No es que no haya catado nunca un FPS (Titanfall 2 puede dar buena cuenta de ello), pero jamás me he caracterizado por abrazar las mieles del género. Call of Duty sigue siendo un extraño para mí, por eso me sigue sorprendiendo que Battlefield 1 me conquistase en aquel lejano 2016. Sin embargo, la guerra entre franquicias estaba por todo lo alto.
Activision Blizzard seguía a lo suyo intentando dominar el mercado con Call of Duty: Infinite Warfare, una entrega que apostaba por el futurismo propio de la ciencia ficción y le acarreó una lluvia incesante de dislikes en YouTube. El pueblo había hablado y estaba sediento de una batalla cruenta, un regreso a los orígenes que DICE supo entregar a la perfección con el tráiler de presentación de su proyecto bélico.
Todavía recuerdo con cariño aquella presentación de Battlefield 1 bajo los acordes de Seven Nation Army y demostrando que la Primera Guerra Mundial podía ser igual de brutal que las luchas que se vivieron entre 1939 y 1945. EA le ganó la partida de forma muy clara a la competencia y logró vender la descomunal cifra de más de 15 millones de copias, aunque jamás logró repetir semejante éxito.
9 años han pasado desde ese momento, yo estaba todavía terminando la carrera de Periodismo, y DICE quiere regresar a dar un puño encima de la mesa con Battlefield 6. Tuve la suerte de echarle el guante a la nueva entrega justo antes de su presentación gracias a un viaje que realicé a París, por lo que me preparé volviendo a tomar los mandos de Amiens, Asalto al salón de baile o Suez; que me aspen, sigue siendo condenadamente bueno.
Si hay un detalle que me caracteriza a la hora de jugar en partidas multijugador, es que siempre busco ayudar al objetivo colectivo. Debido a ello, renuncio en todo momento pilotar un tanque, vehículo de carga, avión o cabalgar a lomos de un corcel, ya que tengo claro que un jugador experimentado a los mandos de cualquiera de estos aparatos puede causar estragos en los contrincantes. Mi rol es de apoyo, pero no cualquiera, ya que me he convertido con el paso de los años en un experto médico.
A pesar de que Asalto o Explorador son clases tentadoras (jamás asomo la cabeza por Apoyo), me siento extremadamente cómodo en segunda línea manteniendo vivo al equipo. Ya no es solo que sumes una barbaridad de puntos con un botiquín correctamente colocado en su lugar, sino que revivir a tus compañeros constantemente es terriblemente desmoralizador para los rivales. Es normal venirte abajo tras comprobar que, a pesar de tus esfuerzos por bombardearlo todo, esos hijos de su madre se levantan una vez más para darte guerra.
Mis esfuerzos siempre van a tiro fijo, pues algún modelo de Selbstlader M1916 me acompaña bajo el brazo, junto a una M1911 a la que prefiero no recurrir demasiado. He comenzado a cogerle el gusto a la granada incendiaria en este regreso tras más de cinco años sin pisar territorio comanche y no me importa no matar. Tampoco nos engañemos, prefiero clavar un buen par de tiros a la cabeza al insensato que se cruce en mi camino, pero de verdad que disfruto curando heridas allá por donde paso.
Sobre todo cuando se desata el auténtico caos, porque si hay algo que me encanta de Battlefield 1 es la fantástica sensación de que realmente te encuentras en mitad de una escaramuza. Cuando estás metido en uno de los búnkers del Monte Grappa, cuando los callejones de Amiens retumban, el momento en el que las torres de la Frontera del imperio se derrumban, ahí es cuando saco a relucir todas mis virtudes. Me muevo como pez en el agua entre el fuego cruzado y, aunque termine muriendo en mitad de una explosión inoportuna, creo que ofrezco un gran servicio al glorioso ejército de los Estados Unidos (o el que toque, soy un cambiachaquetas).
Conquista sigue siendo el formato rey y es ahí cuando se despliega todo el potencial del videojuego dando soporte a una lucha sin cuartel entre 64 jugadores, momento en el que aprovecho para colarme en una patrulla aleatoria. No sé qué clase de compañeros me van a tocar, pero rezo para que tengan el más mínimo sentido del juego en equipo. Luchar codo con codo se nota muchísimo a la hora de poder capturar nuevos puntos en un reparto de mapas que no dejan lugar a las dudas.
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En cuanto toca votar por Amiens o cualquier otro mapa, la ciudad del norte de Francia arrasa de lo lindo y no me extraña. Quizás sea uno de los mapas con mejor diseño y el culmen de los choques urbanos en Battlefield 1, aunque no se puede despreciar el mítico Desierto del Sinaí. Un hervidero de francotiradores para el escenario más grande de todo el juego y que me permite probar la puntería contra objetivos a unos cuantos cientos de metros de distancia. Lejos de lo que pudiera esperar, tengo bastante tino a la hora de clavar un proyectil entre ceja y ceja.
Para mí, Battlefield 1 es su apartado online, y no existe nada más. Apenas probé en su día la campaña, porque quedé embelesado ante las refriegas que, en pleno 2025, siguen siendo muy espectaculares. No estoy seguro si desembarcaré en Battlefield 6, aunque tengo motivos de sobra, pero que le haya echado más de 30 horas a un videojuego de 2016 que sigue tan vivo, tiene una explicación muy sencilla. Battlefield 1 continúa siendo excelente y, hasta que un sucesor demuestre lo contrario, todavía no ha sido superado.
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La noticia He regresado a mi FPS favorito y sigue siendo tan épico como hace casi 10 años fue publicada originalmente en Vida Extra por Juan Sanmartín .
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