón suma puntos. Este es un enemigo común de ambos equipos y ataca a todos por igual. Cuanto más daño, más puntos. Ahora bien, el Barón pega muy duro y aguanta todo lo que le echen.
No sé qué ocurre si el Barón muere durante la partida. He intentado comunicarme con otros jugadores en varias rondas PVP para organizar una tregua y matar a nuestro enemigo común, pero ha sido imposible. Lo cierto es que me he frustrado bastante, mucho. Como dijo George Gordon Byron: "Solo salgo para renovar la necesidad de estar solo". Pues solo vuelvo a los PVP para renovar mis ganas de jugar únicamente PVE.
Más allá de eso, For Honor sigue molando muchísimo después de ocho años. Siempre he creído que es un gran videojuego, pero tiene una premisa que no termina de conquistar a la mayoría de jugadores. Su estilo de combate es muy técnico, estratégico y dominarlo requiere altas dosis de habilidad y práctica. De hecho, es de los pocos juegos de Ubisoft que tiene una IA realmente competente.
Las físicas, animaciones y el sonido son apartados geniales. Los personajes realmente se sienten pesados, las animaciones al moverse y realizar las ejecuciones son de las mejores que he visto en los juegos de Ubisoft y puedes escuchar las placas de las armaduras y otros elementos metálicos al andar y correr. Y no tiene nada de que avergonzarse a nivel gráfico. Al César lo que es del César.
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Volver a For Honor durante el crossover con Destiny 2 ha sido un acierto. Han sido dos o tres horas muy divertidas. El evento en sí no es la panacea, pero desde luego que el juego ha envejecido más que bien. Lo cierto fue, es y será una joya infravaloradísima de Ubisoft. Tiene aspectos mejorables, obvio, pero no tantos como otros juegos más actuales y aplaudidos. No creo que le dedique muchas más horas, pero ahora entiendo un poquito mejor por qué sigue dando tanta guerra.
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La noticia Hacía siete años que no jugaba a esta anomalía. No entiendo cómo se mantiene en pie, pero todavía es extremadamente divertida y brutal fue publicada originalmente en Vida Extra por Alberto Martín .
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