
Una vez leí que es imposible sacar una foto de la Luna. No porque técnicamente no se pueda, sino porque no es posible capturar la belleza subjetiva que vemos en nuestra cabeza, únicamente con un sensor. Cuando miramos la luna, vivimos en el momento también: el ambiente, los susurros, la proyección de su luz que nos rodea. Eso deberían ser las fotos. Eso deberían ser los instantes, y afortunadamente, hoy día tenemos en nuestros bolsillos dispositivos que nos permiten capturar más de cada momento. El resto, lo tenemos que poner cada uno de nosotros.
Cada generación de iPhone trae consigo no sólo una evolución técnica, sino también una forma distinta de mirar el mundo. No es lo mismo hacer una foto que capturar una escena. Con el tiempo, nos hemos acostumbrado a ver cómo las mejoras en óptica, procesamiento y sensores han ido perfeccionando eso que damos por hecho: la capacidad de nuestros teléfonos de congelar instantes. Pero cuando ponemos dos modelos frente a frente, algo curioso ocurre. Empiezan a hablar entre ellos. Y lo que dicen no siempre es tan evidente como los megapíxeles o los cuadros por segundo.
Estuve en Nueva York acompañando al equipo de Rossellimac en un viaje inolvidable. Entre conversaciones del mundo Apple, pude recorrer la ciudad con una nueva perspectiva sosteniendo un iPhone 16e y un iPhone 16 Pro. La ciudad, con sus luces, sombras y texturas, es el mejor laboratorio para esta comparación. Desde los neones de Times Square hasta el azul profundo del cielo que se filtra entre los rascacielos, cada esquina de Manhattan tiene un reto visual que pone a prueba la sensibilidad de cualquier sensor. Aquí no hay estudio, ni trípode, ni control de luz: hay calle, movimiento, vida. Y eso es exactamente lo que quería retratar, para ver de verdad cómo se comportan dos modelos de iPhone que comparten apellido, pero no la misma visión.
iPhone 16e y iPhone 16 Pro, frente a frente

A lo largo de este recorrido visual veremos escenas cotidianas que esconden matices reveladores. No voy a decirte a qué imagen pertenece a qué modelo - la tabla con las soluciones a cada una, la encontrarás al final - porque el ejercicio aquí es otro: invitarte a mirar con atención, más allá de la técnica. A veces, las verdaderas diferencias no se ven a simple vista… y quizás descubramos con este viaje que la distancia que separa ambos modelos no es tan lejana cuando se trata de capturar la vida de esta forma. Comencemos.

En esta primera escena llama la atención cómo cada cámara maneja los reflejos sobre el cristal de de las pantallas. Mientras una de las capturas tiende a levantar más las sombras, recuperando algo de información en las zonas oscuras, también introduce un leve velo sobre las altas luces, como si intentara equilibrar todo a la fuerza. La otra imagen, en cambio, abraza los contrastes con más decisión, entregando un resultado más definido y con negros más profundos, aunque a costa de perder un poco de detalle en las zonas quemadas.
Fíjate en el cartel iluminado al fondo también es revelador: en una de las tomas, las letras aparecen ligeramente empastadas por la sobreexposición, mientras que en la otra se pueden leer con mayor nitidez. Aquí no se trata sólo de potencia de sensor, sino de cómo el procesamiento interpreta la escena. En ese pequeño choque de luz y sombra, una cámara parece más madura en su equilibrio.

En esta fotografía urbana, lo primero que salta a la vista es el tratamiento del color. Una de las tomas tiende a ser más contenida, como si el procesado prefiriera mantenerse fiel a la escena tal y como el ojo humano la percibe en un día ligeramente nublado. En la otra imagen, sin embargo, hay un salto evidente en saturación, especialmente en los tonos cálidos: los amarillos del cartel y los tonos tierra del edificio parecen saltar un poco más del fondo.
La gestión del balance de blancos también muestra diferencias. Mientras una de las cámaras parece ajustarlo con precisión quirúrgica, la otra cae ligeramente en una tonalidad fría que tiñe el conjunto. Es interesante fijarse en los bordes entre luz y sombra para detectar cómo se suaviza (o no) la transición. Ahí se esconde parte del secreto de una cámara más capaz, aunque el contexto global de ambas imagen es muy muy buena.

Aquí nos enfrentamos a una escena llena de texturas: paredes rugosas, ventanas con reflejos y elementos metálicos que juegan con la luz. Una de las capturas resuelve esta complejidad con más naturalidad, dejando ver los detalles de forma progresiva, sin exagerarlos. En la otra, la nitidez parece llevada un paso más allá, quizás por algoritmos que quieren realzar cada línea, cada superficie, pero a costa de cierta artificialidad.
Es interesante también cómo se comporta la luz difusa sobre los materiales. Hay una toma que mantiene un equilibrio notable entre las zonas claras y oscuras, sin exagerar los contornos, mientras que la otra parece esforzarse en dibujar cada borde, como si no quisiera perder nada. Y en ese esfuerzo, a veces, se aleja un poco de la escena real.

