Danny Boyle nos entrega una de sus películas más logradas y, desde luego, la más interesante al rodar el guion escrito por Aaron Sorkin, una de las lumbreras de Hollywood, sobre determinados momentos de la vida del polémico Steve Jobs, el fundador más carismático de Apple.Este director británico nunca ha sido un cineasta especialmente agudo o destacado en sus rasgos como autor a la vista de sus frutos hasta la fecha; no cabe duda de su estilo hipervitaminado, no con el aire el videoclipero Tony Scott, sino más sicodélico, de montaje rápido y música electrónica, y de su gusto por la narración con voz en off, que ha utilizado al menos en la excesiva Trainspotting (1996), la desaprovechada The Beach (2000) o la hitchcockiana Trance (2013), e interés por los personajes pasados de rosca, como en las tres anteriores y en la previa y simple Shallow Grave (1994), las tramas que giran en torno a una gran cantidad de dinero o los derroteros de la codicia, como en las cuatro mencionadas, en la fallida A Life Less Ordinary (1997) y en su oscarizada Slumdog Millionaire (2008).
La única ocasión en que se había decidido por una historia real antes de la película que nos ocupa fue la barroca 127 Hours (2010). Pero en Steve Jobs, pese a que el dinamismo de Boyle sigue presente al contrario, como es lógico, que sus temas predilectos, la firma predominante es la de un chico más listo que él, Aaron Sorkin, que vuelve al ingenio y la elocuencia que ya le habíamos visto en las series The West Wing (1999-2006) o The Newsroom (2012-2014) y otros filmes como el potentísimo A Few Good Men (1992), el cínico Charlie Wilson’s War (Mike Nichols, 2007), el chispeante The Social Network (David Fincher, 2010) o el preciso Moneyball (Bennett Miller 2011).El caso es que Steve Jobs no es un biopic al uso; no se trata del relato de la vida del cofundador de Apple desde chiquitito hasta el día de su muerte. Sorkin comprende muy bien que el retrato de un personaje contemporáneo tan relevante como Jobs es lo primordial, y lo lleva a cabo con absoluto rigor, según la biografía de Walter Isaacson, mostrando su comportamiento en varias ocasiones puntuales de su implicación o trato con Apple, en los que además se aprecia cómo eran sus relaciones personales, con familia y amigos, y qué hechos de su existencia más remotos le marcaron para ser como lo fue en ellas. La narración lineal y pormenorizada es cosa del pasado, se siente anticuada; Sorkin es muy consciente de ello y la destierra.
El guionista se mueve como pez en el agua en películas discursivas, en las que los diálogos son la piedra angular sobre la que se cimenta todo el edificio fílmico, y su veloz perspicacia es indiscutible en cada respuesta, sobre todo en el gran número de enfrentamientos verbales con que avanzan las historias que ha ayudado a contar, consiguiendo que asuntos que podrían resultar áridos, como el funcionamiento de una empresa, la dinámica política o los pormenores de un juicio, a los espectadores nos parezcan, en verdad, apasionantes. Es lo que ocurre en Steve Jobs, que guarda grandes similitudes con The Social Network y su semblanza de Mark Zuckerberg. Y es aquí donde el ritmo impetuoso de Boyle se da la mano con la viveza de los diálogos de Sorkin; pero no nos engañemos: incluso en aquellas secuencias con un ágil montaje paralelo de conversaciones del momento y en flashbacks, y en las que Boyle se sirve también de la banda sonora o la cámara lenta para emocionar o causarnos cierta impresión, es Sorkin quien las ha condicionado, se ha comido a Boyle y se erige en el principal artífice de que esta sea su mejor y más sugestiva película del director británico.
Y esto no sería así tampoco sin el gran trabajo de Michael Fassbender en la recreación de Jobs, al que le aporta el punto exacto de arrogancia que se necesita, y desde luego, sin la impagable Kate Winslet como Joanna Hoffman, que le da la réplica con una sagacidad interpretativa digna de elogio. Sería injusto no decir, por otra parte, que Seth Rogen, Jeff Daniels y mi apreciado Michael Stuhlbarg, que dan vida a Steve Wozniak, John Sculley y Andy Hertzfeld respectivamente, no se aplican en sus papeles, como incluso Katherine Waterston en la piel de Chrisann Brennan; pero aquí son Fassbender y Winslet los que sobresalen sin apelación posible.
A pesar de todo, sería deshonesto no señalar que, a pesar de la incuestionable inteligencia del guion de Sorkin y de la energía de Boyle, el filme nunca llega a apabullar como sí apabullaban, por ejemplo, A Few Good Men o las escenas poderosas de The West Wing y como jamás ha apabullado ninguna obra de Boyle. Y, por otro lado, ni las grandes actuaciones de Fassbender y Winslet ni las del resto del reparto se perciben muy individualizadas o imitativas, como debiera ser tratándose de personas reales.
Es decir, sus personajes y sus reacciones son del todo creíbles y los dos primeros están fabulosos en ese sentido, pero de ninguna manera se les diferencia de otros con un carácter más o menos similar. Paradójicamente, lo bueno que esto entraña es que, si se les cambiaran los nombres y se moviera el contexto a una empresa ficticia, la película funcionaría igual de bien, o sea, que esta funciona en cualquier caso.7Steve Jobs es un retrato de corte posmoderno, que va al grano, de una de las figuras tecnológicas más importantes de las últimas décadas, al que Danny Boyle aporta su vivacidad, y Sorkin, su labia y agudeza, y lo domina por completo, sin abrumar como buenamente podría, y con un par de grandes interpretaciones poco particularizadas.- El ingenio y la elocuencia de los diálogos de Aaron Sorkin. - El dinamismo del director Danny Boyle. - Las sobresalientes interpretaciones de Michael Fassbender y Kate Winslet.- Que Aaron Sorkin es muy capaz de apabullar y no lo hace. - Que las actuaciones no hacen que los personajes se perciban individualizados como reales.
Continúar leyendo...