Encender una Vectrex en los 80s era como abrir una ventana a un universo geométrico en movimiento. Los vectores no eran simples puntos coloreados: eran haces de luz que se dibujaban en tiempo real, creando una estética limpia, elegante y sorprendentemente moderna. Juegos como MineStorm o Scramble ofrecían una fluidez que las consolas basadas en sprites no podían igualar. La sensación de inmediatez, de precisión quirúrgica en cada movimiento, convertía cada partida en un pequeño espectáculo visual.
Hablar de la Vectrex -a la que los de mi quinta llamábamos "Ve-trex" sin ningún reparo al equivocarnos al pronunciar- es viajar a una época en la que el videojuego aún estaba definiendo su lenguaje visual y emocional. A principios de los años 80, cuando las consolas domésticas dependían de gráficos pixelados y televisores externos, la Vectrex irrumpió como un artefacto futurista: una máquina con su propia pantalla integrada y gráficos vectoriales que parecían sacados de un laboratorio de física. ¡Aquello era alucinante!
La experiencia de juego era radicalmente distinta. Las líneas brillantes, precisas y casi hipnóticas daban la sensación de estar frente a una máquina arcade miniaturizada, algo que ningún otro sistema doméstico podía replicar. Incluso sus overlays, unas láminas de plástico translúcido que se colocaban sobre la pantalla, aportaban color y personalidad a cada juego, convirtiendo la experiencia en algo casi artesanal.
Además, la consola incorporaba un mando analógico con botones físicos que reforzaba esa sensación de control absoluto. En una época en la que los joysticks eran rígidos y poco sensibles, la Vectrex ofrecía una suavidad y una respuesta que se adelantaban a su tiempo. Tanto, que en VidaExtra hemos seguido celebrando la llegada de nuevos juegos décadas después.
Para muchos jugadores de la época, la Vectrex no era solo una consola: era un objeto de culto. Su diseño vertical, su pantalla integrada y su estética minimalista la hacían destacar en cualquier salón. Era la consola que parecía venir del futuro, pero que se disfrutaba en el presente con una mezcla de asombro y calidez que hoy sigue despertando sonrisas entre los amantes del retro.
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La creación de un icono adelantado a su tiempo
La historia de la Vectrex comienza en 1980, cuando la empresa Smith Engineering empezó a experimentar con la idea de una consola doméstica que pudiera replicar la experiencia de los arcades vectoriales. En aquel momento, títulos como Asteroids o Tempest estaban arrasando en los salones recreativos, y la tecnología vectorial era sinónimo de vanguardia. La idea de llevar esa estética al hogar era tan ambiciosa como arriesgada, pero el equipo estaba convencido de que había un hueco para algo diferente.
La industria del videojuego vivía entonces un momento de expansión acelerada. Como ya comentamos en VidaExtra, Atari dominaba el mercado, las consolas se multiplicaban y los microordenadores empezaban a ganar terreno. Sin embargo, la saturación de productos y la falta de control de calidad estaban generando un ecosistema inestable. En ese contexto, la Vectrex se planteó como una alternativa premium: una consola que no competía por potencia bruta, sino por ofrecer una experiencia única.
En 1982, la compañía Milton Bradley (MB) adquirió los derechos de la Vectrex y apostó por un lanzamiento a gran escala. La decisión fue estratégica: MB quería entrar en el mercado de los videojuegos con un producto distintivo, algo que no se confundiera con las decenas de consolas clónicas que inundaban las tiendas. La Vectrex, con su pantalla integrada y su tecnología vectorial, era exactamente eso.
El desarrollo fue rápido y eficiente. El equipo de Smith Engineering trabajó codo con codo con MB para pulir el hardware, optimizar los juegos de lanzamiento y preparar una campaña de marketing que destacara la singularidad del sistema. La consola se presentó como un "arcade personal", una máquina capaz de ofrecer gráficos nítidos y animaciones fluidas sin necesidad de un televisor. Y pese a que el resultado no era equivalente a tener una Neo Geo, aquella idea era toda una fantasía.
Sin embargo, el destino quiso que la Vectrex naciera en un momento tan brillante como turbulento. La industria estaba a punto de enfrentarse al gran crash de 1983, una crisis que arrasaría con empresas, consolas y proyectos enteros. Aunque la Vectrex era un producto excepcional, su llegada coincidió con una tormenta perfecta que marcaría su futuro.
Acogida, hitos y rendimiento comercial
A pesar del contexto complicado, la Vectrex fue recibida con entusiasmo por la prensa especializada. Las revistas de la época destacaban su originalidad, su calidad de construcción y, sobre todo, la espectacularidad de sus gráficos vectoriales. Para muchos analistas, era la consola más avanzada del mercado en términos de diseño y experiencia visual. Su catálogo inicial, aunque modesto, ofrecía títulos sólidos y bien adaptados a la tecnología vectorial.