En esta imagen más abierta, con mayor profundidad de campo, el cielo juega un papel importante en la composición. Una de las cámaras logra mantener un azul limpio, con una transición suave hacia los blancos de las nubes. La otra tiende a aplanar ese cielo, con una compresión del rango dinámico que hace que se pierdan gradaciones y que los bordes de las nubes parezcan menos naturales.
También se nota cómo cada sensor captura los elementos lejanos. En una de las fotos, los detalles al fondo aparecen más definidos y con mejor separación del plano principal. En la otra, todo parece un poco más empastado, con menos claridad en los objetos secundarios. Es en estas diferencias sutiles donde se nota qué lente y procesado pueden ofrecer más versatilidad.

En esta escena vemos cómo cada dispositivo interpreta el equilibrio entre mantener la atmósfera y rescatar detalles. Una de las fotos opta por preservar mejor las luces altas, dejando que el brillo conserve textura y no reviente. La otra ilumina más el entorno, levantando sombras con fuerza, pero introduciendo algo de ruido en las zonas más oscuras.
La representación de los colores cálidos en esta toma también ofrece pistas. Mientras una imagen tiende hacia tonos más realistas, la otra empuja los naranjas y rojos más allá, haciéndolos más presentes pero quizás menos naturales. Fíjate en las sombras que permiten detectar cómo el sensor gestiona la falta de luz sin caer en la pérdida total de información.

Esta imagen enmarcada por líneas rectas y pone a prueba la corrección de distorsiones y el nivel de detalle en geometrías. Una de las fotos destaca por su precisión en mantener las líneas rectas, sin deformaciones visibles ni aberraciones cromáticas. La otra, aunque también competente, deja ver ligeras curvas o halos, sobre todo al acercarse a los extremos del encuadre.
En la parte media de la imagen, el tratamiento del contraste en superficies de revela algunas diferencias. Una cámara entrega más rango dinámico y suavidad entre zonas, mientras que la otra ofrece una respuesta más agresiva, menos sutil, que puede resultar algo más dramática aunque mantengan una buena composición en su conjunto.

La escena con fuerte predominancia de sombras invita a examinar la sensibilidad de cada cámara para capturar lo que el ojo casi no ve. En una de las fotos, el detalle dentro de las zonas oscuras se mantiene con claridad sorprendente: texturas, líneas y profundidad aún visibles sin que todo se convierta en una mancha negra.
En la otra, las sombras están más marcadas, creando un efecto más cinematográfico, pero sacrificando parte de la información. La luz residual que llega desde el lateral también actúa de forma distinta en cada sensor. Una de las imágenes logra degradar esa luz de forma suave, controlando el destello; mientras que en la otra hay más flare, y las transiciones son más bruscas. Aquí no sólo hablamos de óptica, sino de cómo el sistema completo entiende la luz.

En esta escena exterior con luz natural intensa, lo que más destaca es cómo cada cámara traduce la saturación de los verdes y los azules. Una de las imágenes tiende a acentuar estos tonos, logrando una imagen más llamativa a primera vista, casi como una postal. La otra, en cambio, opta por una representación más sobria y menos procesada, que se acerca más a lo que veríamos en persona.
Fíjate en el cielo y cómo se funde con los elementos vegetales ayuda a distinguir el rango dinámico efectivo: una imagen logra mantener la textura de las hojas sin quemar el cielo, mientras que la otra sacrifica parte de ese detalle para no oscurecer el primer plano. Esa diferencia habla del equilibrio general que cada sistema busca alcanzar.

La textura del muro, la vegetación cercana, incluso el suelo: todo en esta foto parece pensado para revelar qué cámara consigue mantener la mayor fidelidad sin añadir artefactos. Una de las capturas mantiene todo bajo control, con nitidez, pero sin exageración. La otra parece sobreafilar algunos bordes, especialmente en la vegetación, donde aparece un leve halo difícil de ver a simple vista, pero revelador.
También la representación del color del suelo y la sombra que proyecta da una pista sobre cómo cada sensor maneja la tridimensionalidad. Una imagen sugiere más profundidad y contraste sutil; la otra tiende a aplanar un poco más, haciendo que los objetos parezcan más cerca entre sí, menos separados por capas de luz.

En esta imagen se juega con una luz direccional fuerte que entra desde un lateral, ideal para ver cómo se gestiona el volumen de los objetos. Una de las cámaras logra conservar la textura del material aunque esté en contraluz, mientras que la otra pierde parte de ese volumen al suavizar demasiado las transiciones. Se nota especialmente en las esquinas y detalles.
El reflejo sobre las superficies pulidas también revela diferencias. Una imagen mantiene el color contenido, sin desbordarse. La otra introduce un leve tinte cálido, que aunque estéticamente puede gustar, se aleja de la fidelidad. Son elecciones de diseño que reflejan prioridades distintas: una busca precisión, la otra busca impacto visual inmediato.

Esta escena urbana al atardecer es un examen directo a la sensibilidad y el procesamiento del color de cada dispositivo. Una de las fotos mantiene una atmósfera más cálida y acogedora, intensificando los tonos anaranjados de las farolas y los reflejos dorados en las fachadas. La otra captura tiende hacia una interpretación más fría y neutral, que resulta más realista pero quizás menos evocadora.
Es en las sombras donde se ve una diferencia más clara. Una de las tomas conserva detalle en los tramos más oscuros de la calle, mostrando incluso las caras entre la multitud. La otra opta por aumentar el contraste, lo que entrega un resultado más dramático, pero con menor información en las sombras profundas. Son decisiones que hablan del estilo de cada cámara: una busca fidelidad, la otra atmósfera.

Aquí todo gira en torno al control del cielo y la estructura iluminada del rascacielos. En una de las fotos, el cielo aparece más plano, con menos textura en las nubes, pero logra mantener un color uniforme y sin ruido. En la otra, las nubes muestran más matices y volumen, aunque con algo más de grano visible al ampliar.
La iluminación roja del mástil es clave para diferenciar. En una de las imágenes se ve con más intensidad y definición, incluso dejando ver la estructura metálica; en la otra, ese rojo tiende a emborronarse un poco, perdiendo la nitidez en el foco de luz. Este tipo de detalles exige mucho al sensor, sobre todo cuando hay contraste entre estructuras oscuras y puntos de luz intensa.

La escena entre rascacielos, con el edificio Chrysler al fondo, nos invita a examinar cómo cada cámara maneja la profundidad y el detalle en un entorno bañado por luz natural. Una de las capturas sobresale por su nitidez quirúrgica: las líneas del edificio reflejado en los cristales y las molduras en piedra parecen talladas con bisturí. La otra, aunque muy buena, entrega un resultado más suave, más natural, menos intervenido.
También llama la atención la saturación del cielo. En una toma, el azul aparece más denso y vibrante, resaltando con fuerza el contraste contra las fachadas. En la otra, ese mismo azul está más desaturado, pero logra una transición más gradual con las nubes. Es un buen ejemplo de cómo dos filosofías distintas - realce vs. equilibrio - pueden contar la misma historia de formas muy diferentes.
Conclusiones: elegir es también aprender a mirar

Comparar las cámaras del iPhone 16 Pro y del iPhone 16e es más que ver qué modelo hace “mejores fotos”. Es entender qué tipo de imagen te gusta más, cómo te gusta recordar tus escenas cotidianas y qué prioridad le das a la fidelidad frente al dramatismo. El modelo más avanzado ofrece resultados técnicamente más pulidos, especialmente en escenas complejas o de alto contraste, con un tratamiento del detalle y del color que sorprende en cada disparo.
Por supuesto, el iPhone 16 Pro siempre nos dará más gracias a sus tres cámaras, capacidad de zoom óptico avanzado... Pero el iPhone 16e no se queda atrás, y entrega imágenes muy competentes, más directas, un punto más fieles, quizás menos procesadas usando la única cámara de la que dispone. Y esto es muy interesante porque hay que recordar que estamos comparando los modelos de los extremos más alejados de la gama.
escena | foto izquierda | foto derecha |
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1 | iPhone 16e | iPhone 16 Pro |
2 | iPhone 16e | iPhone 16 Pro |
3 | iPhone 16e | iPhone 16 Pro |
4 | iPhone 16 Pro | iPhone 16e |
5 | iPhone 16e | iPhone 16 Pro |
6 | iPhone 16 Pro | iPhone 16e |
7 | iPhone 16 Pro | iPhone 16e |
8 | iPhone 16 Pro | iPhone 16e |
9 | iPhone 16e | iPhone 16 Pro |
10 | iPhone 16 Pro | iPhone 16e |
11 | iPhone 16e | iPhone 16 Pro |
12 | iPhone 16e | iPhone 16 Pro |
13 | iPhone 16e | iPhone 16 Pro |
Lo fascinante de esta comparación es que te obliga a mirar con atención. A ir más allá del primer impacto y preguntarte por qué una imagen te gusta más. A veces será por cómo gestiona la luz, otras por el tratamiento del color, otras simplemente porque se parece más a lo que recuerdas. Y eso también es parte de la fotografía: no siempre buscamos la perfección, a veces buscamos lo que sentimos.
Al final, tanto el iPhone 16e como el iPhone 16 Pro son cámaras vestidas de teléfono. Elegir entre uno u otro es también elegir cómo quieres contar tu historia. Y después de este paseo por Nueva York, lo importante no es tanto con qué hiciste la foto… sino qué viste y cómo quieres volver a recordar ese momento.
En Applesfera | Solo una cámara, pero qué cámara: cómo el iPhone 16e me ha dejado sin palabras
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La noticia He enfrentado el iPhone 16e a un iPhone 16 Pro durante una semana y las fotos cuentan más de lo que imaginaba fue publicada originalmente en Applesfera por Pedro Aznar .
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