Uno de los grandes hitos de la Vectrex fue MineStorm, un juego incluido de serie que rivalizaba en calidad con los arcades comerciales. Su fluidez, su precisión y su diseño de niveles demostraban el potencial del sistema. Otros títulos como Star Castle, Armor Attack o Cosmic Chasm consolidaron la reputación de la consola como una plataforma ideal para juegos de acción y habilidad.
Comercialmente, la Vectrex tuvo un arranque prometedor. Su precio era competitivo para una máquina con pantalla integrada, y su propuesta diferenciada atrajo a un público curioso y entusiasta. Durante su primer año, las ventas fueron sólidas y MB llegó a planear expansiones, periféricos y una segunda generación del sistema.
Sin embargo, el crash de 1983 golpeó con fuerza. La caída generalizada del mercado, el desplome de las ventas de videojuegos y la retirada de grandes distribuidores afectaron directamente a la Vectrex. Aunque el producto era excelente, el entorno económico era devastador. MB decidió abandonar el sector y la consola fue descontinuada en 1984, dejando atrás un catálogo de alrededor de 30 juegos oficiales.
A pesar de su corta vida comercial, la Vectrex dejó una huella profunda. Su comunidad de usuarios se mantuvo activa, y con el tiempo se convirtió en una pieza codiciada por coleccionistas. Su rareza, su estética única y su tecnología vectorial la transformaron en un objeto de culto que sigue despertando fascinación décadas después.
Legado y el anunciado mini-regreso de un mito
El legado de la Vectrex es sorprendentemente robusto para una consola con tan breve recorrido. Su apuesta por los gráficos vectoriales la convirtió en una referencia técnica que aún hoy se estudia y se celebra. Muchos desarrolladores independientes han creado homebrew para la consola, manteniendo viva su llama y demostrando que su hardware aún tiene mucho que ofrecer.
Además, la Vectrex ha influido en el diseño de dispositivos modernos que buscan capturar la esencia del retro sin renunciar a la innovación. Su estética minimalista, su pantalla integrada y su filosofía de "arcade personal" han inspirado proyectos contemporáneos que reivindican la simplicidad y la elegancia de los primeros videojuegos. Premisas que, tras varios amagos y proyectos, ha anunciado su regreso en formato mini.
La Vectrex Mini surge como un homenaje contemporáneo a una de las consolas más singulares de la historia, reinterpretando su esencia en un formato compacto y accesible. Este modelo reducido mantiene la estética vectorial que definió a la máquina original, pero la adapta a un dispositivo portátil que cabe en la palma de la mano.
Sobra decir que su razón de ser no es competir con hardware moderno, sino capturar la magia de aquellos haces de luz que, en los años 80, parecían dibujar el futuro en una pequeña pantalla monocromática. La Mini se presenta como un puente entre generaciones: un recordatorio tangible de que la simplicidad también puede ser deslumbrante.
A nivel tecnológico, la Vectrex Mini combina emulación precisa con una pantalla especialmente calibrada para imitar el brillo y la nitidez de los vectores clásicos. Aunque no utiliza un tubo CRT como la original, toca ser permisivos, su panel reproduce el contraste y la estética lineal con sorprendente fidelidad. Además, incluye overlays digitales o físicos que replican la experiencia de color que caracterizaba a los juegos de la Vectrex para darle el gusto a coleccionistas veteranos como a nuevos curiosos que descubren por primera vez este estilo visual tan particular.
Y es que en términos de legado, la Vectrex Mini no despierta la misma atención que la Atari, el Commodore 64 o el Spectrum, pero sí genera más curiosidad y simboliza algo más que una reedición: es un modo de evocar el videojuego retro y actualizarlo con cariño y creatividad. De modo que para muchos esta Vectrex Mini que cabe en las manos es como reencontrarse con una vieja amiga que vuelve renovada, lista para seguir iluminando la oscuridad con sus líneas brillantes y su espíritu futurista.
Para los apasionados del retro, la posibilidad de ver renacer la Vectrex es algo más que nostalgia: es la oportunidad de recuperar una forma de jugar que combinaba magia, simplicidad y una estética inconfundible. Su regreso, incluso en formato Mini, no supone el retorno de una consola, sino el renacimiento de una filosofía de juego que sigue viva en la memoria de quienes alguna vez vieron brillar sus vectores en la oscuridad.
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La noticia Vectrex, el faro vectorial que no competía por potencia bruta, sino por ofrecer una experiencia única fue publicada originalmente en Vida Extra por Frankie MB .
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